Carta a los Reyes Magos

Adoración de los Magos
Adoración de los Magos (Bartolomé Esteban Murillo)

Francisco Castro, Diácono Permanente | Queridos Reyes Magos: este año he sido muy bueno, he obedecido a mis padres, en el cole me ha portado bien, he recogido mi habitación casi todos los días y me he comido toda la comida que me pone mamá en el plato. Y por eso os pido que este año me traigáis……

¿Quién de nosotros siendo niños no ha comenzado escribiendo su carta a sus majestades los Reyes de Oriente con estas mismas palabras o parecidas mientras éramos observados por nuestra madre o padre, insistiendo en que escribiéramos con letra clara, para que lo entendieran los Reyes Magos?

Hoy ya somos adultos, y hemos dejado de escribir esa carta llena de peticiones y sobre todo de ilusión por aquello que nos iban a traer sus majestades la noche del 5 al 6 de enero. ¿Quién no recuerda lo largo que se nos hacían los días desde que entregábamos en mano nuestra carta el Rey Mago (cada uno teníamos un rey favorito: Melchor, Gaspar o Baltasar) o a su paje en algún trono que ponía el ayuntamiento para la recogida de esas cartas? Esa espera se nos hacía larga, muy larga; y qué decir de nuestro comportamiento en esos días de espera, casi nos convertíamos en “santos” de lo bien que nos portábamos. Por no citar la famosa y amenazante frase maternal: “cómo te portes mal, los Reyes Magos te traerán carbón”

¡Ah, que inocentes éramos entonces!, Pero, ¿cómo no serlo? Si al llegar esa mágica noche, en la que nos costaba dormirnos mucho, pero que mucho más de lo normal, al despertar (más pronto de lo que nuestros padres desearían) en el salón de casa aparecía como por arte de magia aquellos juegos o juguetes que estaban en nuestra carta. Por no hablar de lo que se habían comido los Magos y la leche que se habían bebido sus camellos. Toda esta espera se puede resumir en una sola palabra: ilusión.

Esa ilusión, era el colofón de un tiempo lleno de alegría que comenzaba con la Navidad y culminaba en la Epifanía. Porque en los hogares de hace unos años (y no tantos como parece) la llegada de la Navidad inundaba de alegría nuestros corazones. El momento de adornar la casa, de montar el belén y el árbol era algo maravilloso, en el que participábamos todos los miembros de la familia. Éramos conscientes de lo que realmente significaba la Navidad: “el nacimiento del Salvador, la llegada del Niño Jesús”. Esa era la verdadera razón por la que celebrábamos la llegada de la Navidad. Pero poco a poco ese sentimiento de gozo cristiano se ha transformado en una época de consumo, de falsas felicitaciones, de encuentros gastronómicos con los compañeros de trabajo.

Cada año tanto los ayuntamientos como las grandes superficies comerciales, se han empeñado en que celebremos la llegada de la Navidad cada vez más pronto, con el único fin de que ese “espíritu navideño” nos incite al consumo, al gasto continuado. Y es aquí donde me hago varias preguntas: ¿Cómo debemos vivir como cristianos la Navidad? ¿Debemos dejarnos arrastrar por el consumismo? ¿Cómo podemos resistirnos a la influencia de tanta publicidad que nos incita al gasto?

La Navidad del pasado año fue especialmente difícil por la situación sanitaria que nos trajo la COVID19. Muchas fueron las familias que para evitar males mayores no se pudieron reunir en estas fechas tan especiales. Muchas las personas que la Nochebuena la vivieron en soledad. Desconozco si esta Navidad podremos vivirla con “normalidad”, pero creo que lo más importante es vivirla con esa ilusión de cuando éramos niños, con esperanza, porque como cristianos tenemos la gran suerte de conocer el verdadero motivo para estar alegres en estos días: “el nacimiento del Niño Jesús”. Porque si dejamos que nuestro corazón se llene con aquella ilusión que teníamos cuando éramos niños, estoy seguro de que viviremos con gran alegría y con gozo la Navidad.

Navidad significa nacimiento, y es una época para desearnos paz y felicidad, pero ante todo es un tiempo de alegría, donde compartir nuestros buenos deseos unidos a nuestras buenas acciones hacen de ella unos días maravillosos, en los que el corazón se nos llena de nuevo de esa ilusión infantil, ilusión que se ve reflejada en las caras de los más pequeños. Y eso es lo que este año les voy a pedir a los Reyes Magos que la ilusión de la Navidad inunde las vidas de todas aquellas personas que por diversos motivos no pueden o no quieren vivir el espíritu de la Navidad. Porque con el paso de los años, algunos corazones se vuelven de piedra y se tornan insensibles ante la felicidad de los otros. Incluso parece que les molesta que haya personas que impregnen su corazón con la alegría de la Navidad.

La Navidad es un tiempo para compartir, un tiempo para ser generoso, un tiempo para el encuentro familiar, para la alegría y la esperanza. Pero todo esto sería algo sin fundamento, si no somos conscientes del verdadero significado de la Navidad: “el nacimiento de Jesús”. Los regalos, los adornos, los villancicos, los abrazos, el compartir, todo lo que rodea la Navidad tiene verdadero valor si somos conscientes como cristianos, que todo gira en torno al Niño Jesús.

Desde esta colaboración os deseo una muy FELIZ NAVIDAD y que sus majestades los Reyes Magos os traigan todo aquello que les habéis pedido.

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