El Belén de Navidad

(artículo recuperado del número 96 de la revista)
Recuerdos
Al llegar estas fechas, se agolpan en mi pensamiento, los recuerdos inolvidables de mi niñez, en las que el frío se hacía sentir intensamente, aquellas heladas impresionantes, que convertían los charcos en excelentes pistas de patinaje, los chupetes de hielo, adornando las ramas de los árboles llenas de escarcha, y las densas nieblas, que se metían hasta el tuétano de los huesos.
Cómo olvidar aquellos puestos en la Plaza Mayor, de toscas figuritas de barro pintadas de colores chillones, esperando que alguien las comprara para el Nacimiento, o aquella castañera del Campillo, hoy Plaza de España, que inundaba con el olor a castañas asadas aquella zona; todo esto nos anunciaba que la Navidad estaba cerca.
Os puedo asegurar que no echábamos de menos los escaparates atestados de bombillas de colores, juguetes, alimentos, vestidos, espumillón, etc… de los grandes almacenes, ni la televisión, tan sólo la radio con sus villancicos y el canto rítmico de la lotería. Pero eso sí, en casi ningún hogar faltaba nuestro querido Belén.
El Belén: Rito, Ilusión y Misterio
El prepararle era todo un rito; se desenvolvían con cuidado las figuras para no romperlas, había que buscar escorias para hacer las montañas -a mí personalmente no me gustaban las de corcho-, las primeras eran más fuertes y no se desmoronaban, luego la arena o el serrín para los caminos, ramas de árboles, musgo, el papel azul para el firmamento, con aquellas estrellas de plata, que recortábamos del papel que envolvía el chocolate, el río, la cascada, confeccionados con el consabido papel de estaño.
Una vez realizado todo esto, venía la parte que a mí me gustaba más, el ir colocando cada figura en su sitio, al finalizar un poco de harina por las montañas y ya estaba listo. Y, después de Reyes, había que volver a guardarlo hasta las próximas Navidades.
Al regresar del “cole”, por la mañana y por la tarde era visita obligada al Belén, se lo enseñábamos a los amigos, vecinos, etc, sentíamos cierto respeto, guardábamos silencio, nos parecía algo grande, aquello que representaba el misterio del Dios hecho Hombre.
Presente: Ilusión, Realidad y Reflexión
Ahora qué contraste, en la mayoría de los hogares: el árbol ha sustituido al Belén, es más vistoso el espumillón, las luces, las bolas brillantes de colores, parece que quiere ocultar la realidad de lo que ocurre en esta civilización nuestra del siglo XXI.
El Belén parece que nos sacude y nos vuelve a la realidad, pasamos de ese anciano que va descalzo al Portal, de esa lavandera, que no se cansa de frotar la ropa en el agua fría del río, de esos pastores calentándose en la fogata…, a esos abuelos que están viviendo en soledad en los asilos -que ahora llamamos residencias para que suene de forma menos dura-, a esas personas que están en paro, y no saben lo que van a comer mañana, a esos muchachos que están enganchados a la droga y no pueden salir de ella, o aquellos otros que el único cobijo que encuentran para pasar la noche es una caja de cartón debajo de un soportal.
¿Qué sentirán estas personas ante todo este montaje de calles, comercios repletos de luces, espumillón, en definitiva CONSUMISMO que nos invade?
Quizá sea el momento de reflexionar qué hacer para que esas personas no se sientan más pobres porque nosotros somos más ricos, y eso a lo largo de todo el año, porque todos los días es NAVIDAD.