Close friends

Amigas

Beatriz Olivares López | El frío de diciembre y enero va dando paso a un sol distinto, al del mes de febrero. En él empezamos la Cuaresma, un período de búsqueda de paz interior, lo que hoy en día nos cuesta tanto conseguir. En estos momentos de reflexión, uno de los aspectos que más nos perturban es la amistad. Profundicemos en esta pregunta: ¿tiene sentido que el amor a los amigos se vuelva una perturbación? A menudo la amistad nos frustra porque no se corresponde con la idea que tenemos de ella.

Según el diccionario de Oxford, la amistad es una “relación de afecto, simpatía y confianza que se establece entre personas que no son familia”. Afecto podemos tener a muchas personas, y más aún simpatía, pero, ¿confiamos en todos a los que llamamos amigos? Por otro lado, la RAE da dos definiciones “afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato” y “afinidad, conexión entre cosas”. Parece que hablamos de estadios distintos dentro de una relación: afecto y afinidad.

Cuando somos pequeños, para referirnos a algún compañero de clase o de juego empleamos siempre este término. Con el tiempo, cada uno toma su camino y llega un momento en el que no hay clases ni actividades que nos unan a ellos. Sin embargo, habrá otras que nos unan a personas distintas que también nos puedan aportar. Es fácil mantener relaciones con los que vemos periódicamente. Sin embargo, ¿es la actividad en común la que nos hace amigos o es “amistad” porque compartimos rutina?

Según lo que respondamos a estas últimas preguntas veremos de qué tipo de relación se trata. Tenemos grupos numerosos de personas con las que salir, aquellos a los que conocemos de toda la vida, los que nunca vemos pero sabemos que están ahí, a los que tenemos en “close friends” de Instagram y otros muchos casos concretos. Así, hay personas con las que preferimos hacer cosas concretas porque nos aportan algo en ellas, como la persona graciosa a la hora de salir de fiesta o la que se entera de todo cuando hablamos de cotilleos. Cada relación nos hace crecer y conocer diferentes puntos de vista pero, ¿todas ellas son amistad?

Últimamente he estado preguntando a personas de mi entorno qué consideran que es la amistad. Algunos han valorado la conexión que los amigos sienten entre sí y otros la importancia de saber que están a pesar de que no se vean. En sus opiniones destacan el respeto y la alegría de poder ser uno mismo con ellos. Todos coinciden en que son aquellas personas con las que compartimos sentimientos y que están para nosotros cuando los necesitamos. Uno de ellos subrayaba que estas personas pueden fallarte pero lo importante es que la amistad prevalece sobre el enfado. Esto es muy importante porque a veces se nos olvida que las personas en quienes confiamos también son humanas y cometen errores, pues nuestro miedo a perderlos hace que les exijamos ser perfectos. Si pensamos bien, a los que tenemos en mejor estima son aquellos a los que apenas vemos, porque tienen menos posibilidad de fallarnos, pero también menos de hacernos felices. A raíz de estas respuestas observamos cómo, aunque utilicemos la palabra amigo para muchas personas, realmente consideramos a muy pocas como tal.

Por otro lado, también les pregunté qué concepto creen que tiene la gente sobre la amistad, lo que contrasta bastante con sus propias definiciones. Opinaban que los demás relacionan este término con los compañeros de fiesta o buenos momentos, y con aquellos que tienen pensamientos y gustos similares a los suyos o que simplemente le siguen la corriente. También decían que se suele olvidar lo realmente importante: estar para los que quieres en los momentos difíciles.

Es decir, es común que lo que se busque, más que amigos, sean conocidos: personas con las que tener actividades en común y con las que entretenerse para evitar centrarse en los problemas que se les presentan y no sentirse solos en el día a día. Sin embargo, en los malos momentos sí tienden a sentirse así y no fiarse de los demás. Según Henry Ford, “mi mejor amigo es el que saca lo mejor de mí”, pero a veces no nos abrimos lo suficiente con los demás para permitírselo. Lo más sencillo es cerrarse en sí mismos o en alguien cercano, pero a la larga se necesita el apoyo y cariño de otras personas y, para ello, hay que darles la oportunidad de entrar en nuestras vidas; de ser close friends pero en la vida real. Otro pensamiento recurrente en la amistad es “no quiero molestar”, pero tener un amigo y cuidarlo no cuesta, al revés, nos hace felices a la vez que fortalece nuestro bienestar mental e incluso físico.

Un gran ejemplo para mí es el de mi abuela con sus amigas, porque se ve que se quieren, animan, y apoyan entre ellas. Sin duda, la amistad las hace más jóvenes y felices. Me recuerda a los primeros cristianos que abandonaban sus vidas para seguir a Cristo y forjaban una amistad familiar. Ellos “comían juntos con alegría y sencillez de corazón” (Hechos 2:46-47). Acordémonos de ellos para llenarnos de la amistad desde la sencillez y el cariño, que siempre es más fácil cuando Dios está en medio de ella. ¡Feliz mes de febrero, amigos!

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