Terminó la Navidad. ¿Ahora, qué celebramos?
, Diácono permanente | Va a ser cierto ese adagio que dice: “el tiempo vuela” o “tempus fugit” que diría un latino. Lo cierto es que hace apenas unas semanas los cristianos de todo el mundo estábamos celebrando la Natividad y la Epifanía de Señor. Y con la festividad del Bautismo del Señor dimos por terminada la Navidad. Un tiempo en que como comentaba en mi anterior colaboración, nuestro corazón estaba lleno de deseos de felicidad hacia nuestros semejantes. Un tiempo en el que celebrábamos nuestra creencia en el Creador hecho hombre. Porque nuestra fe nos prepara para la llegada del Niño Dios en nuestro corazón. Y precisamente esa fe, ese don gratuito de Dios es la que debemos tener presente cuando celebramos el nacimiento del Niño Dios.
Pero aún queda mucho para la próxima Navidad, y ¿hasta entonces que hacemos los cristianos? ¿No tenemos nada que celebrar? Pues claro que sí. Y por eso voy a reflexionar brevemente sobre las fiestas y solemnidades que hasta el próximo verano podremos vivir nuestra fe. Del resto de fiestas hasta la próxima Natividad ya lo haré en otra colaboración.
La primera de esas fechas es el miércoles de Ceniza (22 de febrero), ese día dejaremos el tiempo ordinario para dar paso a la Cuaresma. Serán cuarenta días de preparación por el que se asciende al monte santo de la Pascua, como lo describe el Ceremonial de Obispos. La Cuaresma es el tiempo que precede y dispone a la celebración de la Pascua. Es un tiempo de escucha de la Palabra de Dios y de conversión, tiempo de preparación y de memoria del bautismo, tiempo de reconciliación con Dios y con los hermanos, es tiempo de oración, ayuno y limosna.
El domingo 2 de abril celebraremos el Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, día en que comienza la Semana Santa. Lo más característico de este domingo es la conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén. Esa entrada triunfal a lomos de un borrico, nos indica que ha llegado la hora de Jesús como Mesías y Siervo, para que realice su entrega pascual para la salvación de la humanidad.
El viernes 7 de abril comenzará el Triduo Pascual, que finalizará el domingo de Resurrección, día en que el Señor ha vencido a la muerte. El Triduo pascual de la Pasión y Resurrección de Señor es el punto culminante de todo año litúrgico, que da paso al llamado tiempo Pascual. Todo este periodo pascual debe ser celebrado con alegría y exultación como si se tratase de un solo y único día festivo, más aún debemos celebrarlo como dijo San Atanasio: “como un gran domingo”.
Durante cincuenta días después del domingo de Resurrección y antes del domingo de Pentecostés que indica el fin del tiempo Pascual, los cristianos celebraremos el domingo de la Divina Misericordia y la Ascensión del Señor.
El domingo de la Divina Misericordia que este año será el segundo domingo de Pascua (16 abril) es una fiesta que fue instituida por san Juan Pablo II, para recordarnos que Cristo es la Fuente de la Misericordia. Santa Faustina Kowalska, religiosa polaca, a la que el Señor se le apareció en varias ocasiones, escribió en su diario: “Dios es misericordioso y nos ama a todos, y cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia”.
En la Ascensión del Señor, celebramos el regreso de Cristo que ha resucitado y vuelve a la casa de su Padre. Y esto precisamente es lo que celebramos este día, tal y como lo profesamos en el Credo: “subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso”.
El final de este tiempo pascual lo marca el domingo de Pentecostés, día que celebramos la llegada del Espíritu Santo sobre la comunidad de los apóstoles a los cincuenta días de la Resurrección de Jesús. Los apóstoles reciben el mejor don que el Señor hizo y sigue haciendo por su comunidad: su Espíritu. Un don que los sucesores de los apóstoles transmiten con la imposición de sus manos.
Y antes de la llegada del verano los cristianos aún tenemos tres fechas importantes que celebrar: la Santísima Trinidad, el Corpus Christi y el Sagrado Corazón de Jesús.
El domingo de la Santísima Trinidad (4 junio) la Iglesia celebra el dogma de fe sobre la naturaleza de Dios, tres personas distintas, pero un solo Dios. El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que el misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe: es la luz que los ilumina. (CIC 234).
El domingo del Corpus Christi o celebración del Cuerpo y la Sangre de Cristo, será el 11 de junio (el domingo siguiente a la Trinidad), es una fiesta que se celebra desde el año 1246 en Lieja, Bélgica y fue el papa Urbano II quien la extendió por toda Europa. Es una fiesta para honrar el sacrificio de Cristo en la Eucaristía, para adorar la presencia de Cristo en la Eucaristía.
La festividad el Sagrado Corazón de Jesús será el domingo 16 de junio. Es una devoción que pone al corazón de Cristo como símbolo del amor divino. Han sido muchos los santos y santas que han concebido el corazón de Jesús como centro de vida y expresión de entrega y amor total. La devoción al Sagrado Corazón se la debemos a santa María de Alacoque, monja francesa a quien se le apareció el Sagrado Corazón de Jesús. En España fue el beato Bernardo Francisco de Hoyos quien influyó notablemente en la difusión de esta devoción y consiguió que España se consagrase al Sagrado Corazón.
Es posible que haya olvidado alguna festividad, pero creo que lo importante es que los cristianos tenemos muchas ocasiones de dar respuesta al Señor, celebrando los acontecimientos y festividades que he citado u otros que haya omitido, porque eso es la fe: “dar respuesta a Dios”. Y con nuestro ejemplo, nuestro testimonio y nuestra oración haremos de este mundo un mundo mejor.