Anunciar el Evangelio de la familia hoy
, Presbítero y Profesor de Historia del Arte
Jesús, María y José
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas iglesias domésticas.
El curso pastoral que hemos iniciado y de un modo especial este nuevo año civil puede ser una oportunidad especial para acoger y vivir el mensaje de Amoris Laetitia. Junto a la formación que muchos agentes de pastoral están realizando sobre los retos de la pastoral familiar, todos nosotros estamos también llamados a vivir y anunciar la Buena Noticia de la familia cristiana. La contemplación del misterio de Navidad que hemos celebrado, la propia experiencia de Jesús viviendo el silencio del hogar de Nazaret, nos impulsa a vivir la evangelización de la familia cristiana imagen de la comunidad de vida en la que Jesús quiso nacer y crecer. Como se recoge en Amoris Laetitia (200) “Los Padres sinodales insistieron en que las familias cristianas, por la gracia del sacramento nupcial, son los principales sujetos de la pastoral familiar, sobre todo aportando «el testimonio gozoso de los cónyuges y de las familias, iglesias domésticas». Por ello, remarcaron que «se trata de hacer experimentar que el Evangelio de la familia es alegría que “llena el corazón y la vida entera”, porque en Cristo somos “liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento”.
Un buen modo de hablar de la belleza de la familia cristiana es contemplar la belleza de la Sagrada Familia de Nazaret manifestada en escenas singulares representadas por artistas como Bartolomé Esteban Murillo. El análisis de su obra es uno de los retos de este año cultural en que se celebra el cuarto centenario de su nacimiento. Dedicaré los artículos de este año a contemplar esa buena y bella noticia de la familia cristiana, como manifestó este gran artista cristiano, tan español y tan nuestro.
El pasado mes de noviembre comenzó la primera exposición que propone actualizar el análisis de la obra de este maestro. “Murillo, Velázquez, Sevilla” tiene como objetivo analizar los modelos, comitentes, programas y recetas de taller comunes a estos dos grandes de la pintura sevillana, española y universal del barroco. Para quien le interese podéis visualizar algunos de los videos que en youtube comentan obras claves de esta exposición que podemos contemplar hasta finales de febrero en el Hospital de los Venerables de Sevilla. Os propongo una relectura de alguna de estas obras.
LA FAMILIA DE NAZARET ESCUELA DE EVANGELIO
Donde existe hogar, éste también tiene dimensiones de escuela y taller, de aprendizaje y experiencia. Los esposos y esposas, padres, hijos –todos– tienen sus propios problemas y luchas. Pero, ¿nos importa en verdad conocer y compartir los problemas y luchas de los demás, releer nuestras dificultades, aprender de nuestros aciertos? Aprender en el hogar requiere tiempo, los padres necesitan de mucha paciencia cuando bregan con sus hijos y hasta viceversa llegadas algunas situaciones. Pero esto puede ser difícil. San Irineo una vez dijo: Dios siempre trabaja pacientemente con su pueblo, Dios gradualmente y pacientemente dirige su gente a entender lo que desea para nosotros. Esta es una hermosa imagen para tener en mente cuando nos enfrentamos unos a otros y nuestras luchas. También la familia de Nazaret, y en ella Jesús dio al tiempo: tiempo. Treinta años de hogar y experiencia de aprendizaje mutuo en ocasiones de modo expreso: ¿No sabíais que tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre?
En nuestra propia experiencia reconocemos el ideal de lo que constituye una familia saludable; la psicología familiar nos ofrece pistas. El respeto es considerado un aspecto importante en la vida familiar, la comunicación es vital para cualquier familia. Pero ¿qué puede hacer que una familia, mirándose en el espejo de la Familia Sagrada, pueda también ser santa? San Pablo en su carta a los Colosenses nos dice “poned los valores de la compasión, la humildad, la gentileza, soportaos unos a otros y perdonaos unos a otros”.
La familia es nuestra mayor fuente de alegría pero desafortunadamente, puede ser también ser una fuente de penas y pesares. Una Navidad vivida sólo en clave sociológica, testifica con desgraciados ejemplos ciertos dramas de cómo puede sacar a flote lo mejor en las familias, pero a veces puede también sacar lo peor. Si deseamos que nuestras familias sean saludables y felices necesitamos ser compasivos, o sea, sentir con ellos, sufrir con ellos, entender los sentimientos de los demás tan bien como los de nosotros mismos. Tomarnos el tiempo de comprender los sentimientos de los demás. Si deseamos que nuestras familias sean saludables y felices, necesitamos ser humildes. A San Bernardo una vez le preguntaron cuáles eran las tres virtudes más importantes. Simplemente respondió: Humidad, humildad y humildad. La palabra humildad se deriva de la palabra tierra (humus), en contacto con, consciente de la realidad, consciente de nuestras propias faltas y limitaciones. La gente humilde sabe que no siempre tiene la razón ni que siempre puede salir ganando. Podemos mirarnos al espejo honestamente y preguntarnos, ¿estoy equivocado? o decir, quizás es mi culpa…
San Pablo también desea que seamos pacientes unos con otros. Es muy fácil molestarnos con los demás, especialmente cuando percibimos su falta de interés o apoyo. Quizás debemos preguntarnos, ¿puedo yo ayudar a otros en sus luchas? No es un asunto de “por qué nadie me ayuda” sino ¿cuáles luchas y dilemas puedo yo compartir o ayudar a resolver? Finalmente, San Pablo nos dice: sobre todas éstas, pongan el Amor, el sello de perfección. Todas las cosas en el cristiano nos dirigen hacia el amor porque Dios es amor.
Todas las cosas disfuncionales en la familia parten de la falta de amor. No es la pobreza, ni las dificultades ni los fracasos. Muchas de las mejores familias han florecido a pesar de estas dificultades. ¿No son la paciencia, la amabilidad, la humildad diferentes facetas de las expresiones del amor de Dios? Para que una familia llegue a ser santa, lo único que necesita es poner en estas virtudes el amor de Dios, sirva el capítulo cuarto de Amoris Laetitia como programa para comprender el amor en el matrimonio y la familia.
UNA IMAGEN PARA ORAR
La imagen que nos acompaña es una de los éxitos de Murillo al representar a la Sagrada Familia de Nazaret como una escena doméstica a partir de un relato de los Apócrifos de la Infancia. Sin embargo la lectura no debe ser simplista. Como cuadro de devoción destaca la imagen de San José, a modo de joven esposo y trabajador. La presencia de Teresa de Jesús en Sevilla, y su Carmelo de San José había acrecentado la devoción por él. La escena sigue la composición de la Madonna del gato obra de Barocci, cuya versión en estampa circulaba entre los devotos sevillanos. José cumple su función de guía con el Niño a quien sostiene en el personal juego de tentar al perrillo que desea coger al pajarito agazapado en su mano. Jesús trae el signo mesiánico del niño que juega con los opuestos conforme anunciara Isaías. María contempla la escena, desenredando los hilos de la historia, mientras la devanea en movimiento dará origen a un nuevo hilo.
Los tonos terrosos nos hablan de la humildad encarnatoria del Misterio. Vivido en familia, cada gesto, se convierte en apunte de una nueva historia iluminada desde Dios, representado como esa luz que modela las figuras y les da su consistencia. Luz mágica que rompe las tinieblas.
Al contemplar esta imagen, dejamos que nos cautive su dulzura nos adentramos en el Dios de la intimidad que crece desde abajo, desde dentro, desde cerca… en las cosas más pequeñas nos invita a amar y creer.
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de cerrazón y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret,
haz tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica.