¿Dudar es pecar?

Orando

Beatriz Olivares López | Agosto… mes de atardeceres, de JMJ, de nuevas energías… Quizás no lo veamos siempre así de bonito ni tengamos claro que todo va a ir bien. Hay momentos en que no sabemos qué pasará, qué nos deparará el futuro y eso de confiar y dejarnos llevar a veces se nos hace cuesta arriba. Queremos tener todo controlado porque somos humanos y la incertidumbre nos da miedo. Lo que nos hace fuertes es que reflexionamos, dudamos y nos reafirmamos, pero es importante no saltarnos el primer paso ni el último.

Nacemos y crecemos junto a personas que marcan nuestra forma de vivir y de pensar pero llega la adolescencia y nos preguntamos: “¿quién soy?”. Esta duda nos acompaña mientras vamos forjando nuestro carácter con las adversidades. Nos toca elegir qué trabajo o estudios queremos alcanzar, lo que nos lleva a seguir reflexionando: “¿qué me hará feliz?”. Y aunque creamos saberlo, tenemos miedo. Como dice mi madre, “nos da vértigo”. En estos procesos nos van apoyando las personas que tenemos a nuestro lado, pero escogerlas y luchar por ellas también conlleva una decisión personal.

Lo mismo sucede con nuestra vida espiritual. Sabemos que Cristo nos ama, nos sale acudir a Él y confiar en que siempre va a estar a nuestro lado, pero nos da miedo y a veces dudamos. ¿Es la duda un pecado? A lo largo de la Biblia vemos ejemplos de personas que dudaron de Cristo, y esto les hizo fallar, empezando por el pecado original de Adán y Eva. En Romanos 10:14 se nos dice: “¿cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?”

Sin embargo, Dios siempre nos ha dado libertad para reflexionar y elegirlo voluntariamente. De hecho, es bueno que seguir a Cristo sea una decisión personal y meditada. Este miedo, incertidumbre o reflexión a veces nos lleva a rechazarlo en alguna etapa o momento de nuestra vida, de ahí que sean muy conocidas las obras de santos protagonizadas por pecadores arrepentidos. También lo podemos ver con ejemplos concretos a nuestro alrededor o en pasajes bíblicos, como cuando Pedro niega tres veces a Cristo.

La fe no debe ser una presión sino una forma de vivir. No sustituye a la ciencia ni a la razón, a los placeres ni al conocimiento, sino que, como en la literatura española, el arte está en la mezcla de tendencias y en que todas se complementan y equilibran. A lo largo de nuestro día hacemos muchos actos de fe sin darnos cuenta de que se entrelazan con nuestra vida cotidiana: cuando preguntamos una dirección por la calle, cuando no tenemos que mirar la elaboración para saber quién hizo la comida, cuando nos fiamos de quienes nos dicen dónde nacimos o de qué manera, cuando confiamos en que otra persona ha cerrado el coche… Puede parecer muy distinto a nuestra fe en Dios pero realmente creer en Él también es abandonar nuestras dudas porque sabemos que no nos va a fallar. Y, aunque a veces nos cueste, siempre podemos reafirmarnos e intentar de nuevo deshacernos del miedo humano.

Por último, debemos tener en cuenta que la duda del cristiano debería ser una duda de doble cara: por un lado, incertidumbre, pero, por otro, la búsqueda de la verdad, cuyo ejemplo puede verse en San Agustín. En mi colegio cantamos una canción que expresa la duda de este santo: “¿dónde está Dios? Sé que todo lo ha hecho él, pero, ¿dónde está Él?”. San Agustín entonces encuentra a un niño que le dice: “Yo lo encontré, vive dentro de mí desde que en Él creí”.

Espero que nos animemos juntos a seguir reflexionando, dudando y reafirmándonos en Cristo porque Él vive dentro de nosotros y no nos va a fallar, aunque a veces nos cueste verlo. Sin duda, la manera de descansar de las preocupaciones es fiarnos de Dios, de que todo saldrá según su voluntad. ¡Feliz mes de atardeceres y nos vemos en la JMJ!

Anterior

De Lisboa al cielo

Siguiente

La Santa Faz