Cinco panes y dos peces
, Coordinadora de redacción | Aquel día estaban cansados. Situación comprometida y agotadora, tres días de peregrinación a Jerusalén donde las multitudes siguen a Jesús y llega el momento donde se necesita algo más que las palabras del Maestro para aguantar el camino. Al fin y al cabo somos carne… Y entonces, aquel muchacho que en su taleguilla llevaba su sustento –y parece que es el único que algo portaba o al menos el único que lo expresa– pone al servicio de aquella comunidad sus cinco panes y dos peces con generosidad. Es entonces cuando el Señor obra el milagro. Sólo le bastó aquella simple y pequeña materia para satisfacer a las multitudes.
Queremos que sea esta nuestra disposición al comenzar un nuevo curso. Reconocemos que nuestras capacidades son limitadas, pequeñas, pero queremos ponerlas en juego. Nuestros quehaceres son simples, y la mayoría de las veces muy escondidos, pero en cuanto los ponemos en manos del Señor todo queda transformado. El lo hace fecundo, abundante, pleno.
Por eso, en este nuevo curso, todas las celebraciones que se sucederán en la Basílica; las actividades, ejercicios, retiros y clases que se hagan desde el Centro de Espiritualidad (y que podréis encontrar como siempre en las páginas centrales); cada uno de los artículos que se editarán en Agua Viva… los ponemos con ilusión y cariño en las manos y el corazón de Jesús, y de El esperamos la fecundidad y el fruto. Será El quien obre el milagro.
Estamos dispuestos, ya en fe, para abrir los ojos y contemplar lo que quizás no nos atrevemos ni a imaginar. Simplemente sólo decimos con los ojos puestos en El: ‘esto es lo que hay, te esperamos Señor’.