Una Iglesia a contracorriente

| A veces es más fácil dejarse llevar por la marea, dejar que nuestro cuerpo flote en el mar y nos arrastre… pero quién sabe dónde acabaríamos entonces. Si estás leyendo esto es porque no eres de los que se deja llevar por los goces de esta vida, sino de los que luchan por llegar a la otra orilla. La vida es más que arrastre, es ilusión, es fortaleza, es profundidad, es alegría plena que repartir. La Iglesia necesita de ti, de tu mejor versión.
Puede sonar a tópico, pero muchas veces sentimos que no importa faltar una vez a misa, al consuelo de un amigo, a la sonrisa de unos padres… Es cierto que debemos buscar nuestra felicidad pero también saber enfocar esta búsqueda. No somos más felices poniendo primero nuestros caprichos o comodidades, sino dejando ser protagonista al Jesús que habita en mí al ser yo su morada.
El mundo ahora está cegado por el materialismo, el egoísmo, la falta de fe. No obstante, en esa multitud hay personas que luchamos por marcar la diferencia según su Voluntad. Reflexionemos sobre lo que creemos, ¡no seamos tibios! Así, sepamos que optando por Él jamás estaremos solos, pues firmó una Alianza con su Iglesia que se renueva cada día al partir el pan de la Eucaristía.
Teniendo en cuenta estas ideas, centrémonos en lo importante: yo quiero pertenecer a ella y creer pero, ¿cuál es mi papel en esta Iglesia? Lo primero es saber que no hay que pensar en el futuro, nuestra misión es la que nosotros elegimos cada día. No se trata de casarme o no dentro de muchos años, sino cuál quiero que sea mi estilo de vida hoy. Yo, en mi instituto, universidad o trabajo, puedo ayudar a que el mundo sea un poquito mejor. Solo tenemos que apostar por Él ayudando a nuestros compañeros, estudiando con alegría. Si soy músico, puedo tocar con el mayor amor posible o, si se me da bien dibujar, puedo evangelizar de este modo. Debemos recordar que no hay que hacer grandes sacrificios, sino ser cristianos allá donde vayamos. Seamos las manos, la boca, los ojos y los oídos de un Dios que derrocha simpatía, dulzura y alegría.
Ahora va entrando el verano, época de salir con amigos, de disfrutar, de dormir hasta las 14:00 de la tarde, de ir a la playa. ¿Querrá Dios quitarnos todo eso que nos hace felices? De cierto sabemos que no es así, que nos creó para darnos la oportunidad de llenar nuestras vidas. Por otro lado, sería muy cómodo seguir mis planes todo el día, todos los días, desentenderme de los demás y ser plenamente feliz, pero siento decir que eso es imposible, no vas a ser feliz de verdad buscando únicamente tu propia felicidad.
Es necesario que salgamos y disfrutemos, pero no debemos olvidar quienes somos, no nos dejemos moldear para encajar. Si es domingo y sientes la necesidad de comulgar el cuerpo de Cristo no tienes que seguir lo que hacen los demás y olvidarte de ello. Si sales, lleva a Cristo contigo, los cristianos tenemos un sello diferente y eso no se quita según la época del año, el día o el lugar en el que estemos. De hecho, en esos ambientes podemos evangelizar mucho más. ¡Aprovechemos esa oportunidad! El contador de nuestra vida no se para en verano, sigamos siendo nosotros, sigamos teniendo a nuestro Señor que nos ama como guía de nuestra vida. Solo así todo lo demás cobrará sentido. ¡Surfeemos a contracorriente este verano y llevemos a Dios en nuestra tabla para que nos guíe!