Oferta: Palacio, gruta, jardín y Templo

Tríptico de la Virgen con Niño y ángeles músicos
Tríptico de la Virgen con Niño y ángeles músicos (Maestro de la Leyenda de la Magdalena, c.a. 1530. Capilla del Condestable, Catedral de Burgos)

Guillermo Camino Beazcua, Presbítero y Profesor de Historia del Arte

«Por obra del Espíritu divino
el Verbo se hizo carne en una Virgen;
por obra del Espíritu la Iglesia
es Virgen fiel y Madre que concibe.»

«María concibió en el corazón
y en carne sin pecado, pura y libre,
y el mundo se llenó de Dios por ella;
¡dichosa tú y nosotros, pues creíste!»

«Jesús Mesías, dado por María,
deseo ardiente y súplica de humildes,
nosotros te alabamos, te esperamos:
no tardes en venir por los que gimen! Amén.»

Varios amigos que trabajan a día de hoy en oficinas inmobiliarias, me alertan de la inseguridad de su puesto laboral, a pesar de las múltiples ofertas del mercado actual del ramo. Ineludible comenzar siendo conscientes del momento en el que vivimos: tantas personas vagando sin hogar, imágenes desde las islas Canarias de migrantes hacinados en improvisados albergues, edificios reutilizados, tiendas de campaña. ¿Hogar?

Saltan las alertas: es imposible el doble lenguaje de nuestra sociedad. A la par, que el “efecto llamada”, a modo de fuerza centrípeta, convoca a desheredados, la falta de una legislación global, improvisa soluciones dispersando, devolviendo, dejando a su suerte a tantos. En busca de hogar, establecer una morada, habitar una casa… son expresiones que resuenan en el estrenado Adviento al saber que toda Navidad es una Oferta de asentamiento, la de Dios, migrante de Salvación, que buscó, halló y habitó entre nosotros.

La vivienda se edifica desde fuera y al fin se oferta, se vende y se compra. El hogar se construye desde dentro. Las semanas vividas en confinamiento nos han hecho valorar el hogar en que somos. De quienes se decía que vivíamos en ciudades dormitorio, hemos compartido estancia prolongada fuera de la urbe. Y así la casa ha cobrado sabor de hogar, de espacio vital que ha cuidado por la seguridad de nuestra estabilidad. Hemos podido aprender a valorar la casa no por tener jardín, balcón, trastero, y ser oficina o gimnasio, sino porque el hogar nos habla de reconocernos en las relaciones que establecemos con quienes amamos.

Presentación del Niño en el Templo

Hemos sido testigos de la tensión de sentimientos, queríamos salir de casa hastiados de la reclusión del confinamiento, y a la vez vivíamos el riesgo de abandonar el espacio seguro, de nuestra zona de salud. El Señor prometió una Casa a su Pueblo, a Abraham, un jardín y vergel en donde asentarse en medio de la abundancia; a David, un Palacio en donde manifestar su condición regia, a Salomón, un Templo como morada digna de Yahvé en medio de su pueblo. Y al fin… llegado el Mesías, Jesús nació en una gruta, que tiene en sí misma la paradoja de ser jardín, Palacio y Templo.

Las previsiones para esta Navidad es que serán más domésticas que otros años. Las aceras cederán tiempo a nuestros pasillos, las escaleras mecánicas de los centros comerciales y estaciones de transporte, los ascensores… quizá den paso a leves desplazamientos dentro de las casas y sus entornos, los escaparates volverán a ser nuestros balcones y ventanas desde los que hemos de anunciar que Dios en Navidad nos oferta habitar entre nosotros. Hará efectivo el gesto de que la gruta de Belén sea el templo, palacio y vergel en donde quiso nacer.

El Adviento y la Navidad celebran también el testimonio de quien posibilitó que el Verbo habitara. Ella misma se hizo hogar. Es María a quien acompañaremos en estas semanas más marianas que ningunas otras del año.

De la mano de María

EL tríptico de la Virgen con el Niño y ángeles músicos, de la Catedral de Burgos, se presenta como un programa oportuno para este tiempo. La lectura de sus tablas abiertas nos lleva de la Anunciación a la Presentación del Niño en el Templo. Destaca la continuidad de la figura de María, a quien reconocemos en diversas actitudes, pero siempre con el mismo atuendo. Así se destaca su actitud permanente de fe y escucha. El Sí de María nos conduce al Sí de Jesús, del Ecce Ancilla Domini al Ecce Homo, que prefigura su Presentación antes de que sea presentado por Pilato, ahí está la Nueva Humanidad, que se ofrece por muchos.

Anunciación

La primera escena transcurre en un espacio que recuerda por la arquitectura palaciega del siglo XV, la última escena nos remite a la arquitectura religiosa de ese mismo periodo, pero previamente habremos de pasar por la gruta humilde de Belén, para alcanzar el jardín ameno de la tabla central en la que el Niño, ya crecidito, toma de las uvas ofrecidas por el ángel.

El Sí ofrecido en Palacio, nos llevará como a María a iniciar un viaje. A reconocer en primer lugar el tiempo de Dios. El momento oportuno guardado en el silencio de Dios, se hace por elocuente y nos habla en el llanto de un Niño. Se ha “revelado el Misterio que fue guardado en secreto desde la eternidad” (Rom 16, 25). El autor compone la escena de la Anunciación cargada de simbolismos. María aparece en actitud manifiestamente orante (aunque en un anacronismo absoluto, situada ante un altar de época, presidido por un díptico, en el que se intuyen dos imágenes enfrentadas, visiblemente una es una imagen femenina. Al fondo un dosel que se alza por el sustento de dos columnas rematadas por dos personajes masculinos desnudos, imberbes, pero de poblada cabellera. Dado que en esta época era común hacer un paralelismo entre la escena de expulsión del Paraíso: el No de Eva, con el Sí de la Nueva Eva, podemos leer esas imágenes en relación a las primeras figuras del Génesis (Eva, Caín y Abel).

María es presentada así, como quien reconoce el paso de Dios, no se asusta, no teme, confía. Ella nos enseña que hay que salir al paso de Dios que pasa y pide una respuesta. Decía el Papa Francisco, que la Navidad es tiempo del Sí. “Cada uno de nosotros está llamado a responder como María, con un sí personal y sincero, poniéndose a disposición plena de Dios y de su misericordia de amor” (Homilía 21 de diciembre de 2014)

Decía el clásico: “Temo a Jesús que pase”. Temor de no descubrirlo, de abrir mañana como Lope de Vega. Cuántas veces Dios pasa y se nos presenta por medio de algún mensajero de quien rehuimos. Cuántas veces nos halla inmersos en otros proyectos, en tantas preparaciones a los detalles de cómo celebrar su Advenimiento, que no nos damos cuenta de que está ahí, y ese es el mensaje y mensajero.

Gruta del Nacimiento

Dios prometió por sus voceros a lo largo de la historia: “a los hombres la divinidad, a los mortales la inmortalidad, a los pecadores la justificación, a los miserables la glorificación” (San Agustín, Comentario a los Salmos)

Y cómo todo era tan increíble, quiso cumplir esta promesa del modo más cercano y sencillo, para ser más evidente. Y así hizo a su Hijo: “Camino, para que bajo su guía pudieras caminar por él…Todo esto fue profetizado, anunciado, encomiado como venidero, para que asustase si acontecía de repente, sino que fuera esperado porque primero fue creído”. No se puede esperar lo que no se cree. La fe de María nos revela que se cumple lo que se cree y por ello se espera.

Ven, Señor Jesús

Para nosotros es un ruego asociado al Adviento, para los primeros cristianos era su saludo. ¡Qué relativo es todo encuentro si no está Jesús por venir al mismo! Cuando alguien se toma en serio la dimensión escatológica de la fe, todo encuentro es valorado desde Cristo que vino, viene y vendrá. Nada será un absoluto si Él no está en el centro. San Pablo testifica en la carta a Filipenses que en un rasgo característico de las comunidades cristianas es la tensión alegre en la espera del Señor que ha de venir a habitar entre nosotros. Es grito que brota de este mundo en el que somos y estamos como tantos… atemorizados, inquietos, nerviosos, alarmados por ello debemos aprender a vivir el ¡Ven, Señor Jesús! como grito de deseo y esperanza, sólo lo que se cree se espera.

¡Ven y habita entre nosotros! clama el Adviento. Comenzaba este artículo haciendo una lectura habitacional del políptico que nos acompaña: del palacio al templo, pasando por la gruta y acabando en el jardín. Este tiempo también tiene mucho de camino y búsqueda habitacional… ¿dónde moras? le preguntaron al Maestro: Venid y veréis. También el Maestro en su caminar sin hogar dijo de sí mismo que no tenía en donde reclinar la cabeza… Parece como si la vida del Señor fuera un relativizar la morada, el hogar de este mundo para prepararnos a nosotros una morada eterna, y allí donde Él more estemos por siempre junto a Él.

Jardín de la Infancia

Una buena clave en este tiempo es comprender que el Señor sigue buscando un hogar, y ha elegido nuestras vidas. Te invito a fijarte en los espacios representados en el Políptico que nos acompaña: el Palacio de la Anunciación, la gruta del Nacimiento, el Templo de la Presentación, el Jardín de la Infancia. Dios también quiere morar en los espacios de tu vida. Los ama en lo que tienen de Palacio, pues somos espacio para la escucha de la Palabra, como María. Las valora en lo que tienen de Santuario, pues somos Templo del Espíritu. Quiere habitar en lo que de gruta tienen para renovarlas. Desea recomenzar una historia, si a jardín se asemejan, para suscitar la sed de Paraíso. Cuatro ámbitos que este Políptico burgalés nos recuerda.

Un paseo por la Catedral de Burgos

Pues ya ha comenzado su Jubileo y bien merece la pena, antes de que Lux, la próxima edición de las Edades del Hombre, abra sus puertas, deambular por sus capillas y deambulatorio recorriendo sus espacios y leyendo los mensajes de las artes figurativas.

En 1991 la profesora Elisa Bermejo, ofreció el estudio por el que atribuía esta obra al llamado Maestro de la Magdalena, nombre con el que se identificaría a un seguidor de Roger van der Weyden, de quien toma numerosas referencias en esta obra. En la técnica denota una síntesis de la escuela flamenca con elemetos italianizantes, a modo de Bernard van Orley, asimilando un estilo propio que le caracteriza al margen de ambas influencias. ¿Y cómo llegó hasta Burgos? No fue en este periodo. Se trata de una donación realizada en 1846, por el canónigo de la Catedral de León, Don José María de la Fuente, fallecido en Roma, quien lo legó en su testamento. En 1848 se firmó la carta de entrega en la que se describe la obra datándola como del siglo XV.

Al fin… luce en uno de los espacios más bellos de las Catedrales españolas, una más entre las capillas de la catedral burgalesa, que son todo en templo en sí mismas. El viaje habitacional del contenido de la tabla, se vuelve historia tangible para los historiadores del Arte, al menos a partir de su llegada a Burgos, ¿cuál fue su recorrido anterior?

El sólo detalle del ángel tañendo en laúd, ha sido motivo de numerosas felicitaciones navideñas, de carteles conmemorativos y del Catálogo Expositivo de las Edades del Hombre en León (1991). Las Edades vuelven a Burgos en este año Jubilar de su Catedral. Y como símbolo de la misma: la LUZ. No le falta a este Políptico que redunda en una luz homogénea, aún haciendo uso de las sombras propias de las figuras en los espacios.

Ángel ofrece al Niño un ramo de uvas

Se acerca la Navidad y en este año de confinamientos nos invitan a programar bien las compras y adelantar los regalos. Casi una ironía… regalar antes de Navidad. Y en cambio celebramos el gran regalo, progresivo don, se fue ofreciendo en donación constante. En la tabla central un ángel ofrece al Niño ramo de uvas. Todo florece en el vergel y ya hay frutos. Se anuncia así la doble prefiguración de la ofrenda eucarística y de la entrega del Sagrado Racimo en el lagar de la Cruz. Recibe el don quien ha venido a ser regalo. Acepta el aprendizaje de recibir el racimo para como él, ser bebida de Salvación. Nace en una cueva quien en otra será aguardará silente por tres días la Resurrección.

Gestantes de Ain Karem

Cuando las puertas del Políptico se tornan en cada hoja se encuentran las gestantes de Ain Karem. Se encuentran cada cual en su marco, pero unidas en una misma danza: Bienaventurado quien también crea. Bienaventurado quien tras gozosa espera confiese:

«Oh Dios de Dios, oh Luz de Luz divina,
oh santo resplandor, manante fuego,
oh fruto delicioso de tu Padre,
Señor, de Dios nacido antes del tiempo.
¡oh Jesucristo!»

«Visible Gloria, cuerpo epifanía,
que llevas el misterio de lo eterno,
cimiento que sustentas lo creado,
y cuna para todo pensamiento
¡oh Jesucristo!»

«Oh Página primera de la historia,
oh Hombre de los grandes ojos llenos,
oh dulce Hermano, Dios a mí entregado,
oh Rostro divinal, humano y bello,
¡oh Jesucristo!»

«Principio germinal de cuanto existe
y crónica del mundo, humilde dueño,
amor desde la fuente, amor por siempre,
ver­dad y vida y nombre verdadero,
¡oh Jesucristo!»

(Padre Rufino Grández)

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