2021 Año de San José

, Diácono Permanente | El pasado día 8 de diciembre de 2020, con motivo del aniversario de los 150 años de la publicación del decreto del Papa Pío IX Quemadmodum Deus, en el que se declaró a san José como patrono de la Iglesia Universal, el Papa Francisco a través de la Carta Apostólica “Patris Corde” (Con corazón de padre) ha declarado el año de SAN JOSÉ, que concluirá el 8 de diciembre de 2021.
Si existe un santo al que se le tenga devoción a nivel universal, este es san José. El día 19 de marzo celebramos la fiesta de san José, padre putativo de Jesús. San José es patrono de la Iglesia Universal, de la familia, de los padres, de las mujeres embarazadas, de los inmigrantes y refugiados, de los seminaristas, de los viajeros, de los trabajadores, de la buena muerte (atribuyéndosele el haber muerto en brazos de Jesús y María). Además, es protector de numerosas órdenes religiosas y patrón de países como Canadá, Filipinas, México, Perú, etc…
Pero ¿qué sabemos de él? Lo primero que nos llama la atención es que los Evangelios no recogen ninguna palabra de san José.
San Mateo al repasar la genealogía de Jesus (Mt 1,16) cita a san José como hijo de Jacob y esposo de Maria, de la que nació Jesús, llamado Cristo. La genealogía en san Mateo es descendente, comienza con Abraham y acaba en Jesús. En cambio en san Lucas en su genealogía que es ascendente, comienza por Jesús y termina por Adán hijo de Dios. Dice que San José es hijo de Helí (no de Jacob).
Conocida es la historia de san José en relación con la Virgen María. José y María habían elaborado un proyecto de vida en común, pero llega Dios y de repente parece romperles ese plan de vida.
San José y la Virgen María primero fueron novios, es decir que estuvieron desposados. Entre los judíos este estatus social de compromiso antes de casarse era tan importante que al novio se le llamaba “esposo” y la novia no podía quedar libre si no era por el repudio del novio.
Bien pues fue en esta fase de desposados cuando María queda encinta por obra del Espíritu Santo. Y san José hombre justo, no quiso denunciar públicamente a María, sino que decidió separarse de ella de una manera discreta. En esa época si una novia quedaba encinta sin estar casada era una deshonra no sólo para la familia, sino también para el novio. La Ley judía preveía el libellus repudii, es decir, el proceso de culpabilidad y de punición mediante el repudio de la mujer por parte del marido/novio.
Pero san José que como acabo de afirmar era un hombre bueno, decide casarse con ella, recibirla en su casa, consiguiendo con ello salvar la honra de María, aunque la repudiara en silencio. Y es en este estado de dudas cuanto a San José se la aparece en sueños un ángel del Señor y le dijo:
“José hijo de David, no tengas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados… Cuando José despertó del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, recibió en su casa a María su esposa. La cual, sin que él antes la conociese, dio a luz a su hijo, al que puso por nombre Jesús”. (Mt 1,20-24)
Sabemos que no fueron fáciles los comienzos de la Sagrada Familia, al tema del divino embarazo de María hay que unirle las circunstancias en las que nace Jesús. Debido al decreto de Augusto el emperador romano en el que se disponía que todos los habitantes del imperio debían empadronarse cada uno en su ciudad natal, San José y la virgen se dirigen desde Nazaret a Belén. Ella estaba en avanzado estado de gestación y sucedió que mientras estaban se cumplieron los días del alumbramiento y dio a luz a su hijo, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre porque no tenían sitio en el albergue (Lc 2,4-7)
Desde luego, para un padre este no es entorno más deseado para que su esposa dé a luz: en el pesebre de un establo. ¿Quién de nosotros querría algo así para la madre de nuestros hijos?
Por si fuera poco, Herodes quiere acabar con la vida del recién nacido, y de nuevo san José es avisado por un ángel para que coja a Maria y al niño y huyan con lo puesto a Egipto. Mateo nos narra la escena:
“Cuando ya se habían ido los Sabios de Oriente (también avisados por el ángel), un ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: ‘Levántate, toma al niño y a su madre y huye con ellos a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar el niño para matarlo’. José tomó al niño y a la madre y partió de noche con ellos camino de Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes”. (Mt 2,13-15)
A la muerte de Herodes (unos cuatro años después de la huida a Egipto) a san José se le vuelve a aparecer en sueños el ángel y le avisa que ya puede volver, pero como en Judea reinaba Arquealo uno de los hijos de Herodes, tuvo miedo y se instalaron en Nazaret de Galilea, lejos de Belén y de Jerusalén.
San José, como nos narra San Lucas (2,52) vio a Jesús progresar día tras día en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres, pero también tuvo días malos, como cuando al regreso del viaje que hicieron a Jerusalén a visitar el Templo, Jesús estuvo perdido para sus padres durante tres días, estuvo desaparecido tres largos días, porque se había quedado en el Templo discutiendo con los sacerdotes. ¿Se imaginan que disgusto debieron tener tanto san José como la Virgen María?
Pero si hay un rasgo que me ha impresionado de san José es su obediencia a Dios. Dios a través de los ángeles se le aparece cuatro veces, y él jamás vacila en cumplir las órdenes de Dios. Acepta no denunciar a su esposa, toma al niño y a María y huye a Egipto, cuando muere Herodes de vuelta a casa, pero ante el peligro que supone Arquelao se fue a vivir a un pueblo llamado Nazaret. Acatando en todas las ocasiones los mandatos de Dios. Y todo por el bien de su esposa y de su hijo, la encarnación del Verbo.
Ojala san José en este año dedicado a su persona, nos proteja en estos tiempos tan duros que nos está tocando vivir y que podamos seguir su ejemplo de esposo ejemplar y padre entregado.