Ascesis de la oración (III)

Orando

Luis Mª Mendizábal, Ex director Nacional del APOR | En el capítulo décimo de los Hechos de los Apóstoles, Cornelio el centurión tiene una visión que le dice: «llama a Pedro». Y Simón Pedro, mientras están viniendo los enviados de Cornelio, tiene una visión en que se le dispone a ir al encuentro del centurión. Esta fue siempre la acción del Espíritu Santo. Es múltiple en nosotros. Y esto vale para cada una de nuestras caídas en pecado grave.

El Espíritu Santo actúa en la Iglesia que ora y pide por nosotros, y actúa en nosotros moviéndonos a ir a pedirle perdón a Él en la Iglesia. El Espíritu Santo en nosotros viene a nosotros y Él mismo prepara su venida. En el capítulo 14 de san Juan dice el Señor a los discípulos: «cuando yo vaya y os haya preparado un sitio, vendré a vosotros y os tomaré conmigo para que donde yo estoy, estéis también vosotros conmigo».

Jesús nos dice cuando yo vaya y os haya preparado un sitio, pero ¿cómo nos prepara el sitio? Lo hace con su obra redentora, entrando a la diestra del Padre y haciendo posible nuestra reconciliación. El sitio también nos lo prepara moviéndonos interiormente, para disponer nuestro corazón a recibir esa reconciliación que Él nos ofrece. Y ahí tenemos el encuentro en nosotros. El Espíritu viene a la morada que Él ha preparado en nosotros. Éste es el sentido de la preparación que va haciendo en nosotros, según la disposición actual en la que nos encontramos.

El Espíritu Santo actúa en nosotros cuando, guiándonos por la razón iluminada por la fe y movidos por la necesidad del encuentro con Dios, nos preparamos a Él. Lo natural no tiene proporción con lo sobrenatural, porque no se trata de una preparación de lo natural. Es una preparación que el Espíritu está haciendo en nosotros, a través de esa razón iluminada por la fe, para que dispongamos la morada en la venida del Espíritu Santo.

La preparación que el Espíritu Santo realiza en nosotros es la que nosotros debemos cuidar. Esta preparación se puede entender como la del nivel de vida en el cual nosotros vivimos. Hay que cuidar continuamente de ese nivel de vida y, dentro de ese nivel, la disposición esencial para el encuentro con Dios es la pureza de corazón. No nos entretengamos con otras preparaciones más bien psicológicas. Atendamos en la oración primariamente al valor teológico y entonces comprenderemos que la preparación fundamental es la espiritual, más que las disposiciones psicológicas.

La preparación teológica es la pureza de corazón. Es la limpidez interior. Es el trato familiar con Él durante el día y el deseo de la oración en contacto con el Señor. Es la limpieza de los afectos de toda mezcla de desorden del corazón. Ésta es la base fundamental que debemos cuidar.

Anterior

Decálogo del catequista

Siguiente

María Inmaculada: notas de gracia para el vino nuevo