Un adiós
Naciste como árbol fuerte,
ramas de corazón,
vida dura en ti formaban
llena entonces de ilusión.
Llegaron las primeras lluvias
la tierra te ablandeció
las raíces húmedas ataron
tu vida al terrón.
La siguiente borrasca
sin hojas te dejó
y el posterior huracán
te tumbó.
Luchabas por levantarte
entre el peso del dolor
pero tu cuerpo,
poco a poco, cedió.
Los hombres fijaron cuerdas
a tu madero de pasión.
Te soltaste de ellos
con cuidado y sin razón.
No pudiste soportarlo
y la última cuerda se rompió.
El cuchillo de tu vida
al fin apareció.
Nadie supo de tu miedo,
e ignorante de tu voz,
sin saber cómo ayudarte,
el mundo te abandonó.
El Cielo llora hoy tu vida.
Entristecido quedó
Aquel que te dio la vida,
Aquel que te perdonó.
Con tu amargor no veías
a Aquel que te regó,
a Aquel que con cuerdas
te sujetó.
Dejaste que sus lágrimas
ahogaran tu razón
sin poder darle con valentía
Tu corazón.
Hoy te lloramos todos,
la mano al pecho pidiéndote perdón.
Nadie te culpa del miedo
que por tu sabia creció.
Y Aquel que lloró tu vida
hoy en tu vuelo te recogió.
Y tu Madre que todo vio
desde el cielo a besarte acudió.
Ahora naces de nuevo
a un Dios que te llamó
para liberar tu angustia
y darte, como siempre ha querido,
su eterno Amor.