No es otra Navidad más
, Diácono Permanente | “Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente, se presentaron en Jerusalén, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle. Al oírlo el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén. Convocó a los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, y les preguntó dónde iba a nacer. Ellos le dijeron que en Belén…. Entonces el rey Herodes llamó aparte a los magos y les envió a Belén diciéndoles: Id e indagad sobre ese niño; y cuando lo encontréis comunicádmelo, para ir yo también adorarle. Ellos después de oír al rey, se pusieron en camino y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María su madre, y postrándose le adoraron; abriendo luego sus cofres y le ofrecieron oro, incienso y mirra. Y avisados en sueño que no volvieran a Herodes, se retiraron a su país por otro camino”. Así nos narra en el evangelista San Marcos el nacimiento de Jesús.
San Lucas también nos describe en su Evangelio el nacimiento de Jesús, pero añade otros datos y nos informa que en tiempos de Jesús salió un edicto del emperador Cesar Augusto por el que ordenaba que todos los habitantes debían empadronarse. Y en cumplimiento de ese edicto José y su esposa la Virgen María se pusieron en camino hacia Belén desde Nazaret donde vivían, y ocurrió que se le cumplieron los días de alumbramiento a la Virgen María y dio a luz a su hijo, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en ningún albergue. Había en la misma comarca unos pastores que dormían al raso, se les presentó el ángel de Señor y les dijo: no temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido un salvador, que es el Cristo Señor. Y le dijo donde podían encontrarlo, fueron como les había dicho el ángel y lo encontraron acostado en el pesebre, junto su madre.
San Pablo en su primera carta a los Corintios afirma que si Cristo no resucitó, vacía es nuestra predicación y vacía es nuestra fe. Pero para que Cristo muriera y resucitara, primero tuvo que hacerse hombre, un hombre igual a todos nosotros, igual en todo menos en el pecado. Y esto es lo que en estos días de Navidad celebramos los cristianos de todo el mundo: el nacimiento del Salvador.
Pero ¿y cómo vamos a celebrar la Navidad? ¿Va a ser una Navidad más como las que hemos vivido otros años? Todos somos conscientes que esta Navidad va a ser muy diferente a las pasadas, no va a ser otra Navidad más. Son muchos los seres queridos que se ha llevado esta pandemia, han sido muchos los meses sin poder abrazar a nuestros mayores, a nuestros hermanos, a nuestros amigos. Parece que la soledad se ha apoderado poco a poco de cada uno de nosotros. Pero debemos tener fe, debemos mantener la esperanza ahora que nos nace el Salvador.
Si nos paramos a pensar un poquito y vemos donde y como nació Jesús (tal y como nos narran los evangelistas), nos daremos cuenta de lo humilde y solitario que fue su nacimiento. Él que podría haber nacido en un gran palacio rodeado de muchos sirvientes, ser arropado con vestiduras finas y elegantes, gozar de una habitación calentita y una cómoda y elegante cuna, en cambio escogió nacer entre pajas, en un mísero establo, con la sola compañía de sus padres y los animales del establo. Pero pronto esa soledad quedó interrumpida, primero por los magos de Oriente, hombres muy sabios, que llegan desde países muy lejanos a adorar al niño, y traen con ellos regalos con un gran significado. Le obsequian con oro como rey, incienso como dios y mirra como hombre. Y seguidamente son unos pastores, hombres humildes y de escasos conocimientos quienes tras el anuncio del ángel se presentan para admirar al niño, al tiempo que los ángeles cantan: “Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres de buena voluntad”.
Por eso no debemos estar tristes esta Navidad, porque a pesar de haber vivido un muy duro deconfinamientos, prohibiciones, mascarillas y demás restricciones debemos ser conscientes del significado que para nosotros tiene el nacimiento del Salvador: “Jesús nace para darnos vida, para encarnarse entre nosotros, para sufrir y gozar con nosotros”.
Son días para abrir nuestro corazón a los demás, no importa si podremos unirnos a la misma mesa para compartir una buena comida junto a nuestros familiares y amigos, lo importante es que Jesús se ha hecho Dios con nosotros, que no estamos solos ante tanta tristeza, tanto alejamiento y tanta soledad. Llenemos nuestro corazón con la presencia del Niño Jesús, del Dios vivo y que él ilumine nuestra existencia con su amor, que sintamos como su llegada entre nosotros colma nuestra vida de felicidad. Porque como cantaron los ángeles Dios nos ha traído la paz a los hombres de buena voluntad y en estas fechas tan entrañables, donde el deseo de compartir buenas voluntades está en el ánimo de todos nosotros, no permitamos que esta pandemia nos prive de ser tan dichosos con en otras navidades pasadas, porque no es otra Navidad más, es una Navidad muy especial.