Pongamos los ojos en Cristo

Pedro Pablo Rubens (c.a. 1632)
Museo de Bellas Artes de Amberes
, Presbítero y Profesor de Historia del Arte
Celebramos el V Centenario de quien comenzó andar en Ávila, y corrió por los destinos de Medina y Valladolid. Por eso vais a perdonar, amigos que tomáis Agua Viva en vuestras manos, que en esta ocasión, a zaga del caminar de santa Teresa, este artículo rezume un poco de ‘vallisoletanismo’, propio de la circunstancia. Y es que sin duda Valladolid, estuvo muy próxima a la aventura teresiana y es de justicia que reconozcamos su afecto a esta tierra en donde realizó su segunda (san José de Medina) y cuarta fundación (la Concepción). Hacerlo desde estos lares, en los que la Santa desde Sevilla eligió como su destino definitivo, en donde se custodia el autógrafo de la segunda versión de Camino de Perfección (1567) y aún más: en donde pensó acabar sus días. ¿Os imagináis que al fin desde Alba hubiera venido a Valladolid y cumpliese su deseo de tener esta “casa como el cielo en la tierra, si así se puede llamar a algo en la tierra”?
Este año, un programa cumplido de actos, dará cuenta de la huella de la Santa sobre su paso por Medina y Valladolid. Desde Agua Viva, y pensando en otra perspectiva, he creído oportuno ofreceros siete imágenes para orar junto a Santa Teresa, y hacerlo desde el patrimonio artístico de ambos monasterios. Esta serie la formarán siete artículos, cada uno de ellos explicativo de una de las Moradas.
Teresa tomó la pluma teniendo la mirada en la dureza (V. 5.15) de los tiempos que le tocaron vivir. También hoy somos testigos de un nuevo orden internacional, y de una nueva época emergente postmoderna, secularista… También a nosotros sentimos el deber ser “los amigos fuertes de Dios” que “levantan a los flacos”, con la oración, la sencillez de vida, la pobreza y libertad para así “allegar almas a Dios”. Pero… no llenemos de tópicos estas líneas. Teresa no lo haría, ni siquiera se repite a sí misma. Como os decía, centraré mi reflexión en el mensaje de Castillo Interior (1577) obra cumbre de la espiritualidad. En él, la Madre Teresa ofrece un camino espiritual en siete etapas, válido para todos quienes deseen acercarse a Dios.
Al acercarnos a esta experiencia, sentimos que este itinerario está en sintonía con la espiritualidad del seguimiento de Jesús. Santa Teresa elige siete momentos de la relación de Jesús con sus discípulos y los convierte en experiencias claves, moradas en las que habitar y volver. Medita la llamada al seguimiento apostólico, siendo cada una de las moradas, como las siete etapas que recorrieron los discípulos desde el llamamiento por Jesús hasta el envío a la misión universal tras la Resurrección. Es una gran alegría comprobar esta modernidad de Santa Teresa al enfocar la espiritualidad cristiana desde el discipulado y la llamada al seguimiento, y no sólo al cumplimiento de un modo de vida en perfección.
Con estos condicionantes rompo un poco las secciones ordinarias de este artículo, pues creo que se hace necesario comprender de forma global las relaciones personales que nos invita a tener con Cristo, Castillo Interior. Siete son las Moradas: en la primera, que nos ocupa, veremos cómo por ser creaturas divinas, estamos llamados a vivir en comunión con Dios. Las segundas nos ofrecerán el ejemplo de la llamada apostólica; las terceras la resolución de seguir en perfección al Señor. Las cuartas el encuentro transfigurador en el Tabor, las quinta la radicalidad de llegarse hasta el Calvario, camino de Cruz. En las sextas nos resolvemos a amar sin fin y en las séptimas, resucitados seremos anunciadores del misterio Pascual. La gracia bautismal aparece como el itinerario fundamental, pues nacidos a la vida siguiendo las primeras moradas, llegamos a las séptimas, dispuestos a cumplir el mandato del Señor: Id y haced discípulos, bautizándolos…
Cada morada, excepto las séptimas, consta de cinco etapas o miradas hacia: Dios, Jesucristo, una forma de orar, la conversión personal y la construcción del Reino por la acción misionera. La Santa Doctora remite de modo constante de un aspecto a otro desde su propio testimonio de vida intentando sistematizarlo.
PRIMER ÁMBITO: LA MORADA PROVIDENTE DEL DIOS QUE NOS AMA
Santa Teresa inicia esta propuesta de vida espiritual proponiéndonos entrar en relación con el Dios revelado a lo largo de la Historia de la Salvación. Es la morada de la iniciación al don de la fe por parte del Dios providente que desea comunicarse, salir al encuentro del aún, indigno hombre: “nos hará ver que es posible en este destierro comunicarse un tan gran Dios con unos gusanos tan llenos de mal olor”. M1.1.
En el inicio de esta morada, Santa Teresa nos invita a considerar qué imagen tenemos de Dios y si ésta se sostiene en el temor o en el amor, un paso que ella misma dio en su vida, a base de conocer la providencia de Dios y entablar una relación personal y afectuosa, no sólo moral o leguleya. El cristiano acepta dar un paso fundamental en este proceso: creer en el Dios de Jesucristo, el Dios verdadero, el Abba. Para ello surge la oración, como el modo desde el silencio percatarse del gran amor que Dios nos tiene, y en este camino tomar la “determinada determinación” de ser constante, “de no parar hasta llegar a ella”. C 21.2
Santa Teresa nos propone una pedagogía de oración para fomentar la interioridad y el deseo de orar: iniciarse con una oración de contemplación de la belleza de la creación, la oración vocal y litúrgica, la contemplación de una imagen religiosa y la lectura espiritual.
Propone la Santa, una bella imagen de lo que es el ser humano: un “castillo precioso de diamante”, habitado por el mismo Dios. “El alma del justo no es otra cosa sino un paraíso adonde dice él tiene sus deleites”. M.1.1.1. Somos un castillo habitado, morada de Dios. Gn 1, 26-27 es el apoyo al que recurre santa Teresa para entender la dignidad del ser humano creado a imagen y semejanza del Dios que le habita. Es su tesoro, sólo reconocible para quien camina por la primera bienaventuranza, tener sólo a Dios como única riqueza. La conversión a la pobreza es la conversión a la verdad de la vida, al único fundamento: Dios.
A quien este camino inicial, la Santa le da un hermoso título: Siervo del Amor.
UNA IMAGEN PARA ORAR
Con Valladolid de fondo, Rubens recibió el encargo de decorar con motivo de la beatificación de la Santa, un retablo del Carmen descalzo de Amberes. En él debía representar la intercesión de la Santa para con Don Bernardino de Mendoza, difunto, que había donado el terreno para el convento de Valladolid. El fundamento lo refiere la propia santa en Las Fundaciones 10.5. “Un caballero principal, mancebo, me dijo que si quería hacer monasterio en Valladolid, que él daría una casa que tenía con una huerta muy buena y grande. (…) Le dio un mal tan acelerado que le quitó la habla y no se pudo bien confesar, aunque tuvo muchas señales de pedir al Señor perdón. Murió muy en breve, lejos de donde yo estaba. Díjome el Señor que había estado su salvación en harta aventura y que había habido misericordia de él por aquel servicio que había hecho a su Madre en aquella casa que había dado para hacer monasterio de su Orden, y que no saldría de purgatorio hasta la primera misa que allí se dijese”.
El grupo fundacional había llegado a Valladolid, para ocupar una casa que se hallaba en la salida de la ciudad hacia Puente Duero, a dos Kilómetros de la Puerta del Campo (final del actual barrio de la Rubia). El día 11 de agosto de 1568 al recibir la Comunión la Santa vio cómo era rescatado del purgatorio el buen Bernardino. Cambiaba de morada, al fin persuadido del amor del Buen Dios. El lienzo se conserva en el Museo de Bellas Artes de Amberes desde 1815, pero fue pintado para el altar de la Capilla de Santa Teresa. Se puede fechar en torno a los años 1630-1635, última etapa en la producción del maestro.
Al contemplar la obra destacamos la originalidad del tema. La recepción de la Sagrada forma revela a Teresa un encuentro con el Resucitado, que le sale al paso y ante el cual se arrodilla. A sus pies, de entre el grupo de purgantes, Bernardino es rescatado por un ángel. No falta el recuerdo del huerto de aquella primera casa, que da profundidad y verismo a la escena. El tema se popularizó por dos grabados posteriores, el primero copia tal cual el tema, y el segundo lo simplifica.
Llegados a este punto, sólo nos resta contemplar la imagen relatada. Castillo Interior incluye una hermosa oración que podemos hacer en paralelo:
“¡Oh almas redimidas por la sangre de Jesucristo! ¡Entendeos y habed lástima de vosotras! Mirad que si se os acaba la vida, jamás tornaréis a gozar de ellas! ¡Cuáles quedan los pobres aposentos del castillo! En fin, como adonde está plantado el árbol, que es el demonio ¿Qué fruto puede dar?” M 1.2.4
“Las (almas) que se vieren en este estado han menester acudir a menudo, como pudieren, a Su Majestad, tomar a su bendita Madre por intercesora, y a sus santos, para ellos peleen por ellas, que sus criaturas pocas fuerzas tienen para se defender…” M. 1.2.12