Al amparo de la Misericordia

Cristo del Amparo de Zaratán
Cristo del Amparo (Gregorio Fernández, 1621. 240 cm alto. Parroquia de San Pedro, Zaratán, Valladolid)

Guillermo Camino Beazcua, Presbítero y Profesor de Historia del Arte

Fotografías de Rubén Olmedo (valladolidsanta.blogspot.com)

«En torno de la Cruz la Santa Iglesia
contempla a su Señor iluminado;
Jesús ¡qué amable gloria en lo escondido,
qué bello es el amor que está triunfando!»

«Venciste al Enemigo en la Agonía
y avanzas hacia el Padre serenado;
te sigue el Cireneo y las mujeres,
te sigue el buen ladrón a tu reinado.»

«El pueblo te contempla silencioso,
te mira quieto y siente tu milagro,
y torna la ciudad arrepentido,
llorando el gran error y ya salvado.»

«Tu muerte es oración, perdón y paz,
tu muerte es Ascensión de Pascua y tránsito,
y al Padre dices la última palabra,
te entregas como Hijo en su regazo.»

«Divina muerte, ofrenda de la tarde,
misterio del Cordero inmaculado,
¡oh Rey glorioso, muerto por nosotros,
descúbrenos tu muerte, que te amamos!»

«¡Jesús, te confesamos en la Cruz,
postrados te besamos y adoramos,
y al Padre y al Espíritu contigo
y en ti, amor y gracias tributamos! Amén.»

2021 aúna la celebración de diversas efemérides, que bien desearíamos hubiese coincidido en otro contexto que facilitase mejor el poder manifestar públicamente el calado de las mismas. Recordamos en este 2021, centenarios de edificios singulares como la Catedral de Burgos, la Torre del Oro; eventos como el ocaso de los comuneros en Villalar. La laboriosidad de Gregorio Fernández en torno a las décadas colindantes con 1620 nos ofrecen la posibilidad de reconocer la singularidad de algunas de sus obras y percibir la continuidad y cambio en algunas de sus tipologías. De entre la producción del motivo “Cristo en la Cruz” hemos recordado el cuarto centenario de sus primeras realizaciones ya sea como imagen individualizada (Cristo de los Trabajos, Cristo de Braojos…) o bien formando parte del conjunto de un Calvario culminando un retablo (Villaverde de Medina, Descalzas Reales, Huelgas Reales). El 23 de noviembre de 1621 es la fecha recogida por la historiografía como momento en que se entrega a la Parroquia de Zaratán el Cristo del Amparo.

Altar

Las circunstancias que motivaron su talla han sido relatadas en los estudios de los profesores J.J. Martín González y Jesús Urrea, y en los artículos publicados con motivo de las tres exposiciones culturales en las que esta imagen ha participado. Ampliando su perspectiva, tras la restauración de la imagen se presentan ahora en esta publicación. La Parroquia de Zaratán y la Cofradía de las Siete Palabras comenzamos hace un año la programación de los actos culturales y pastorales de este Cuarto Centenario. El calendario de las actividades propuestas ha debido ajustarse en dos ocasiones, en espera de unas condiciones más proclives para el encuentro y la celebración cultural y pastoral.

Con el deseo de profundizar la advocación con la que el pueblo de Dios ora ante esta imagen, comparto esta reflexión que se enmarca en el contexto de las Siete Palabras de Jesús en la Cruz interpretadas desde la espiritualidad del Amparo.

Uno de los indicadores del dominio de una lengua es el uso de los CONECTORES. Expresarse con corrección no es cuestión sólo de la semántica, o de las estructuras morfológicas y sintácticas. Los conectores van trabando el discurso que las palabras y los sintagmas van configurando enunciados correctamente articulados.

Jesús es el comunicador del Reinado de Dios. Sus denominadas “Siete Palabras” en la cruz, son para nosotros diferentes enunciados dirigidos a diversos interlocutores (al Padre, a María y al Discípulo amigo, a la soldadesca, al Buen Ladrón, a los escribas y fariseos). Al margen de la procedencia evangélica de cada una de las palabras, los contextos e intenciones de cada una de ellas, requieren de elementos conectores que articulen el GRAN DISCURSO DE JESÚS.

Detalle del paño de pureza

La actitud con que Jesús proclama estas palabras en un evidente conector: Jesús ora en todas ellas. La oración da sentido a cada una de las intenciones con las que Jesús se expresa sintetizando, rememorando, alguno de los salmos de su pueblo y de su vida orante: el salmo 21, el salmo 62, el salmo 91, el salmo 50, el salmo 46 y el salmo 30 que resuena en su última palabra… Cada Viernes Santo, la predicación popular recuerda este elemento transversal de las Siete Palabras. Hace cuatro años James Martin en su predicación de las Siete Palabras en San Patricio de New York, proponía la actitud comprensiva de Jesús como elemento de articulación de las mismas: Jesús comprende su destino, comprende la voluntad del Padre y comprende las búsquedas y preguntas de las personas.

En esta sencilla meditación con ocasión del cuarto centenario del Crucificado de Zaratán, quiero proponer el concepto de AMPARO como el término que expresa la intención de lo que Jesús busca y lo que ofrece en cada una de sus Palabras.

La búsqueda de amparo forma parte de la condición humana, que por su condición de debilidad ante los rigores exógenos, necesita de espacios en donde hallar el refugio para las condiciones óptimas de vida. Los primeros nómadas modificaron sus condiciones de vida y sus relaciones sociales al hallar “amparos comunes”: la vivienda aislada dio así paso a la vida en sociedad. A los primeros espacios de refugio les llamamos abrigos o amparos. Quizá exista por ello esa satisfacción en el corazón humano al encontrar el amparo requerido.

El hogar nos proporciona la protección ante las necesidades básicas, la familia ofrece el amparo afectivo y la sostenibilidad vital que todo ser humano necesita. Las sociedades han multiplicado el amparo legal y el conjunto de derechos que amparan a los ciudadanos. ¿Y el ser religioso? Las personas manifestamos que la divinidad es el ámbito de amparo que nuestra fe proclama, nuestra caridad imita y nuestra esperanza anhela. Si Dios no aparece como el amparo seguro para el hombre no hay una experiencia de fe confiada.

Vista lateral

El salmo 91 recoge de modo referencial lo que significa que el creyente busque el amparo de la divinidad y lo halle en lo divino. “Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno”.

El encabezamiento del salmo reza: Oración de un hombre gravemente enfermo. Jesús conoce las circunstancias de este salmo, su Cruz es la expresión más radical de la grave enfermedad, no hay desamparo mayor que pueda sentir como persona. Su oración en la cruz nace del desamparo de los hombres y busca el amparo del Padre.

También nuestra experiencia personal conoce el desamparo. ¿Te has visto alguna vez fuera de las coberturas del sistema? ¿Cómo te has sentido cuando tus circunstancias personales no han sido atendidas y la prioridad del cumplimiento de la norma te ha dejado fuera del sistema? ¿Cómo se sienten los radicalmente desamparados de nuestro entramado legal, de nuestros derechos y coberturas? Orar en el desamparo no es fácil, podemos entender que surja previamente la rebeldía, la protesta, la exigencia de ser considerado

Jesús cede a esa actitud. Él conoce los sentimientos de este salmo. Jesús adelanta el rezo de nuestras Completas del Viernes, al intervalo de la Sexta y la Nona. Jesús ora desde su vida, desde sus sentimientos heridos, desde su cuerpo roto. Lo hace rezando en confianza en el amparo de Dios como el único amparo posible; confianza como el amparo seguro, frente al desamparo de los hombres. El amparo es el regalo que puede compartir y el bien que desea para quienes tan sólo lo intuyen, para quienes lo desconocen o lo rechazan.

Rodillas

Amparo ruega al Padre para quienes desconocen el sentido de lo que hacen (Lc 23, 34). El Amparo de Dios en perdón por las búsquedas alejadas de sentido. Es perdón para quien ha buscado el amparo en quien no lo puede dar ¡cuántas veces buscamos el hogar que no nos corresponde!

Amparo ofrece al ladrón arrepentido, que como prófugo le ha solicitado el amparo a lo sagrado en el Paraíso (Lc 23, 43) ¡Con cuánta frecuencia buscamos la mano solícita de Dios in extremis, en el momento crudo de la enfermedad venida de repente, en la desgracia de un mal volantazo de la vida! Dios no rechaza ese último recurso solicitado. No nos dice: el puesto en la mesa es para los de siempre, para quienes se lo han currado en el día a día.

Amparo mutuo es el que ofrece a la Iglesia y al seguidor fiel, figurada en la Madre y el discípulo amigo: “Mujer ahí tienes a tu hijo, hijo ahí tienes a tu Madre” (Jn 19, 26-27). Mujer y discípulo amado, se tienen como mutuo amparo: la una para no quedar estéril y el otro para no ser huérfano. No se puede ser discípulo sin Comunidad que sea la memoria de Jesús. El Cristo del Amparo preside por octava vez este paso al que confiados entregamos en los días anteriores a Ramos para que abandonando su retablo en la iglesia de San Pedro, se traslade a la de Santiago, Sede de las Siete Palabras. Quedamos algo desamparados en nuestros cultos en esos días tan destacados, pero con gozo compartimos su presencia en las calles de Valladolid para pregonar esta tercera Palabra. Es la Palabra para la Iglesia y para el seguidor.

Es la Palabra para quienes debemos entender la dimensión comunitaria de nuestra fe; no hay hogar de fe sin la experiencia de los creyentes, ni verdadero seguimiento de Jesús sino es en comunidad. Lo personal y lo comunitario se entrelazan en este mutuo amparo; nos debemos mutuamente y nos enriquecemos al ser Iglesia Madre e hijos en familia. Esta palabra vincula a María como Madre de los Desamparados, y a la vez nos dice a los hijos que María es el camino y puerta hacia el Amparo:

«Si un Hijo sufriendo está,
su Madre estará con él
y el padecer de los dos
se hace un solo padecer.»

«La presencia de María
hoy consuela nuestra fe,
es el amor de la Madre
y el valor de la Mujer.»

«Virgen Madre el Señor,
elegida en Nazaret,
en esta hora de angustia,
cúmplase en mí su querer.»

Primer plano

Amparo solicita de nuevo el Hijo al Padre en la cuarta Palabra. Ante el aparente abandono (Mc 15, 34 y Mt 27, 46) ora confiado el salmo 21 con el que confiesa que Dios es el amparo seguro, el baluarte hecho hogar. Los brazos del no apartan al Hijo, son el abrazo que no defrauda. Dios acoge la plegaria de quien suplica como reza la sección final de este salmo.

Amparo verdadero, no simulado, clama en la quinta palabra al sentir la sed de Agua Viva (Jn 19, 28). Jesús asume la burla del vinagre ofrecido como narcótico para prolongar la consciencia ante el dolor, para realizar una lectura profunda del sentido de su vida: Él es un sediento, un buscador, alguien en camino, un peregrino que tiene sed de Dios. El amparo conlleva la satisfacción de las necesidades, de la sed y el cansancio. Jesús nos recuerda orando el salmo 62 que sólo de Dios tenemos sed, que Él sacia a quien halla así su refugio.

Alcanzar el amparo buscado en Dios nos hace como a Jesús exclamar en la sexta palabra: “Todo está cumplido” (Jn 19, 30). Las cosas no suceden por fatalidad, Dios ha ido guiando los acontecimientos para que en Él se halle el descanso. Nos hizo para sí, y sólo en Él está el amparo eterno. Cumpliremos nuestro proyecto en la vida, hallaremos la corona merecida si tras correr la carrera el único podio sea su morada.

Amparo es fin, las manos bondadosas del Padre (Lc 23, 46) de las cuales partimos y a las que gozosamente buscamos retornar para entregarnos en confianza, vivir sabiendo que todo en Él “tiene su origen y a él tiende como su fin”. Nos reconocemos amparados como Jesús en la séptima palabra, al saber que podemos cumplir con nuestro deber. Confiamos que sus manos no nos han arrojado a la vida ni nos esperan juzgadoras ni nos persiguen acechantes. Las manos del Padre son el amparo en el que poner nuestra vida como nido. Es bienaventuranza y gozo: ¡Dichoso el que se refugia en Ti!

Expresión

Reconozco que la expresión Cristo del Amparo bien puede completarse en nuestro tiempo con la espiritualidad de la Divina Misericordia. Cristo al Amparo de la Divina Misericordia, Cristo del Amparo en la Divina Misericordia. Me gusta la primera de estas expresiones, pues Cristo ofrece la Misericordia a la que Él se ha amparado, es testigo de lo que ofrece: la Misericordia de Dios.

La dulzura de la expresividad del rostro de este Cristo, recuerda la del Cristo de las Benedictinas de San Pedro de las Dueñas. Ambas imágenes semejantes en sus rasgos fisonómicos, muestran el sentimiento final con el que Cristo ha entregado su espíritu. El cuerpo aún vigoroso se mantiene tenso; la cabeza levemente inclinada, se dirige hacia que confiado se aproxima a su pies; muestra los ojos abiertos (en el extremo del verismo este Cristo cuenta con pestañas naturales). La percepción de una escultura conlleva matices singulares cuando se modifica la altura respecto al espectador y sin duda que cuando la cruz del Amparo se planta en la nave de nuestra iglesia sobran las palabras pues sobrecoge el sentimiento. Cristo mira el desamparo de nuestro mundo, sus diversas heridas que nos recuerdan las suyas en Cruz. El desamparo de quienes sufren las consecuencias de esta crisis sanitaria, económica, laboral, social. Ofréceles, Señor, tu amparo. Su amparo pasa por nuestro amparo ofrecido.

Nos animamos a renovar esta confianza, que los diversos actos culturales, pastorales y celebrativos nos aúnen en este empeño. Os invitamos a acercaros a nuestra Comunidad para contemplar y escuchar acogida a la sombra del Hombre de la Cruz, el Amparado que puede dar amparo.

«Para siempre hay una Cruz,
donde está Cristo bendito,
y yo debo completar
junto a él su sacrificio.»

«Dios quiso la redención
con tres claves de su Hijo,
y por amor, que agradezco,
me ha asociado a este martirio.»

«Oh mi Jesús adorado,
mi Jesús del Crucifijo,
aunque mi ser lo repele,
cúmplase en mi tu designio.»

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