Navidad

Navidad

Beatriz Olivares López | Es una realidad que, cuando se acerca la Navidad, a muchos de nosotros nos inunda la sensibilidad, volviéndonos tan delicados como un ser recién nacido en brazos de su madre. En este tiempo miramos más a las estrellas, a las luces, tenemos otro brillo en los ojos y deseamos con más fuerza estar con quienes queremos. Echamos de menos otras navidades, aspectos, personas, sin embargo, lo que a menudo olvidamos es la cantidad de vidas, historias, caricias y recuerdos que hay en nosotros.

Una vida no es vida sin otra, pierde su razón de ser. De la misma forma que una lengua sin su hablante o que un nido sin su ave, igual que el cielo a las estrellas o que el sol a la luna, así es la necesidad del humano de compartir su vida con otro al que querer y del que formar parte.

Todos los días entramos en contacto con muchas personas, pero ¿cuántas guardamos en nuestro corazón? Muchas relaciones las construimos sobre vacío y llenamos de aire para verlas infladas pero otras, en cambio, nos rozan suavemente el alma sin apenas darnos cuenta y no nos damos cuenta hasta que ya no están. Así, vamos formando parte de vidas sin casi darnos cuenta. Pensemos en el color verde… seguro que no has imaginado solo el color, sino que lo has asociado a una persona, momento, forma u objeto concretos. De esta manera nos sucede con muchísimos aspectos que comenzaron siendo conceptos vacíos pero otras historias nos los han ido llenando en nuestra vida. ¿Ves lo fácil que es influenciar a otro y llenar su vida?

Debemos pararnos a pensar de qué queremos llenar las vidas que tocamos, ¿de aire o de luz? ¿de amor o de angustia? ¿de esperanza o de discordia? Cuando lo hayas decidido habrás formado la persona que quieres llegar a ser. Comencemos desde ya hagámoslo una realidad y un presente para llevar a Dios, el Amor, a todos las vidas que rocemos.

Saturnino de la Torre dijo: «aprende a mirar lo que ya miraste y trata de ver lo que no viste». Qué mejor momento que este para fijarnos con mimo en cada una de las personas que nos han guiado, cuidado y marcado de alguna forma, incluso aquellas que han pasado desapercibidas a nuestros ojos. A ellas son a las que deseamos llevar a ver el alumbrado y la decoración, dedicarles un villancico y verles sonreír, mostrándoles nuestra ilusión y brillo navideños. Y centrándonos en lo más profundo del sentido, para ellas son para las que deseamos ser la estrella de la Navidad, no como protagonistas, sino como luces que los guían y acompañan en su caminar. ¡Luchemos por ello, abramos los ojos y sintamos el amor ardiente de Cristo naciendo en nuestros corazones!

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