La semilla

Semillas de lino

Luis Mª Mendizábal | En la semilla está el fruto. Y ese fruto es más ser de lo que es la simple semilla. Y, sin embargo, está en su interior. Podemos decir, en este sentido, que el hombre tiene el germen de lo que será la humanidad. Es lo que ha llevado a un autor europeo a redactar lo que ha llamado la metafísica de lo que no es. Se entiende de lo que no es todavía, pero que será.

El hombre tiene un gran aliento por lo que puede ser, más que por lo que es. Fijaos que si nosotros no pudiéramos ser más de lo que somos, nos sentiríamos enormemente defraudados, pero sabemos que podemos ser más. Por tanto, en nuestro ser de ahora está un ser después. Un ser mejorado. Así el joven que sale de la universidad va con la ilusión de ser más. Es la esperanza, en un sentido siempre humano.

Esta realidad, con este doble plano de lo que es y de lo que será, nos pone en actitud de espera confiada, a través de los obstáculos que se presentan. Nos coloca en actitud tensa, hacia la realización plena que está contenida en lo presente. Y esto, aún mucho más, cuando el hombre se siente a sí mismo dirigido hacia su futuro que él mismo ha de desarrollar. Entonces tiene una tensión y, subjetivamente, se crea la actitud de espera, una actitud tensa, confiada, valiente y diligente, porque va a su realización total.

La esperanza cristiana tiene algo de parecido, pero es muy distinta. Puede darse que el desarrollo todavía no alcanzado de un pueblo, de una persona, depende de la actuación de una personalidad y esto nos va a introducir todavía mejor en el mencionado concepto cristiano de esperanza.

Supongamos una personalidad que, con su actuación personal y libre, fuera capaz de llevar a esa familia, a ese pueblo, a esa sociedad, a su desarrollo pleno. Entonces, la esperanza tiene un matiz personal. Se espera que tal nación pueda desarrollarse, porque se ha puesto a su frente a una persona capaz de realizar su desarrollo y solo ella es capaz de hacerlo. En este último caso, la esperanza está apoyada en esa persona, en la fe y la esperanza puesta en esa persona. La cual, se esfuerza y compromete a sacar adelante a esa sociedad. Aquí, dado que el hombre que está al frente no tiene capacidad estrictamente creadora ni existe esa capacidad en el pueblo que se le confía, la esperanza está limitada por dos realidades. Primero, por las capacidades que existen en el pueblo. Y segundo por la capacidad de esta persona para poner en juego esas capacidades. Estos son los límites de la esperanza propiamente humana.

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