El silencio de San José

San José
Fotografía: Lawrence OP (Flickr)

Fr. Rafael Pascual Elías, OCD | Silencio. Eso es la contemplación. Hacer silencio. Buscar y vivir el silencio interior. Sin silencio en el corazón no se puede orar. El silencio es “el momento” donde Dios habla al corazón del que contempla en silencio. Puede costar entrar en esta realidad, pero una vez dentro se goza, se crece y se viven momentos de los más altos grados de unión con Dios.

Contempla una hoguera que se alimenta de ramillas que se echan al fuego para que no se apague. Cuando ponemos palabras ante el fuego que arde en el sagrario no son discursos, sino alimento que enciende el fuego que nunca se apaga porque siempre recibe palabras que son abrasadas en el Corazón de Cristo para unirlas a Él. Y lo contemplamos en silencio. Nos mantenemos calientes ante el fuego en silencio contemplativo.

En ese silencio que tanto cuesta vivir al hombre de hoy es donde el Padre nos muestra y nos revela al Hijo que entrega su vida en la cruz y resucita para darnos vida. ¡Cristo muere en el silencio y resucita en el silencio! Y además el Espíritu Santo afervora ese fuego al hacernos partícipes de la misma oración de Jesús.

Cuando oramos en silencio ante el sagrario estamos viviendo esto mismo: adoramos a Cristo, el Padre nos lleva ante su Hijo para estar cara a cara con Él y el Espíritu Santo nos empuja a meternos en el sagrario y quedarnos allí ardiendo en amor de Dios. ¡Todo en silencio! ¡La contemplación no se puede vivir si no hacemos silencio en nuestro ser!

Ese silencio es el que vive San José cuando contempla a María y a Jesús junto a la lumbre durante los fríos días del invierno. Hablan entre Madre e Hijo y José contempla, calla, escucha, admira. Sin que nadie le diga nada trae maderas del taller para echar al fuego y que no se apague. Quiere lo mejor para su Mujer y para su Hijo. Después de su trabajo como carpintero, lo que en apariencia no sirve, los despojos repartidos por el suelo, tienen su valor para mantener a la familia con calor.

José no necesita nada más. Calla. No habla. Vive en silencio. Disfruta viendo cómo Jesús le cuenta a María lo que ha hecho con sus amigos esa tarde. María resplandece al ver la felicidad de ese niño que empieza la adolescencia y recorre las calles jugando con aquellos que son como él y que comparten todo con esa pureza, sencillez e inocencia que con el paso de los años se pierde y que su Hijo nos pide mantener durante toda la vida para poder entrar en el Reino de los cielos.

Así ora San José. Ahora entendemos que si José habla rompe ese diálogo íntimo entre aquellos que tienen tanto que enseñarle para que luego él también lo transmita durante toda la eternidad como Maestro de oración en el silencio. Meternos en Nazaret, en el hogar de José, María y Jesús es contemplar con José en silencio esas conversaciones tan sabrosas y provechosas para el bien de nuestra alma. ¡Tenemos que orar en silencio como José! ¡José oraba en silencio! ¡Tenemos que aprender a orar en silencio! ¡Contempla cómo el P. Gracián en su vida de San José, su Josefina, nos relata uno de los modos de oración de San José!:

“Silencio interior es una paz en todos los miembros del alma, un sosiego de la conciencia y quietud de todas las palabras secretas y escondidas que Dios habla dentro del corazón […] Tenían tal fuerza las palabras de Cristo Jesús y de la sacratísima Virgen María para pacificar corazones, que aunque el de José fuera muy inquieto, oyendo siempre palabras de Madre y de Hijo bastara para morar en este silencio interior, que es un retrato de la bienaventuranza (Jerónimo Gracián, Josefina, Libro V, Capítulo II).

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