Los despistes del corazón

Orando

Fr. Rafael Pascual Elías, OCD | Una de las dificultades más presentes y comunes en la vida de oración es la distracción. No tenemos que asustarnos, pero sí estar preparados para hacer frente a este hecho que hace que perdamos fuerza en nuestra oración al no llegar a esa intimidad tan provechosa. Todo es cuestión de dar pasos, de rendir nuestra voluntad a la de Dios, de romper con tantos apetitos que tenemos y nos dominan. Como todo camino, es bueno seguir a buen ritmo y avanzar con ganas. Pero lo principal es empezar por el principio, por lo más elemental, saber que hay mucha diferencia entre la oración vocal y la meditativa-contemplativa.

A nivel vocal, mientras rezamos oraciones que sabemos de memoria nos podemos distraer y rezar con la boca, pero con el corazón o la mente estar en otro lugar. Es lo más común. Hay que descubrirlo, reconocerlo y buscar la solución. Si sucede esto, lo bueno es centrar la mirada en alguna imagen, en volver a rezar lo que estamos diciendo y abrirnos al amor de Dios.

Pero también puede ocurrir que nos despistemos cuando estamos en plena oración de silencio contemplativo. Es más difícil, pero no imposible. Las tentaciones y todo lo que nos envuelve nos complica siempre que hacemos silencio para entrar en trato íntimo con Dios. Una vez que hemos acallado el mundo exterior, no podemos seguir si no se calma también nuestro interior. Todo a la vez en silencio es lo que facilita que nuestra oración discurra sin interrupciones.

Lo peor, y es lo que muchas veces ocurre, es hacerles caso. Entonces estamos perdidos. Nos enredan cada vez más y perdemos el tiempo y el encuentro con Dios. Da igual que sea rezando un misterio del rosario que en la media de oración que nos hemos propuestos cada día. Hay que dejarlas de lado. Lo mejor, no hacer aprecio. Si nos quedamos en que nos despistamos ya no seguimos y todo se para. Dios está con nosotros, sí, pero no podemos escuchar lo que quiere decirnos al corazón.

La solución la encontramos en poner el corazón en Dios. Cuanto antes. Volver la mirada a Cristo Jesús de un modo u otro. Entonces todo cambia y el diálogo vuelve a ser fluido y provechoso. Es lo mejor, lo más grande, lo más beneficioso.

Para que todo sea más fácil y nos demos cuenta que las distracciones en la oración pueden tenerlas todos, no hay más que acudir a la vida de Santa Teresa. Ella también las sufre y las supera del modo como hemos dicho. Pero lo importante es dar el paso. Rezar de verdad. Una vez más nos sale al paso para mostrarnos el mejor camino para orar. Une la oración vocal y contemplativa en el Padrenuestro. Al rezar esta oración nos podemos despistar tanto al pronunciarla como al hacer silencio para entrar en la esencia de cada una de las peticiones que se elevan al Padre. Por eso la clave se encuentra en amar a Dios y entrar en intimidad con Él:

“Lo que yo querría hiciésemos es que no nos contentemos con solo eso. Porque cuando digo ‘credo’, razón me parece será que entienda y sepa lo que creo; y cuando ‘Padre nuestro’, amor será entender quién es este Padre nuestro y quién es el maestro que nos enseñó esta oración.

Lo que podemos hacer nosotros es procurar estar a solas, como digo, para que entendamos con quién estamos y lo que nos responde el Señor a nuestras peticiones. ¿Pensáis que está callado? Aunque no le oímos, bien habla al corazón cuando le pedimos de corazón.

Tenéis razón en decir que ya es oración mental. Mas yo os digo, cierto, que no sé cómo lo aparte, si ha de ser bien rezado lo vocal y entendiendo con quién hablamos. Y aun es obligación que procuremos rezar con advertencia, que con estos remedios vaya bien rezado el Paternóster y no acabemos en otra cosa impertinente. Yo lo he probado algunas veces, y el mejor remedio que hallo es procurar tener el pensamiento en quien enderezó las palabras. Por eso tened paciencia y procurad hacer costumbre de cosa tan necesaria” (Camino de perfección 24, 2.5-6).

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