¿Adónde te escondiste, Amado?
| Orar teniendo como fuente las tres virtudes teologales es algo que no cuesta expresar con palabras cuando uno se encuentra a pocos días de ser ordenado sacerdote. Orar desde la fe, la esperanza y la caridad es pasar por la puerta estrecha de la fe, es sentirse alentado por la esperanza y dejarse amar por Él.
Así de difícil y así de sencillo a la vez. Para ello, es decir, para encontrarnos con el Señor en la oración desde las tres virtudes teologales, os propongo un compañero de camino que, al menos a mí, me alienta y ayuda a entrar más adentro en la espesura de la intimidad con Dios. No puede ser otro que San Juan de la Cruz. Este gran enamorado de Dios que sabe esperar a su Amado y soportar su ausencia en pura fe puede ser quien nos ayude en esta tarea. Os invito a imbuiros en la primera estrofa de su Cántico espiritual:
¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando y eras ido.
¿Adónde te escondiste? El alma, es decir, el orante, busca a Dios, porque siente que no lo tiene cerca, que se encuentra ausente y fr. Juan nos dice que tenemos que buscarlo en fe y amor y en lo más escondido “porque la fe, son los pies con que el alma va a Dios, y el amor es la guía que la encamina… Muy bien haces, ¡oh alma!, en buscarle siempre escondido… pues es Dios inaccesible y escondido siempre le has de tener por escondido y le has de servir escondido en escondido” (Cántico espiritual, 1,11-12).
Esta huida del Amado como un ciervo en pleno monte nos deja heridos y llagados de amor porque no lo hallamos. Pero si somos orantes sabemos que esta herida sanará en algún momento.
Como podéis ver nada mejor que tomar de la mano a fr. Juan de la Cruz y leer juntos su Cántico espiritual para encontrarnos con Dios en la oración desde la fe, la esperanza y el amor.