La alegría profunda de los mártires
, Presbítero | Al servir a los Pobres se sirve a Jesucristo, por consiguiente, debemos vaciarnos de nosotros mismos para revestirnos de Jesucristo. No me basta con amar a Dios, si no lo ama mi prójimo. ¿Cómo ser cristiano y ver afligido a un hermano, sin llorar con él ni sentirse enfermo con él? Eso es no tener caridad; es ser cristiano en pintura. Si se invoca a la Madre de Dios y se la toma como Patrona en las cosas importantes, no puede ocurrir sino que todo vaya bien y redunde en gloria del buen Jesús, su Hijo.
Estas palabras son de un gran santo de la Iglesia católica: Vicente de Paúl, que fue, sobre todo, el hombre que, al conseguir espolear el clero, renovó la Iglesia francesa. La Congregación de la Misión, más conocida como la de los «Paúles» se convirtió en la orden más vigorosa en Francia antes de la revolución francesa, con 6.000 miembros repartidos en 40 provincias. La Congregación de Hijas de la Caridad se extendió por todo el mundo hasta el punto que en el año 1965 contaba con 46.000 hermanas. A lo largo de los siglos han prestado ayuda a millones de personas desgraciadas: niños abandonados, huérfanos, enfermos, heridos, refugiados, presidiarios… El servicio sencillo y discreto al prójimo constituye el principal fundamento de todas las asociaciones vinculadas al carisma de Vicente de Paúl.
Beatificación de 60 mártires
Hace apenas unos meses se celebró en el Palacio de Vistalegre de la capital de España la Beatificación de 60 mártires de la familia vicenciana. El Papa Francisco, el día después de este acontecimiento, tras el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, pronunció estas palabras: Demos gracias a Dios por el gran regalo de estos testigos ejemplares de Cristo y el Evangelio. Eran las 11:23 horas de la mañana del sábado 11 de noviembre del año que acabamos de finalizar, cuando el Cardenal Angelo Amato, en nombre del Papa Francisco proclamaba beatos a 60 miembros de la Familia vicenciana, asesinados en el año 1936 dentro de la persecución religiosa que se dio en nuestro país. El prelado, en su homilía, destacó la idea central del acontecimiento: Celebrar a los mártires es celebrar el misterio del amor absoluto de Dios. Subrayó un claro objetivo de la celebración: La Iglesia celebra estos eventos con un doble propósito: invitar a los fieles a permanecer firmes en la fe y exhortar a todos a evitar de nuevo esos años oscuros. El Cardenal Amato presentó a los mártires como testigos de la vida nueva del Evangelio, como ejemplo de perdón y de reconciliación y como símbolo de la fuerza del bien que vence al mal. Y subrayó la extraordinaria vitalidad apostólica que desarrolló, en aquellos años, la Familia vicenciana, siguiendo el ejemplo de San Vicente de Paúl.
“Me encuentro feliz y doy gracias a Dios”
Decía San Vicente de Paúl estas palabras a las Hijas de la Caridad el 19 de agosto de 1646: Si viésemos en la tierra el lugar por donde ha pasado un mártir, nos acercaríamos a él con respeto y lo besaríamos con gran reverencia. Hoy nos acercamos de manera breve a la vida de uno de estos mártires, el Beato José María Fernández Sánchez. Fue seminarista en la diócesis de Oviedo. A los veinte años, en cuarto de teología, solicitó el ingreso en la Congregación de la Misión. Completó sus estudios en el colegio Leoniano de Roma adquiriendo el grado de doctor en sagrada teología. Fue profesor en Hortaleza, Madrid y Guadalajara. En 1921 lo destinaron a fundar la misión de Cuttack (India), confiada a la Congregación por Propaganda FIDE. En 1925, al ser erigida esta misión en viceprovincia, ya con tres comunidades, fue nombrado Vicevisitador. De regreso a la patria, en 1927 ocupó la cátedra de teología pastoral en el seminario de Oviedo hasta que, en 1930, fue nombrado subdirector de la Provincia Española de las Hijas de la Caridad, cargo que desempeñará hasta su muerte. Se pueden contar por miles las Hijas de la Caridad que se han beneficiado de su magisterio a lo largo de varias generaciones con la publicación de sus conferencias profundas y didácticas sobre el espíritu de la vocación. Entre las Hermanas tenía siempre fama de santidad en vida.
Al Padre José María Fernández, junto al Padre Roque Guillén y los Hermanos Cesáreo Elexgaray y Cristóbal González, los prendieron en su comunidad conocida como “Casa de Capellanes” por serlo del Noviciado de las Hijas de la Caridad, el sábado 25 de julio. No obstante, aún estando condenados a muerte desde el primer momento y sin dejar de recibir constantes amenazas, con las armas siempre preparadas, no los mataron hasta el 23 de octubre de 1936. Querían arrancarles noticias útiles para su labor de perseguir a la Iglesia y para ello les sometieron a interrogatorios y careos pesadísimos, incluso los tuvieron toda una noche de pie. El día 28 de agosto otorgaron al Padre José María Fernández una entrevista con algunas Hijas de la Caridad. El Padre Fernández decía a la Visitadora, sor Justa Domínguez de Vidaurreta estas palabras: Mucho he padecido sabiendo las angustias que ustedes pasaban; hoy que soy participante de ellas, me encuentro feliz y doy gracias a Dios. No nos entristezcamos por vernos en prisiones, nuestro Santo Padre las sufrió dos años y jamás le pesó. Alegrémonos por el bien espiritual que este estado nos reporta. Al Padre Fernández junto a otros dos sacerdotes y cinco hermanos coadjutores de la Congregación de la Misión los martirizaron en el cementerio de Vallecas el 23 de octubre de 1936.
Beatos mártires de la familia vivenciana: Rogad por nosotros.