Bendito es el fruto de tu vientre

Mons.
, Obispo de San Sebastián | El ángel Gabriel le había dicho a María «concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús». Y como un eco de aquellas palabras del ángel, Isabel, llena del Espíritu Santo, exclama: «¡Bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?». A finales del siglo XV se añadió explícitamente Jesús a la expresión «bendito es el fruto de tu vientre», porque el nombre de Cristo es el corazón de la plegaria cristiana. Por eso, el Ave María se terminó culminando con la palabra Jesús. Cuántos santos han muerto con el nombre de Jesús en sus labios, como santa Juana de Arco que, mientras era quemada en el fuego, únicamente pronunciaba la palabra Jesús.Isabel llama a María la madre de su Señor. Empieza a sonar eso de la Madre de Dios, porque de una expresión a otra no va prácticamente nada. Llamar Señor a Jesús es un título divino y la Iglesia, con el paso de siglos y concilios cristológicos, entiende que Isabel invocó a María como la Madre de Dios.
Una sana mariología es la que cae en cuenta que la dignidad de la madre le viene del hijo. Es al revés de lo que generalmente se suele considerar. Porque lo lógico es que la dignidad de los hijos venga de las madres. Nosotros hemos recibido de nuestras madres lo que somos. En el caso de María es al contrario, pues es la madre la que recibe la dignidad de su hijo. No olvidemos que Cristo ha sido el único hijo que ha podido escoger a su madre y lo hizo muy bien. Además, no se limitó a elegirla, sino que la ha moldeado, la ha pensado y la ha soñado específicamente para ser su madre. La auténtica devoción a María es cristocéntrica.
En uno de los viajes apostólicos de Juan Pablo II, en los que ya existía la costumbre de hacer una rueda de prensa en el avión, uno de los periodistas le preguntó al papa que por qué era tan mariano. El pontífice respondió que por motivos cristológicos. Y esa es la verdadera devoción a la Virgen, que desde Cristo descubrimos a María. Ella está justamente en el centro de la encarnación. El Verbo existente ha venido a nosotros en persona, pero la clave está en que ha tomado naturaleza humana en el seno santo y puro de la Santísima Virgen María. Por eso, está en el centro del acontecimiento clave en el que Dios ha venido a nosotros, a través de una mujer.
En la formulación de la fe y del dogma católico se rechazó, por herético, decir que Jesucristo había venido a nosotros per María, como si Dios la hubiese elegido como una simple carretera para llegar a nosotros. El catolicismo entiende que es ex María y, por tanto, tomó carne de su carne y sangre de su sangre. Por eso decimos, en el Ave María «bendito es el fruto de tu vientre», porque está en el núcleo de la encarnación.