Los últimos días de Jesús
, Diácono permanente | En este mes de abril todos los cristianos y los que no lo son disfrutamos de unos días de vacaciones, atribuidas a la llamada Semana Santa. Una semana que a partir de ahora cuando me refiera a ella la escribiré con mayúsculas en honor a nuestro Señor Jesucristo. Unos días en los que nosotros como cristianos somos conscientes de la importancia que deben tener en nuestra vida espiritual la vivencia de esta Semana. Una Semana que comienza el Domingo de Ramos en la Pasión del Señor y finaliza el Domingo de Resurrección (incluyo el Triduo Pascual) y como nos indica el Calendario Litúrgico-Pastoral editado por la Conferencia Episcopal Española, durante la Semana Santa, la Iglesia celebra los misterios de la salvación actuados por Cristo en los últimos días de su vida, comenzando por su entrada mesiánica en Jerusalén. Y lo celebramos en dos ámbitos: uno el litúrgico, y otro caracterizado por ejercicios de piedad específicos sobre todo en las procesiones.
Como he indicado la Semana Santa comienza el Domingo de Ramos, con la entrada triunfal y mesiánica de Jesús en Jerusalén a lomos de un pollino (asno) y concluye con la Resurrección del Salvador el siguiente domingo. Pero ¿conocemos los hechos que ocurrieron entre esos dos domingos? Supongo que en nuestra mente están los hechos acaecidos en los tres últimos días antes de su gloriosa resurrección. El Jueves Santo con la celebración de su última cena en compañía de sus discípulos, con el lavatorio por parte de Jesús a sus discípulos, y la institución de la Eucaristía. El Viernes Santo con el arresto y juicio a Jesús, su pasión, crucifixión, muerte y sepultura. Y el Domingo de su Resurrección y su aparición a María Magdalena y posteriormente a los discípulos. Pero ¿Qué hizo Jesús días antes de su pasión? ¿Qué ocurrió el lunes, martes y miércoles santos? Voy a intentar resumir estos días previos a su Pasión, con los acontecimientos que a mi parecer fueron importantes en la vida de Jesús, antes de todo su padecimiento por nuestra salvación.
El lunes Santo, también conocido como “lunes de autoridad”, ocurre un hecho importantísimo: Jesús desvela ante sus discípulos y ante el pueblo la naturaleza de su poderío. Después de su entrada triunfal el Domingo de Ramos, Jesús se dirigió al Templo y volcando las mesas de los comerciantes que cambiaban dinero y vendían palomas les dijo: “En las Escrituras se dice: Mi casa es casa de oración, pero vosotros habéis hecho de ella una cueva de ladrones”. Después de dirigió a Betania donde paso la noche. A veces me pregunto en qué pensaría Jesús, conocedor como era de lo que debía pasar al final de la semana, durante su estancia en Betania.
El martes Santo después de descansar se dirigió de nuevo a Jerusalén y de camino sintió hambre y acercándose a una higuera que había en el camino, para calmar su apetito, vio que no tenía higos, sólo hojas, y le dijo: ¡Que nunca más brote fruto de ti! Y al momento se secó. Los discípulos se quedaron sorprendidos y se maravillaron que la higuera se secara en un momento. Y Jesús les dijo: “Yo os aseguro que si tenéis fe y no vaciláis, no solo haréis lo de la higuera, sino que si aún decís a este monte quítate y arrójate al mar, así se hará”. Y todo cuanto pidáis con fe en la oración, lo recibiréis.
Cuando llegaron al templo, ese martes Jesús se puso a enseñar en los atrios del templo y mientras enseñaba se le acercaron los jefes de los sacerdotes y le preguntaron ¿con qué autoridad hacía eso? pero Jesús les contestó con una pregunta: si sabían quien envió a Juan a bautizar ¿Dios o los hombres? Y al no dar un respuesta, porque si decían que fue Dios deberían haber creído en él, y si decían que los hombres tenían miedo del pueblo porque el pueblo si creía que Juan era profeta. Jesús tampoco les dijo de donde venía su autoridad hacia esas cosas.
Después Jesús salió del templo y de camino a Betania fue instruyendo a sus discípulos, hablándoles de lo que iba a suceder, y les hablaba en parábolas: la de las diez vírgenes, la de los talentos, la del mayordomo…
El miércoles santo es el día de la conspiración contra Jesús. Pero hay un hecho que sucedió durante ese día en casa de Simón llamado el leproso que voy a narrar antes de entrar en el tema de la conspiración. Estando Jesús en Betania en casa de Simón se le acercó una mujer que traía un frasco de alabastro, con un perfume muy caro. Mientras Jesús estaba sentado a la mesa, ella le derramó el perfume sobre la cabeza. Al ver esto los discípulos se enojaron y dijeron: ¿Para qué este derroche? Podría haber vendido el perfume por mucho dinero, para ayudar a los pobres. Pero Jesús les dice: ¿Por qué molestáis a esta mujer? Lo que ha hecho conmigo es bueno porque a los pobres los tendréis siempre con vosotros, pero a mi no me tendréis siempre.
Como he indicado este miércoles es el día de la conspiración contra Jesús. Pues mientras estaba con sus discípulos los jefes de los judíos se reunieron para conjurar contra su persona y conseguir que los romanos acaben con su vida.
Lo que ocurrió después, es decir desde la noche del jueves Santo al Domingo de Resurrección ya lo conocemos por ser los hechos más dolorosos: la traición de Judas, el anuncio por parte de Jesús que Pedro lo negará tres veces, la oración en Gtsemaní, el arresto de Jesús, su presencia ante Pilato y Herodes, su azotamiento, su condena a muerte, su crucifixión y muerte, su sepultura, custodiada por la guardia romana, y su Resurrección.
Esta es la verdadera razón de nuestra fe: la Resurrección de nuestro Salvador, vencedor de la muerte. Y esto es lo que debemos celebrar que el Señor que entregó por nuestra salvación, debemos ser conscientes de después de tanto sufrimiento que lo realmente importante es que Cristo murió por nuestros pecados para nuestra salvación.
Feliz Pascua de Resurrección.