Juntos andemos, Señor
| Si queremos aprender a orar lo mejor es acudir a las mismas palabras con las que nuestro Señor Jesucristo nos muestra el camino de la oración y orarlas unidos a su Corazón: con la mirada puesta en Él acompañarlo a lo largo de su vida caminando juntos. Parece un camino difícil, pero si nos dejamos guiar por la gran doctora de la Iglesia, Santa Teresa de Jesús, ella nos toma de la mano para adentrarnos en el Padrenuestro y reconocer que con estas palabras nos basta. En su Camino de Perfección encontramos un comentario sin igual a cada una de las peticiones de dicha oración.
Comienza desde el inicio, para demostrarnos que podemos llegar a una oración de alto grado si descubrimos, reconocemos y asumimos que estamos hablando con el mismo Dios. Si no sabemos con quién dialogamos mal vamos a comunicarnos con Él; sólo al conversar sin miedo, sabiendo que quien nos escucha y enseña es nuestro Señor no necesitamos más. Es importante representar “al mismo Señor junto con vos y mirad con qué amor y humildad os está enseñando”.
Podemos dar un paso más: mirarle y dejarnos mirar por Él, y en ese cruce de miradas descubrir el amor de Dios en nuestras vidas para seguir los pasos de la Madre Teresa que nos dice “no os pido más de que le miréis. Pues podéis mirar cosas muy feas, ¿y no podéis mirar la cosa más hermosa que se puede imaginar? Pues nunca, hijas, quita vuestro Esposo los ojos de vosotras” (Camino de Perfección 26,3).
Pero no basta con saber con quién hablamos y con poner la mirada en Él, sino que es bueno y muy recomendable que nos unamos a los diversos momentos de su vida según nos sintamos por dentro. De este modo nuestra oración cobra una fuerza extraordinaria ya que estamos orando junto a Cristo y en la misma situación en que se encuentra; por eso “si estáis alegre, miradle resucitado; que sólo imaginar cómo salió del sepulcro os alegrará […] Si estáis con trabajos o triste, miradle camino del huerto: ¡qué aflicción tan grande llevaba en su alma! O miradle atado a la columna, lleno de dolores, todas sus carnes hechas pedazos por lo mucho que os ama” (Camino 26,4-5).
Y para terminar, o mejor dicho, para comenzar a orar el Padrenuestro, nada mejor que caminar unidos: “Juntos andemos, Señor. Por donde fuereis, tengo de ir. Por donde pasareis, tengo de pasar” (Camino 26,6).