Anoche soñé
Anoche soñé que te veía
postrada ante Ti, Belleza Infinita.
Supe que ante mí tenía
al Rey de Reyes,
al Corazón sin medida.
Por un momento sentí
mi corazón en tus brazos,
tu latido en mi vida.
Tu Corazón y mi Nada
inclinó la balanza.
No hubo peso que la igualara.
Pero al ver mi Nada
envuelta en tu Sangre cálida,
no tuve miedo al hoy,
no tuve miedo al mañana.
Alcé la mirada en vano,
tus ojos ya habían
acariciado mi llanto.
Enrojecieron mis mejillas,
temblaron tus manos,
al aceptar mi vida,
al recoger mis fracasos.
Tan débil y frágil
me viste,
que en cristal pensaste
me había transformado.
Dulce Corazón,
néctar eterno,
delicada y suavemente,
en Ti me regalaba.
Llegaron mis dudas
ante tanto honor recibido,
¿qué tenía yo,
en qué te habías fijado?
Si la más pequeña de
las espinas en Ti clavadas
era más fuerte que mi Nada.
Corazón espinado,
fuente de esperanza,
me dejaste ser astilla
que entrelazara mi pecado.
Me hiciste púa verde
para rasgar la guitarra,
con dedos dóciles
ante la Melodía Santa.
Y ahora que despierto
en la mañana,
siento un dolor ausente:
Mi Nada ya desaparece,
Tu Corazón ardiente
me protege.