La muchacha que no sabía arrodillarse

Auschwitz

Mons. Francisco Cerro Chaves, Obispo de Coria-Cáceres | En los momentos que estamos viviendo de luz y sombra, me fascina la figura de Etty Hillesum. Se llamaba Esther y nació en 1914, en una familia liberal hebrea de Amsterdam. Le tocó y le golpeó fuerte la segunda guerra mundial. En 1941, cuando sólo tenía 27 años, tiene un encuentro decisivo con el psicoterapeuta Julius Spier del que se hace discípula, secretaria y amiga íntima. Le introduce en la lectura de la Biblia. A través de la Palabra de Dios, conoce a Jesús. Conoce y ama a Dios, cuya presencia descubre también en los que viven en todas las periferias del dolor. Muere en el campo de concentración Auschwitz.

¿Por qué me impresiona la vida de Etty?

Curiosamente en el discurso de despedida, el Papa Benedicto XVI la cita. Cuando la leí hace años, antes que llegara las primeras traducciones al castellano me impactaron tres cosas:

1. El descubrimiento de la oración que la sumerge en una profunda vida mística que le hace, en medio de dramas que le desbordan por todos sitios, mantener una profunda paz. Comienza a orar cuando descubre que ella es la muchacha que no sabía arrodillarse. Aprende en su vida arrodillándose y a abrirse al misterio de la adoración, de la humildad tan necesaria para el encuentro con Dios “en lo escondido”. En ciertos momentos escribió: “Dentro de mí hay una fuente muy profunda y en esa fuente está Dios. A veces logro alcanzarla, más frecuentemente se halla recubierta de piedras y arena, entonces Dios está sepultado. Entonces hay que desenterrarlo de nuevo”. Su vida de oración mística comienza cuando comprende que “ponerse de rodillas” es aceptar su vida de mujer con sus heridas y su inmensa posibilidad para el encuentro liberador con Dios.

2. Me impresiona su cercanía al cristianismo y su afecto a la Iglesia, aunque nunca dio el paso al Bautismo. Sin embargo, a pocas personas les he oído tanta claridad y tanta admiración a la belleza del cristianismo, que la lleva a decir que en el cristianismo vivido se encuentra la solución a todos los problemas de la humanidad. Y esto lo decía en un contexto de guerra, de persecución y por ser de origen judío pagó con su muerte de una manera tan cruel como injusta.

3. Etty vivió intensamente su vida en una sociedad en la que “no estaba el horno para bollos”. Lo vivió con una paz y una serenidad que se refleja en su diario, y que os aconsejo que leáis. A mí me hizo bien porque descubrí la grandeza del ser humano que en los momentos peores de la vida descubre a Dios, y la oración que se inserta en una realidad que le ayuda a triturar muchas de sus amarguras. Su oración fue tan intensa como sencilla. Aquella vez que se arrodilló por primera vez en casa se puso en actitud humilde ante Dios. En aquellos momentos se empieza a escribir la aventura más bella que puede acontecer en el corazón humano: la relación de amistad con Dios.

Etty nos deja con su vida cruelmente tronchada en el campo de concentración, donde tantos hermanos murieron, un mensaje de esperanza, para que no se repitan en la historia las guerras que siempre son injustas. Con San Agustín, Etty nos recuerda; “Regresad al corazón. ¿Por qué os vais de vosotros y perecéis por vosotros? Erráis vagando ¡regresad! ¿A dónde? AL SEÑOR. Está a un segundo. Primero regresa a tu corazón, desterrando de ti vagas fuerzas pues no te conoces a ti mismo. ¡Y busca a quien te ha hecho! Regresa, regresa al corazón… Regresa al corazón: en el hombre interior habita Cristo, en el hombre interior eres renovado a imagen de Dios, en su imagen conoce a tu autor“.

La Iglesia Diocesana oferta muchas posibilidades de volver al corazón, de “arrodillarse”. Para que todos los diocesanos, hombres y mujeres, puedan seguir estrenando el gozo y la alegría de una aventura que se escribe en el Corazón de Cristo. Sólo hay que aprender, como aquella muchacha, Etty, a tener un corazón arrodillado.

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