Cómo llamar a Dios
, Diácono Permanente | Hace unos días en la reunión mensual que celebramos el grupo de formación de adultos de la parroquia, uno de los asistentes preguntó cómo debía llamar a Dios, en concreto nos interpeló a los asistentes con esta pregunta: ¿Cuál es nombre de Dios? La pregunta me pareció tan interesante que decidí trasladarla a esta sección de nuestra revista.
Todos sabemos lo importante que es el nombre para cada uno de nosotros; con él nos identificamos, respondemos cuando nos llaman, es nuestra tarjeta de presentación. Pero sobre todo gracias al nombre que llevamos durante toda nuestra vida somos quienes somos para los demás.
Si bien es cierto que para nosotros actualmente el nombre es tan sólo una forma convencional de distinguir a unas personas de otras, de hecho cuando a los padres nos toca elegir el nombre de nuestros hijos en algunos casos lo elegimos por motivos familiares, en otros porque simplemente nos suenan bien o nos gustan. Pero en el caso de la Biblia, los nombres adquieren una dimensión especial. Cuando se pone el nombre a alguien, se pretende augurarle un destino determinado, es como un nombramiento que pone de manifiesto su identidad. Esto podemos apreciarlo en este ejemplo, cuando Dios le dice a Moisés: “Te conozco por tu nombre” (Ex 33,17). A diferencia del mundo de hoy, donde conocer de nombre a alguien significa que no se conoce a esa persona más que de una forma superficial, en el mundo bíblico expresa un conocimiento profundo de esa persona, El nombre lo dice todo de la personalidad.
La importancia del nombre tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento es evidente. Tanto es así que en varias ocasiones Dios cambia el nombre de sus elegidos: a Abram se lo cambia por Abraham; a Sarai (esposa de Abraham) por Sara; a Jacob por Israel; a Simón por Pedro y Saulo por Pablo.
Y en la Biblia ¿cuál es el nombre de Dios? Pues lo cierto es no tiene un solo nombre, son varios. Citaré algunos de ellos e intentaré profundizar el en significado de cada uno de ellos.
El primer nombre que aparece en el Antiguo Testamento refiriéndose a Dios es Yahvé (YHWH), es el nombre sagrado. Aparece muchas veces en el Antiguo Testamento como nombre de Dios. La revelación de este nombre la hace el mismo Dios cuando a la pregunta de Moisés sobre que debe responder cuando su pueblo le pregunte por su nombre y el mismo Dios le contesta: “Yo soy el que soy” (Ex 3,14-15). Como he comentado este nombre es sagrado y precisamente por ello cuando los israelitas leían este nombre en voz alta, lo sustituían por Adonai, que quiere decir “mi gran Señor”. Como curiosidad diré que posteriormente cuando al texto hebreo YHWH se le añadieron y combinaron las vocales de Adonai, surgió de forma incorrecta el nombre de “Jehová”.
Otro nombre por el que Dios es nombrado en la Sagrada Escritura es Yahvé Sebaot, se trata de otro apelativo divino frecuente en la Biblia. Aparece especialmente en los libros proféticos. La palabra hebrea sebaot, significa ejércitos, por lo que su significado completo sería “el Señor de los ejércitos o el Señor de las huestes” (Is 1,9; Sal 89,7-9).
El, es otro de los nombres con el que se cita a Dios en la Biblia. Es el nombre que en el mundo semita se utiliza generalmente para citar a Dios. En el Antiguo Testamento se utiliza sobre todo el plural: Elohim. Este plural que es el más corriente en el Antiguo Testamento, es utilizado para recalcar de un modo más enfático la grandeza y la majestad del Dios de Israel como el Dios por excelencia, como el gran Dios, porque es el Dios de dioses.
Entre los varios nombres para designar al Dios de los Patriarcas, está el de El Sadday. Se suele traducir como “Dios todopoderoso”, aunque quizás originalmente la traducción sería “Dios de las montañas”.
Existen otros nombres aplicados a Dios a través de la Historia de la Salvación como, Kyrios: palabra griega que se usaba para traducir el nombre de YHWH, cuyo significado podríamos traducir como el Señor; Theos: palabra también griega para designar el nombre de Dios y que fue usada por Jesús en una ocasión (Jn 20,28); Alfa y Omega: las letras primera y última del alfabeto griego que representan a Dios como el principio y el fin (Ap 1,8) y que también se aplican a Jesús (Ap 22,13); Isaías da otros nombres: Maravilla de Consejero; Dios Fuerte; Siempre Padre; Príncipe de la Paz (Is 9,5-6).
Cualquiera de estos nombres que he citado nos serviría para dirigirnos a Dios, pero he dejado para el final el más querido para mí, que no es otro que el nombre con el que Jesús de dirigió a Él, en la oración de Getsemaní: Abba. Palabra aramea que significa Padre y que en labios de Jesús, expresa la familiaridad del Hijo con el Padre (Mc 14,36). Se ha escrito que Abba representa una forma muy íntima de hablar, usada especialmente en tiempos de Jesús por los niños para dirigirse a sus padres y que correspondería su traducción al español como papá. ¿Acaso hay una forma más íntima, familiar y llena de confianza que esta para dirigirnos a nuestro padre Dios?