Ponciano Nieto, beato mártir por Jesús

, Presbítero | El 11 de noviembre del año 2017 fue beatificado el Padre Ponciano Nieto Asensio, oriundo de la localidad de Valverde de Campos, en la provincia de Valladolid, pueblo que le vio nacer el 9 de marzo de 1875. Ingresó en la Congregación de la Misión, como padre paúl, a los 15 años, el 2 de octubre de 1890 y muchos fueron sus destinos recorridos a lo largo de sus años como consagrado a la Iglesia: Alcorisa (Teruel), Limpias (Cantabria), Matanzas (Cuba), La Laguna en Canarias y México. Su principal labor de apostolado fue el de la pluma. Terminados sus estudios de noviciado tuvo que esperar un tiempo para pronunciar sus votos al no tener todavía los 18 años que mandaban los cánones. Llevó la dirección de tres revistas: “La Inmaculada de la Medalla Milagrosa”, “Anales de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad” y “La caridad en el mundo”. En 1934, además, vio salir a la luz la obra capaz por sí misma de inmortalizar su nombre: “La historia de las Hijas de la Caridad”. Sus escritos, todos ellos, tienen una característica principal: rezuman espiritualidad y amor a la verdad.
¿Cómo era Ponciano?
Cuentan de él que siempre fue varón de dolores: de constitución enfermiza, derrengado su cuerpo, con marcada y tenaz inclinación a la derecha y hacia delante, débil su voz… poca cosa en lo físico para que los revolucionarios españoles tuvieran que quitarle de en medio, por suponer un peligro para los zurdos, en aquellos momentos de lucha. De este beato mártir se han dicho muchas cosas: Era un veterano en lides literarias. Historiador de gusto y estilo depurados por la lectura, el ejercicio y la gramática, imprimió reposada madurez a sus trabajos. Parco y pulcro, pálido y enfermo, perfiló su silueta con una sobriedad que parecería anemia si no se catara el meollo ascético de sus producciones. Meticuloso guardián del idioma, no pasaba una incorrección. Su lápiz rojo sangraba la palabra impropia y marginaba la tachadura con más justo vocablo. Era ejemplarmente terco.
Sus padres fueron Eustasio y Felicidad. Estudió Latín y Humanidades en Medina de Rioseco. Tras los dos años de noviciado hizo los santos votos como miembro de la Congregación de la Misión, el 10 de marzo de 1893. Cuando por estas tierras españolas se perseguía a las Órdenes religiosas, él siempre trataba de mostrar, con sus palabras escritas, y bien escritas, todo lo contrario al odio y al desaliento: Hoy por hoy, no tenemos motivos para abatirnos ni desanimarnos; lo que hace falta es que no nos crucemos de brazos, que no nos durmamos cuando los demás pueblos velan por ir adelante; que no nos fiemos tampoco de las palabritas pintadas y caricias felinas de algunos de esos pueblos, y que, a todo trance y con toda verdad, amemos nuestra nación, nuestras industrias y nuestras cosas. ¿Qué es el hombre al lado del Todopoderoso? Nada; arena imperceptible, sombra de átomo impalpable. Ni en hipótesis sufre que con Dios se le compare. Y aun lo poco que es, de Dios lo ha recibido. —Y Dios ¿quién es? Dios es el ser por excelencia, infinito en toda suerte de perfecciones. Como su principio ha sido sin principio, su continuación será sin fin. De Él han recibido ser todas las cosas, y jamás cosa alguna ha sido hecha sin Él. Él ha dado ser y movimiento a todos esos astros que giran sobre nuestras frentes y poblado la tierra de tanta variedad y hermosura de seres. Él ha hecho de las tierras, de las plantas y de los animales de nuestro globo motivos de utilidad y de agrado para todos los hombres. ¿Qué más? Hasta se ha servido de esos inmensos mundos que pueblan el espacio para que, achicados por la distancia, embellezcan como diamantes celestiales la bóveda del cielo y formen, con la atmósfera, luminoso pabellón con que cubrir nuestra morada en la hora del sueño. Pues a tantas razones de soberanía y de bondad por parte de Dios, ¿cómo corresponderá el hombre que no esté dementado por el orgullo, si no es poniendo su frente en el polvo y exclamando con San Agustín: ‘Señor, siervos tuyos y obra hecha por tus manos somos: danos hacer lo que mandes y mándanos lo que quieras’; o con el Apóstol de las gentes, camino de Damasco, convertido ya por el Señor: ‘Señor, ¿qué queréis que haga?.
Mártir de Jesucristo
El secreto del martirio está en el amor de Cristo; un amor más grande a Él que a la propia vida. Y esto se reflejó de una manera auténtica en la vida de Ponciano. San Vicente de Paúl, en las recomendaciones que da a los misioneros señala: Quiera Dios que todos los que entren en la compañía, acudan con el pensamiento del martirio, con el deseo de sufrir en ella el martirio y consagrarse por entero a Dios. Ponciano fue martirizado en el año 1936, dentro de la persecución que se llevó a cabo en la guerra civil española. Su Superior, el Padre Maurilio Tobar, le llevó consigo a la casa que en la calle de Abascal les sirvió de refugio, y juntos murieron el 24 de septiembre. Si algo hay que resaltar del Beato Ponciano es una fuerza de voluntad para el trabajo por pocos superada, ni al fin igualada. No es, pues, extraño que en los últimos años de su vida, él, que siempre fue de constitución enfermiza, estuviera lleno de achaques, completamente desgastado.
Damos gracias por su beatificación y por su testimonio de entrega, sin duda, interpelador para todos nosotros.