Religiosidad popular, las razones del corazón

Nazarena
Fotografía: Iglesia en Valladolid (Flickr)

Alberto Mateos | La publicación de este nuevo número de la revista prácticamente coincide con el comienzo de la Semana Santa. Este 2023 arranca sin la sombra de esa pandemia de la que ya apenas aparecen noticias en la prensa y que, durante dos años seguidos, impidió la salida de las cofradías.

La religiosidad popular está tan arraigada en países como España, que a lo largo de unos días desborda esos muros racionalistas con los que algunos se empeñan en poner puertas al campo. Es la ocasión de vivir la fe en fraternidad -algo de lo que nos privó la dichosa pandemia- y de hacer una catequesis en la calle, que acerque esa fe mediante la belleza. También es una oportunidad que propicia el encuentro personal con Cristo. Él nos dijo que cuando donde dos o tres se reunían en su nombre, allí estaría. Y, como en Semana Santa nos juntamos unos cuantos más, se nota que está con fuerza, tocando el corazón de muchas personas.

El famoso «¡Hagan lío!» de Francisco va muy bien con lo que va a pasar estos días. En una exhortación apostólica, el papa expuso que: «Las expresiones de la piedad popular tienen mucho que enseñarnos y, para quien sabe leerlas, son un ‘lugar teológico’ al que debemos prestar atención, particularmente a la hora de pensar la nueva evangelización». Benedicto XVI afirmó que: «La religiosidad popular es el humus sin el cual la liturgia no puede desarrollarse».

La manera en que se expresa esa piedad es bastante distinta en Valladolid o en Sevilla. Pero lo que cambia es la forma, ya que el fondo es el mismo: una ofrenda anual, donde «el corazón tiene razones que la razón no entiende», haciendo buena la frase de Pascal. No obstante, es esencial que sepamos interiorizar toda esta manifestación popular. Que nos abra a vivir la Pascua, porque la Semana Santa es una celebración de la vida, donde confluyen esa vida terrena que florece en primavera y esa vida eterna que nos anticipa Jesús Resucitado.

No quiero terminar este artículo sin un recuerdo a Teresa Alvarado, fallecida hace unas semanas. Durante algún tiempo ha colaborado con la revista, haciendo de puente con el arzobispo de Toledo, D. Francisco Cerro. Era una mujer muy activa, vinculada a la diócesis de Coria-Cáceres, que entendía la importancia de llevar el Evangelio a través de Internet. Fue algo que hizo con una dedicación encomiable, sin buscar protagonismo. Espero que Dios nos envíe a más «Teresas Alvarado», porque la Iglesia las necesita.

Anterior

Sumario 183

Siguiente

Los últimos días de Jesús