Nuestro -huerto de los Olivos- en 2023

| Ya huele a azahar e incienso en nuestras casas, nuestra querida Semana Santa ya inunda nuestros corazones. Tras esta Cuaresma, muchos esperamos ansiosos el ambiente en las calles, el sonido de las bandas y la salida de nuestras hermandades. Deseamos que llegue el momento en que nuestras imágenes se paren ante nosotros, las miremos cara a cara, pidamos por nuestras intenciones y demos las gracias. Tras esto, a veces seguimos nuestra ruta como si de una costumbre se tratara. En parte lo es, pero ¿en qué momento hemos tomado como costumbre ver imágenes de Cristo crucificado o de la Virgen llorando?
Llenamos de joyas a estas imágenes y las adoramos, pero, ¿recordamos el verdadero sentido de estas procesiones? Para los cristianos no puede convertirse en costumbre ver a nuestro Dios traicionado, herido y muerto.
Dios ha muerto por nosotros y ha sufrido para liberarnos del pecado y de la muerte, y, a menudo, lo vemos como un acto ordinario al que ya nos hemos acostumbrado. ¡Es preciso que lo experimentemos! No es un momento de la historia ni una simple tradición, ¡es un acto de amor que afecta a nuestro día a día!
A veces, con nuestros horarios repletos de compromisos, no somos conscientes de lo que sucede a nuestro alrededor ni de lo que sienten los demás. Eso mismo sufrió Cristo, que iba cargando con su Cruz en un día cualquiera en que pasaban por su lado muchos para seguir su ruta como si nada pasara.
Precisamente este no es un momento de tristeza y soledad. El mismo Dios sintió el dolor de quien había venido con el corazón abierto a salvarnos y se vio abatido y solo en el huerto de los Olivos. Uno de sus amigos lo traicionó, otros se quedaron dormidos, y, más adelante, renegaría de Él el Padre de su Iglesia. «Mas todo esto sucede para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron» (Mateo, 56). A Cristo le hirieron entonces pero hoy en día muchas personas siguen despreciando su figura, nuestro estilo de vida y a nuestra Iglesia. Si nos duele que entonces lo mataran, ¿cómo es que ahora parece que las críticas no van con nosotros?
Por tanto, es un tiempo de fe, de comprensión y, gracias a que Cristo resucita, un tiempo también de consuelo. Es el momento en que más reconfortados podemos sentirnos, nos damos cuenta de que nuestro dolor no es el único. Es normal que a veces nos desanimemos, los sentimientos son humanos, pero gracias a lo que experimentó Cristo, tenemos el consuelo de un Padre que, además de amarnos inmensamente, ha vivido en propia piel nuestros pesares y nos entiende.
Fijándonos en la cita de Mateo, podemos advertir un detalle importante: esto sucede para que se cumplan las escrituras. Cristo ya sabía que lo iban a traicionar y aún así les abrió su corazón, y, aún más, fue Cristo quien los llamó uno por uno. ¿Cuántas veces no dejamos entrar en nuestra vida a otros por miedo a que nos hagan daño? Y Cristo, a pesar de saber que se lo harían, quiso tener su amistad para demostrarnos que merece la pena.
De igual modo, Él no solamente los perdona sino que vuelve a abrirles su corazón y les da la misión de formar su Iglesia. Sería más fácil buscar a otras personas que suplan su cariño y empezar de cero que perdonar y volver a confiar, pero nos da una gran lección de vida que podemos trasladar a nuestros días. Hoy, que tenemos muchas facilidades, intentamos ir por el camino fácil, tendemos a desechar en vez de mejorar lo que ya tenemos. El suyo es un amor en la cruz madurado, al que aspiramos cada día.
Para lograrlo es necesario tener nuestro «huerto de los Olivos», nuestro lugar seguro donde sentirnos cerca del Padre y poner en sus manos nuestras vidas. Sea en una iglesia cercana, en una habitación o un parque, lo importante es que podamos tener nuestros momentos con Dios, que sintamos su consuelo y comprensión y le mostremos los nuestros. Así nos sentiremos más fuertes para superar lo que venga porque a los cristianos se nos ha acusado muchas veces de débiles, pero somos más valientes, pues mirar a Cristo cara a cara también significa aceptar su voluntad. Pasad una buena Semana Santa y sed felices porque Dios ha resucitado y, hoy y siempre, vive a nuestro lado.