Dadles vosotros de comer

, Presbítero
Mt 14, 16
Estoy seguro que estas palabras no son extrañas para vosotros y que rápidamente os habéis situado en el contexto: una gran multitud de personas que han seguido a Cristo, están cansados, tienen hambre, y los discípulos trasmiten su preocupación al Señor.
Cristo les contesta con estas palabras, que tal vez los discípulos llenos de asombro, no entendieron y se sintieron incapaces de llevar a cabo esa misión que les estaba encomendado.
Estas palabras no pueden ser extrañas para nosotros. El Corazón de Cristo nos necesita para continuar su obra redentora en el mundo, y se vale de nuestra pobreza para poderla hacer realidad en medio del mundo y de los hombres de nuestro tiempo.
Nos está invitando a salir de nosotros mismos, de nuestras comodidades y poner lo que tenemos y lo que somos al servicio de los demás. Aquí está el éxito de la evangelización en nuestro tiempo, el ser capaz de vivir la generosidad también en el anuncio del Evangelio.
Vemos claramente que con el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces nos invita a descubrir que el deseo del Corazón de Jesús es saciar el hambre de los hombres y convocarlos en una fraternidad en la que sepan compartir cada uno lo que tiene, aunque aparentemente parezca escaso.
El milagro se produce cuando hay generosidad y entrega. Es así, como podemos seguir cumpliendo la misión que Cristo nos encomienda y dar de comer, dar testimonio, preocuparnos por las necesidades de los demás…
En el anuncio del Evangelio no podemos tener miedos o hacer cálculos como Felipe, sino que hemos de pensar en que lo que hemos recibido gratis tenemos que darlo gratis. De ahí nuestro interés porque Cristo sea conocido y sea amado. Únicamente desde estos cálculos, los de la gratuidad, tendremos éxitos en nuestra tarea evangelizadora.
Por tanto, una vez más descubrimos que el Corazón de Jesús nos necesita, que necesita nuestras manos, nuestros pies, nuestras palabras para llegar a todos los hombres y anunciarles el amor y la misericordia de Dios. Tenemos que convertirnos en instrumentos de evangelización, instrumentos, muchas veces inútiles, pero que el Señor se encargará de sacar el mayor provecho posible.
Hay que hacer una vez más como hicieron los discípulos del Señor que ponen en manos de Cristo sus pocos panes pues sólo Él los puede multiplicar (sólo Él es capaz de convertir a las almas, de tocar el corazón de los amigos a quienes deseamos el bien…). Por consiguiente, tenemos mucha tarea, no perdamos el tiempo y seamos generosos con el Corazón de Cristo que en estas circunstancias de tu vida te susurra en lo íntimo de tu corazón: dale tú de comer.