Caminar hacia el Corazón de Cristo

Sagrado Corazón de Cristo

Fr. Rafael Pascual Elías, OCD | Hay muchos métodos para meditar en nuestra vida la presencia de Dios. Cada escuela tiene una manera, según los maestros espirituales que conducen este itinerario espiritual. Basta recordar a los grandes orantes que han abierto caminos seguros y certeros en esta dichosa ventura de entrar en lo más íntimo de Dios. Ahí tenemos a santos de la talla de Domingo de Guzmán, Francisco de Asís, Pedro de Alcántara, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Ignacio de Loyola, Juan de Ávila, y otros muchos que no están canonizados pero nos ayudan igualmente en esta tarea y cuyas vidas y escritos nos han legado modos a cual mejor para meditar en nuestro día a día.

Lo que ha de quedar claro es que el método es un modo, entre tantos; no podemos quedarnos en él sin más y no avanzar. No es cuestión de decir mira qué bonito, qué estilo, qué original, etc. sino de apoyarnos en el que mejor nos ayude a meditar, a interiorizar, a vivir en profundidad nuestro encuentro con Jesucristo. Todos los modos de meditación tienen este fin y sino no son tales, por lo que habrá que desecharlos. Cristo en el centro de todo y nada más. Sólo Dios basta.

Hay que caminar al encuentro con Dios y la clave es dar pasos a la luz del Espíritu Santo en nuestra vida de oración por el camino que es único: el Corazón de Cristo. No basta con empezar, una vez escogido el método de meditación, tenemos que acostumbrarnos a él y ejercitarlo. Para no desviarnos y perdernos contamos con la potente e iluminadora presencia del Espíritu Santo que es el Maestro de los maestros espirituales. Cualquier modo de meditación sin Espíritu Santo es nada; no tiene raíces fuertes de las que puedan brotar robustos árboles sobre los que otros puedan acercarse al sabroso fruto de la oración. Al final llegamos a nuestra meta: el Corazón del Hijo.

El Corazón de Jesús es el único camino y a la vez culmen del sendero orante. El que medita, crece en amor a Jesucristo y cada día quiere estar más cerca de Él. Es normal, el que no se lo crea que haga la prueba. Pero cuidado, la meditación no es el grado sumo de la oración, luego llega la oración contemplativa que es la unión plena con Dios. Lo que ahora tratamos es una etapa importante para crecer en intensidad de nuestra oración y empezar a gustar los caminos del Espíritu que el Padre nos muestra para que atisbemos lo que podamos a través del Corazón abierto de su Hijo en la Cruz. Acerquémonos a ese Sagrado Corazón para que al progresar en nuestra vida orante lleguemos algún día, si Dios nos lo concede, a poder decir como el gran difusor del amor al Corazón de Cristo, el Beato Bernardo de Hoyos, que al consagrase al Sagrado Corazón “conocía que Jesús recibía mi nombre en su Corazón”.

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