¡Cristo sigue muriendo por ti!

| Durante la Semana Santa recordamos la pasión, muerte y Resurrección de Cristo que, más allá de un hecho histórico, es una realidad que se manifiesta en nuestras vidas con el dolor del pecado y la alegría de tener a Cristo vivo a nuestro lado. Más aún, en la Eucaristía, Cristo nos entrega Su cuerpo y sangre hoy en día. Este sacramento a veces lo miramos desde unos ojos acostumbrados a comulgar, sin darle más vueltas al asunto. Sin embargo, es necesario recordar lo que padeció y afrontó Cristo para saber la medida de Su Amor por ti. Es cierto que sucedió mucho antes de que tú nacieras, pero ten por seguro que volvería a morir por tu pecado hoy para salvarte. En su cruz están presentes los pecados de todas las personas del mundo, independientemente de su raza, religiosidad o época histórica.
El Señor padeció una pasión muy dura desde su oración en Getsemaní hasta su muerte en la cruz. Cristo portó los males del mundo por amor, sin embargo, nosotros debemos preguntarnos: ¿correspondo yo a ese amor? Él ya padeció el dolor de la corona de espinas, el de los latigazos…pero sigue sufriendo cada vez que miramos hacia otro lado y rechazamos este amor. No se llevará ir a misa o confesarse o no insultar a quien te daña…pero Cristo lleva toda una eternidad esperando que tú lo ames y estés con Él, ¿a quién le importan las modas si Dios te ama hasta el extremo?
Nosotros también llevamos cruces en nuestra vida; nuestros pecados, problemas, dolores, preocupaciones, tristezas…pero no somos dioses, necesitamos de su Espíritu para cargar con ellas. Por eso, dejemos esas cruces en sus manos y unámonos a Él en su sufrimiento. Ahora bien, ¿qué celebramos cada día y cómo podemos sentirnos más unidos a Él en estos días?
En el Jueves Santo recordamos el acto con el que Cristo lavó los pies a los discípulos, mostrando el amor tan inmenso que siente por cada uno de nosotros y siendo el mayor ejemplo de humildad. Además, conmemoramos la institución de la Eucaristía, reafirmando la presencia viva de Cristo para siempre en nosotros, y un acercamiento a toda persona de la historia que necesite de su alimento. Definitivamente, se da a conocer como el Pan de Vida eterna y el Cáliz de Salvación.
Asimismo, Jesús es apresado en el monte de los olivos mientras los apóstoles se quedan dormidos. También nosotros somos los amigos que se duermen mientras le llega su hora a nuestro Dios, quienes lo niegan como Pedro cada vez que pecamos. No dejemos solo a Cristo esta noche en que conmemoramos esta agonía, hagámosla nuestra y démosle el consuelo que tantísimo merece.
En el Viernes Santo se conmemoran los acontecimientos desde la condena a la crucifixión de Cristo. Es un día de luto y ayuno espiritual, centrándonos en permanecer al pie de Su Cruz. Es necesario que seamos conscientes del dolor que le han provocado y siguen provocando nuestros pecados y rechazos. De igual manera, sintamos el amor inmenso que nos profesa, llegando a dar Su Vida para abrirnos las puertas del Cielo.
El Sábado Santo es el momento de unirnos a nuestra Madre, la Virgen, que, esperanzada, aguarda la Resurrección de Dios. Es un día de recogimiento interior, difícilmente llevado a cabo en nuestro día a día, para prepararnos mejor a la Vigilia Pascual. Por último, el domingo de Resurrección celebramos que Cristo vence a la muerte y resucita para permanecer para siempre en nuestros corazones. Entonces es cuando podemos comprender el misterio de la Cruz y confiar plenamente en que, lo que aparentemente es una derrota, resulta la mayor de las victorias, pues “nada hay imposible para Dios” (Lucas 1, 37).
Así, con ferviente fe, renovamos las promesas de nuestro Bautismo y experimentamos que la Iglesia se mantiene viva, gracias a la presencia de un Cristo triunfante. Es nuestro momento, dejemos que renueve nuestras vidas y acojamos el mensaje de Amor y Esperanza que Dios nos envía con la Resurrección de Su Hijo. Por tanto, vivamos conscientes de que Su Amor se hace tangible y más vivo que nunca gracias a su sacrificio en la Cruz. La muerte ya no tiene poder cuando nos unimos a Él. Sintamos su pasión, muerte y Resurrección en el fondo de nuestro corazón y mantengámonos firmes al pie de su Cruz como Él lo hace en nuestra vida. Experimentemos estos momentos en nosotros cada día de nuestra vida y, más aún, esta Semana Santa tan atípica. ¡Digamos gozosos que Cristo Vivo es el centro de nuestra vida y la cruz, el símbolo del amor!