¿Eres tú el Rey?

“¿Eres tú el rey?”
¡Cómo no decir nada ante el viejo sanedrín!
Con una sola palabra tuya se llegaría al fin,
pero Tú enmudeces… tu Corazón comienza a hablar.
“¿El rey de los judíos?”
El rebelde Barrabás recoge tu libertad,
de asesino a hombre libre por un sencillo azar,
entre el asombro del pueblo y la envidia del que más.
“¡Crucifícalo!”
Por ser rey, por ser judío, por no reconocer la Verdad.
Los hombres quieren verte postrado y alzado,
Incomprensible dualidad.
“¿Qué mal ha hecho?”
Treinta monedas te vendieron.
Treinta y nueve latigazos justificaron “tu mal”.
No hay número que cuente tu perdón a la humanidad.
“¡Salve, rey de los judíos!”
Ropas de una cuadra visten ahora de púrpura al Rey.
Cada espina de la corona es un mal que yo lancé.
Cada una que clava tus sienes es gromo de perdón en tu Corazón.
“La Calavera”
Reparten tus ropas a suertes, escrito está que no se romperán.
Vino ofrecen al Rey de la Vida, al mismo que vino ofreció en Caná.
Comienzo y fin de una historia que no tiene final.
“INRI”
Era la hora tercia, la hora de un triste acabar.
Dos bandidos a tu lado crucificados, el bueno y el malo que llamarán.
El bueno estará hoy en tu Reino, el malo no lo verá jamás.
“¡A otros ha salvado!”
Injurias y burlas bajo tus pies vuelves a oír.
Es ahora el hombre el que se inclina sin saber.
Es la hora sexta, la tiniebla cubrió al Rey.
“¿Por qué me has abandonado?”
Era la hora nona, Eloí clamaste con potente voz.
Ya no es vino lo que te ofrecen, sino vinagre en tu Pasión.
Un fuerte grito lanzas al Cielo, tu cuerpo ya expiró.
“Realmente este hombre era el Hijo de Dios”
El mundo entero ante tu muerte enmudeció.
El velo del templo que todo lo esconde, en dos se rasgó.
Ya no hay secretos para el mundo, solo un Dios de Redención.
“Era la hora nona, la hora en que todo empezó”