Don de Inteligencia (V)
Mons.
, Obispo de San Sebastián | Si el don de inteligencia nos permite captar de una manera intuitiva las verdades reveladas y su aplicación a nuestra vida concreta, es decir, el sentido de la revelación de Dios y la aplicación concreta que tiene en nuestra vida, ¿cuáles son los pecados y los vicios contra este don de entendimiento? Según Santo Tomas son dos principalmente; y en el fondo es uno mismo pero en dos grados. El los llama ceguera espiritual y embotamiento del sentido espiritual. Viene a ser una privación total que se llama ceguera o bien un debilitamiento notable que le llama una especie de miopía. Es como quedarse de alguna manera embotado, incapacitado, para el entendimiento de las cosas espirituales.Santo Tomas de Aquino especialmente habla de esta ceguera de la mente, de este embotamiento, que hace que alguien pierda el recogimiento interior, el espíritu de oración porque está totalmente desparramado en los sentidos. Los sentidos corporales le tienen preso y le impiden intuir espiritualmente las cosas. Dice que especialmente la lujuria provoca esta ceguera espiritual y que también la gula provoca este embotamiento espiritual porque son unos pecados de tipo carnal. La lujuria y la gula, de alguna manera, enturbian el entendimiento, hacen que lo sensual tenga tal fuerza en el hombre que le deja como incapacitado para lo espiritual. A alguno lo deja como absorbido, produce como una ceguera espiritual; uno, de alguna manera se animaliza, vive a nivel de instintos y el cuerpo le pide comer, comer, y comer… es como dar rienda suelta a las pasiones. En lo que a la lujuria y a la gula se refiere, Santo Tomas insiste en que incapacitan para recibir el Espíritu, le seca. Estos son los vicios y el don de entendimiento nos libera de ellos.
También explica que el don de inteligencia nos permite vivir una de las bienaventuranzas: BIENAVENTURADOS LOS PUROS DE CORAZÓN PORQUE ELLOS VERAN A DIOS, porque del don de entendimiento se desprende la pureza de corazón; y es necesaria la pureza de corazón para mantener una mirada que nos permita ser iluminada por el Espíritu Santo de lo contrario es imposible. Y ¿cómo me puedo disponer yo para recibirlo? ¿Qué puedo hacer yo para prepararme, para recibir este don de entendimiento? Pues orar. El camino es de la oración, pero una oración que nos lleva a actitudes muy concretas.
En primer lugar, el estudio profundo de la Doctrina Divina nos pone en buena disposición para recibir el don de entendimiento. Sabemos lo que dice Mt. 24,35 ‘cielo y tierra pasaran pero mis Palabras no pasaran’. Lo lógico es, que si esto es así, dediquemos tiempo a estudiar las cosas que no van a pasar nunca, que permanecerán para siempre, que serán eternas… Esto es, que estudiemos la Sagrada Escritura, que hagamos un esfuerzo por profundizar, dedicar tiempo al estudio, a la lectura de las cosas sagradas, a la vida de los santos… A lo mejor estoy dedicando mucho tiempo a ver la tele, a ver programas totalmente vanos; y ¿qué tiempo dedico yo al estudio de las cosas sagradas? A veces se nos ofrece y debemos aprovechar cuando el Señor nos lo pone en nuestro camino.
Otra disposición en concreto es la perfecta ortodoxia. Si no tenemos una perfecta docilidad al Magisterio de la Iglesia, el don de entendimiento no lo podemos pedir; porque si estamos a veces con espíritu de contestación o un espíritu de sospecha hacia el Magisterio de la iglesia, el don de entendimiento no va a venir nunca a una mente soberbia. A veces se ven ciertos planteamientos teológicos de contestación al Magisterio de la Iglesia y ahí no podemos pedir que venga el Espíritu Santo y nos de el don de entendimiento porque la soberbia oscurece bastante más. Luego, es importante tener la perfecta ortodoxia, alimentarse de alimento puro, de la Escritura, de la Liturgia, del Magisterio apostólico, de la Tradición, de los santos.
Tercera disposición receptiva: recogimiento interior y meditación. Acordémonos de aquel pasaje de la Escritura que dice ‘María conservaba todo esto en su corazón’. María todo lo meditaba y lo guardaba con recogimiento interior. Ella era el Trono de la Sabiduría en el que en su corazón iba dando vueltas a esos misterios de revelación. Si nosotros nos dispersamos en la atención y en nuestra mente hay un montón de historias y curiosidades vanas insaciables, –que además nunca pueden terminar de saciarnos porque siempre tienes más curiosidades–, si entramos en esta dinámica, es claro que después es imposible que podamos tener el don de entendimiento. María vivía recogida; tenía un recogimiento de sus sentidos y no estaba dispersada en la curiosidad y por eso dice que ‘meditaba en su corazón’. Esto nos dispone para recibir el don de entendimiento.
El cuarto punto de como tener una disposición receptiva hacia el don de entendimiento es que tengamos prontitud a la fidelidad y a la voluntad de Dios. El que cumple la voluntad de Dios se hace un solo espíritu con El. El cumplimiento, la prontitud para vivir la voluntad de Dios, es una condición indispensable para pedir el don de entendimiento porque si no, no somos más que un ciego guiado por otro ciego. Solamente el que cumple la voluntad de Dios y no busca su propia voluntad puede pretender que Dios le dé el Espíritu de entendimiento, si no, te estás buscando a ti mismo, estás haciendo lo tuyo pero no buscas lo que Dios quiere de ti.
Y por último lo que nos ayuda como una disposición receptiva para pedir el don de entendimiento es la pureza del alma y del cuerpo. Como ya hemos visto antes, Santo Tomas insiste en la pureza del alma y del cuerpo. Sobre la pureza del cuerpo es lo que ya hemos dicho del tema de la lujuria y de la gula. Sobre la pureza del alma es esencialmente lo que hemos hablado de la vanidad, de la curiosidad, de la soberbia… Sin la pureza del alma no podemos recibir el don de entendimiento y sin la pureza del cuerpo tampoco porque lo corporal condiciona lo espiritual. El hombre es una unidad sustancial de cuerpo y alma; y es imposible que la falta corporal no condicione en esa buena disposición para recibir los dones del Espíritu Santo. Hace falta pureza del alma, en la sencillez, en la humildad, y pureza del cuerpo como disposiciones receptivas del don de entendimiento.
¡Pues vamos a pedirlo mucho! Danos Señor tus 7 dones –decimos en esa oración del día de Pentecostés– porque somos consientes de que el corazón del hombre esta endurecido y de que el Señor es alfarero y El va moldeando nuestro barro y va formando la imagen de Cristo, del hombre nuevo, en nosotros. Solamente los dones del Espíritu Santo pueden llegar a hacerlo, nos pueden consumar, puede llevar a la perfección esa obra de arte, ese hombre nuevo que Dios Padre quiere realizar en nosotros, esa imagen de su Hijo. El Espíritu Santo va ser quien moldee esa imagen del hombre nuevo de Jesucristo en nosotros. ¡ALABADO SEA DIOS!