María Inmaculada: notas de gracia para el vino nuevo

, Presbítero y Profesor de Historia del Arte
1. La búsqueda y deseo es el Adviento
y el embarazo es signo de ternura,
encuentro de mujer enamorada
que ya tiene en su vientre dulce cuna.
2. Misterio de silencio y de esperanza
y de oración que avanza en la espesura;
dejar que Dios cual Dios sorpresa sea,
virginidad que todo lo fecunda.
3. Entraña de la tierra en el Espíritu,
belleza sustantiva en desmesura,
y Trinidad viviente a quien adoro
y en Unidad allí a mí me aúna.
Resulta recurrente al llegar estas fechas de diciembre, el comentario de que cada vez comienza antes la (n)avidad comercial. Escaparates que suceden la tétrica sombra de la deriva del Hallowen tiñendo de rojo, dorado y blanco lo que antes era lúgubre; luces de antesala al Black Friday que compiten con los mercados navideños de corte centroeuropeo… Llega la navidad de los regalos, las cenas y los encuentros, los videos por whatsapp que consumen nuestros datos y paciencia, los mensajes de pinterest que nos traducen la navidad neoyorkina… ¿Cómo poner por fin una N mayúscula a la navidad?
La comunidad cristiana encendemos con la llegada del Adviento, una corona, con frecuencia recuerdo que ésta no es un objeto decorativo noreuropeo, sino que es el símbolo de la esperanza que tiene nombre de mujer: María, madre de la Esperanza. En los templos belgas vemos cómo la corona de adviento se pone a los pies de una imagen de María, que nos recuerda que sólo ella nos enseña a vivir la espera gozosa de la Navidad. Su Solemnidad de la Inmaculada es para los católicos, el gozo de poder disponernos, como ella, a ser morada digna en que Dios se haga presente. Él quiere nacer, puede reinar. Y así queremos vivir siendo dignos para Dios. Inmaculada es la fragancia que nos habla del Espíritu que actuó en su seno para ser Virgen Madre. Mujer Anunciada, dispuesta para acoger en plenitud la Palabra.
Os invito a pensar cómo podemos vivir un Adviento más mariano, más cercano a quien supo aguardar los tiempos mesiánicos, con la esperanza de sentirnos necesitados del Espíritu actuante. Los signos educan nuestra mirada, dan calor a nuestros ritmos, pongamos un signo de María Inmaculada, corazón de Adviento, para aguardar y sentir pleno el tiempo oportuno de Dios.
Transitando los caminos de la vía de la belleza
Muchas de las meditaciones convencionales sobre la Inmaculada nos recuerda cómo podemos acceder al sentido de este privilegio mariano por la Via Pulchritudinis, el camino de la belleza. Al menos la historia estética de nuestro país nos deja infinidad e huellas de este camino en el que la espiritualidad de esta doctrina, al fin Dogma, aunó teología y defensa popular, meditación espiritual y cultura. Este camino no sólo preparó la afirmación dogmática de Pio IX en 1854. Por esta vía anduvieron juntas la conciencia popular de los fieles y la reflexión filosófica y teológica que hizo superar las dificultades del lenguaje limitado, de los argumentos que fueron madurando haciendo comprensible que la maternidad divina de María conllevaba su misión colaboradora en la Obra de Cristo, para los méritos de su Hijo, fue dispuesta para ser digna madre con la plenitud del amor del Padre, los generosos dones del Espíritu.
La coherencia de vida y su misión conlleva que María haya sido preservada de toda posible sombra del mal. Y a la vez, es la mujer limpia, no sólo la no mancillada sin aceptación de semejante don, es la mujer que coparticipa del proyecto, que afirma la posibilidad de la gracia que la santifica. María anticipa así el triunfo de Cristo que lo será todo en todos como en María se nos muestra. Su privilegio no es exclusividad de corte aristocrática, María di-vulga, es para el pueblo, la mujer popular, “de la gente” que se atreve a creer en la santidad de la puerta de al lado. Ciudadana del paraíso pero caminando en este suelo que abraza sus huellas, su firme paso de mujer vencedora, Madre de la estirpe gloriosa que derrota al que nos separa de Dios.
Vecina y cercana, su santidad fue humilde para sus cercanos: su cántaro parecía del mismo barro, más en ella estaba contenido el tesoro de la plena gracia. Todo su barro manifiesta la ósmosis que da como continente, las “notas humanas” al vino nuevo. Si las buenas cubas tan sólo contienen cinco veces al vino, María contiendo sólo a Cristo, enriquece con sus notas, dadas por entero a Cristo, ya está todo dado y en él está todo el aroma de la Humanidad que en su madre recibió lo mejor de sí.
Manifestada a nuestra mirada
La ocasión de celebrar en tantas localidades españolas el cuarto centenario de la defensa de la Inmaculada Concepción da valor a los recursos de aquellas comunidades e instituciones sociales que juraron con voto público la defensa de dicha doctrina. Han sido numerosas las localidades que han realizado muestras expositivas con ocasión de los 400 años: Villalpando, Sevilla, Toledo, Talavera, Valencia… y en breve otras ciudades de huella inmaculista nos recordarán el diverso patrimonio cultural que generó aquella muestra de piedad popular. Las imágenes públicas fueron dando paso a imágenes más intimitas y domésticas, la grandiosidad de las alegorías se conjugó con numerosas expresiones en pequeño formato más apto para la devoción doméstica, los oratorios y capillas particulares.
En este proceso de concentración en una sola imagen, la obra de Pedro de Mena se alza como un hito dentro de la historia del Arte, el “granadino en Málaga” dio vida a una serie de Inmaculadas de singular belleza y de concentración doctrinal.
El tesoro de la iglesia de San Antolín es la imagen de la Inmaculada cuyo primer estudio, publicado en 1968, fue revelando la singularidad de esta obra de Pedro de Mena, al ir cotejándola con las realizaciones para las Benitas de Toledo, la parroquia de Saucelle, las cistercienses de Santa Ana en Málaga, las Carmelitas de Madrid, San Nicolás en Málaga o las colosales realizaciones para la parroquia de Alhedín o la de San Juan en Marchena. La tipología de la Inmaculada de Tordesillas se manifiesta a nivel compositivo como un modelo frontal, con la cabeza y las manos alineadas al centro, de su maestro Alonso Cano, adopta la forma de huso, dotándole de mayor movimiento al romper en secciones el manto en el frente. Del brazo izquierdo cuelga un amplio pliegue el manto hacia el brazo opuesto, llevando casi a la ilusión de levedad la materia tallada.

El signo de la gravidez se muestra en semanas anteriores a como lo hace Alonso Cano, casi diríamos que la gestación no está aún avanzada. Otro signo de naturalismo es el virtuosismo en la talla del cabello en diversos mechones que recorren la espalda.
La imagen corona una luna en plata de rostro humano. Posiblemente se hallase animada por ángeles tal como ofrece la Inmaculada de las Carmelitas descalzas de Madrid, en este caso se han debido perder.
La Parroquia de Santa María de Tordesillas, tal como apunta el profesor Jesús Parrado, es posible que recibiese esta talla, entre las donaciones que hizo Tomás González Blanco, comerciante de la localidad asentado en Madrid, entre 1756 y 1757, quien habría adquirido esta obra salida del taller de Mena hacia 1670.
Una imagen para orar
Fragancia y luz para Navidad, cercanía tangible para saborear el amor de Dios. Así es María, anuncio gozoso de Victoria. Cuando a lo largo de estos días previos a la celebración del Misterio del Nacimiento del Hijo de Dios, podamos reposar y cerrar como María las ventanas por donde miramos la vida, abramos la mirada a la esperanza. Orar con María Inmaculada nos invita a elegir la vida, a optar por la vida. Da gracias a Dios por su vida en ti, su proyecto en ti. Dios te ha bendecido con toda clase de bienes para que alcances la fidelidad a su proyecto. Con la fe de la Iglesia, pide que nazca en ti, que lo puedas engendrar en los demás, que colabores con su proyecto con respuesta fiel y coherencia de vida, para que como en María, nunca haya en tu vida nada que no sea digno de Dios.
4. Mi Dios, Adviento de mi vida,
mi eternidad sin tiempo ni fisura,
mi intimidad y carne de mis días,
mi cotidiano afán que a Dios susurra.
5. Adviento que es María Inmaculada,
la grávida del Verbo, toda pura,
en Nazaret, sencilla y transparente,
María, tú, divina creatura.
6. Mi Dios sea mi Dios eternamente,
llenando cielo y tierra de hermosura,
eterna Encarnación y adoración,
¡oh Paz y todo Bien, nuestro Aleluya! Amén.
(Fray Rufino Grández)