El papa humilde

| En estos dos meses, desde el último número que publicamos, la noticia más relevante para el catolicismo ha sido el fallecimiento de Benedicto XVI, el pasado 31 de diciembre. Su salud era delicada y cada vez llegaban más informaciones que hacían presagiar su muerte.
Desde su elección como papa no tuvo buena prensa en diversos sectores. Su perfil no era el de esos ídolos con pies de barro creados por los medios. A veces, alguien nos habla mal de otra persona y nos lo creemos sin más. Pero cuando dejas de lado los prejuicios y decides conocer por ti mismo a esa persona, puede que te lleves una sorpresa agradable.
Recuerdo que un amigo me regaló por mi cumpleaños un libro del por entonces papa, titulado El cristiano en la crisis de Europa. No era demasiado extenso, pero es uno de los mejores libros de espiritualidad que he leído. Lo que descubrí fue a un fino intelectual y a un hombre muy inteligente, cuyo pensamiento no se ajustaba a esa imagen distorsionada que algunos daban de él.
Algo que siempre me ha llamado la atención de este papa es el esfuerzo que tuvo que hacer tras ser elegido. Le gustaba la vida tranquila, con actividades como escribir, leer o escuchar música clásica. También era amante de los gatos. Su forma de ser se acomodaba más al puesto de consejero que había ocupado con Juan Pablo II. Sin embargo, con setenta y ocho años fue designado para llevar el timón de la barca de Pedro. Y eso implicaba una ajetreada agenda diaria y largos viajes a lugares en donde se dirigía a multitudes. No sé muy bien cómo aguantó aquel calor asfixiante de la JMJ de Madrid, que tenía mi tensión bajo mínimos.
Otro aspecto destacado de su pontificado está en que supo renunciar en el momento adecuado, algo poco habitual en un mundo plagado de dirigentes ávidos de poder. En su caso salió a relucir el carácter reflexivo de alguien más dado a la vida interior. Dejó paso a otro pontífice con más energía y luego respetó la autonomía de Francisco. Tal vez haya sido un papa de transición, pero ahí marcó el camino a seguir. Descanse en paz.