Icono de Santa Teresa de Jesús
, Director del Taller de Iconos | Nació en Ávila el 28 de marzo de 1515. Sus padres, Don Alonso Sánchez de Cepeda y Doña Beatriz Dávila de Ahumada.
Desde muy pequeña manifestó interés por las vidas de los santos, jugaba con sus hermanos a ser ermitaños. Su madre muere en 1528 contando ella 13 años, y pide entonces a la Virgen que la adopte como hija suya.
Caen en manos de Teresa algunos libros y sueña con ser una de las damas que se acicalan y perfuman para sus galanes. El coqueteo le gusta, encontrando la complicidad de sus primas y la corteja un primo. Su padre ve con malos ojos esta relación y decide internarla en 1531 en el colegio de Gracia, regido por agustinas. A medida que se hace mayor, la vocación religiosa se le va planteando como una alternativa, aunque en lucha con el atractivo del mundo. Una amiga suya ingresa en La Encarnación. Con ella mantendrá largas conversaciones que la llevan al convencimiento de su vocación, ingresando en el mismo, con la oposición de su padre, en 1535.
Aquejada de problemas de salud, dejó el convento y regresó junto a su familia. Finalmente se recupera y puede volver a La Encarnación. La vida conventual era muy relajada con cerca de 200 monjas en el monasterio y gran libertad para salir y recibir visitantes. Teresa decide reformar la orden del Carmelo para devolverle la severidad y pureza primitivas. Una vez realizada la reforma, muere en Alba de Tormes, el 4 de octubre de 1582, a los sesenta y siete años. Esta ‘monja andariega’ tuvo varias visiones y éxtasis, fundó 17 conventos por toda España, dejó escritos 437 episodios, obras místicas y numerosos poemas, cantares y villancicos, joyas del siglo de oro español.
Fue beatificada por Pablo V en 1614, canonizada por Gregorio XV en 1622, y nombrada doctora de la Iglesia Universal por Pablo VI en 1970.
Este icono ha sido escrito (pintado) por el que escribe estos artículos, vemos a la Santa con el hábito carmelita, con la mano derecha sujeta un bastón, mientras con la izquierda sostiene la iglesia que no toca directamente en señal de respeto y veneración. La aureola decorada al estilo cretense. En el rostro el lunar característico del retrato de la Santa.
Vivo sin vivir en mí,
y de tal manera espero,
que muero porque no muero.