La Viva Fuente

Fuente

Fr. Rafael Pascual Elías, OCD | Cuando oramos tenemos que saber que vamos a encontrarnos con una persona que se llama Jesucristo y que es el mismo Dios hecho carne. Esta afirmación puede parecer dada por supuesta y fundamental a todo orante, pero el mundo de hoy día tiene otra manera de pensar que complica mucho la vida de oración. Mientras el corazón orante piensa del mismo modo que Cristo vivo y verdadero en su presencia real en la Eucaristía, el mundo teoriza de una manera propia y ajena a lo que nace de la oración. Las mentalidades de este mundo nos invaden y envuelven con mucha facilidad. Muchas veces sin darnos cuenta. Hay que estar alerta, en lucha, despiertos, para que el ladrón no entre por la noche en nuestra casa y nos robe el precioso tesoro de la unión que tenemos con Dios por medio de la oración.

La razón y la ciencia se imponen como criterio de veracidad y validez para todo aquello que vive la persona. Lo que no se puede explicar científicamente no existe o no es válido. ¿Entonces dónde queda el fruto de la oración que es un misterio que desborda nuestra conciencia e inconsciente? Al rezar uno va mucho más allá de lo que los científicos y pensadores pueden explicar por escrito. La oración da vida a lo que no se puede escribir, porque eso supone perder parte de lo que es en sí mismo el amor de Cristo a la humanidad. El que reza sabe que esto es real y todo lo demás es relativo. ¡Todas las respuestas se encuentran en Jesucristo! ¡La búsqueda de la Verdad al final termina en Dios! ¡Sólo Dios puede explicarlo todo!

Lo que vale y se aprecia en este mundo es aquello que produce y rinde en favor de todos. ¿Entonces la oración es estéril e infecunda como se escucha a cada paso por la calle? Es muy común oír hablar de las monjas de clausura como mujeres que no hacen nada, sólo rezar. ¿Y dedicar toda una vida a orar por todo lo que pasa en este mundo es no hacer nada? ¿Qué sería de este mundo sin la plegaria silenciosa, sacrificada y anónima de tantas monjas contemplativas que viven día y noche en continua oración ofrecida por la salvación de las almas? ¡El fruto está escondido! ¡Hay que saber dónde se encuentra la fuente que riega este mundo! ¡La fecundidad de una mujer que consagra su vida a Dios en oración es algo que no deja indiferente cuando se conoce!

Los sentidos, el dar juego a ellos y estar siempre bien, es lo que busca la gente, porque ahí se encuentra el bien y la belleza que da sentido a nuestra vida ¿Dónde hallamos la mayor belleza, bondad, unidad y verdad sino en el amor de Cristo resucitado y glorioso que experimentamos en cada momento de oración? Buscar lo mejor y complacer nuestros sentidos corporales nos impide crecer en el conocimiento de los verdaderos sentidos: los espirituales, los que no hacen ver, gustar, oler, tocar y oír todo lo que Dios nos pone en el corazón cuando rezamos. ¡Contemplar a Dios expuesto en la custodia! ¡Oír la Palabra Dios! ¡Comulgar a Dios! ¡Oler la presencia de Dios! ¡Sentir el fuego interior que nos quema por dentro cuando estamos ante Dios en adoración! ¡Ahí encontramos la Verdad, la Belleza, la Bondad y la Unidad! ¡En nuestra vida de oración!

El activismo que agota y no deja opción a vivir la verdadera paz hace buscar una huida de este mundo globalista que impide el descanso necesario. ¿El orante qué vive sino el meterse de lleno en la historia y en la vida de todos aquellos que salen en su camino para invitarles a vivir en Dios? ¡El orante no huye! ¡El orante se moja! ¡El orante pisa piedras y barro! El que reza de corazón es quien da luz a todos los que se dejan ayudar cuando ponen su pensamiento en Dios y no en este mundo. Así es Dios de generoso. Se da del todo. Quiere darse a todos. ¿Dónde vamos a encontrar algo mejor? ¿El mundo puede ofrecernos todo lo que mana de la Eucaristía? ¡Salgamos a la calle! ¡Miremos los rostros! ¡Hay sed de amor, de paz y de verdadera búsqueda del sentido a la vida!

El corazón orante sabe muy bien dónde se sacia todo ello: no el mundo y en sus diversas mentalidades, sino en Jesús Eucaristía. ¡Vayamos a beber de la fuente! ¡Dejémonos llevar por esos versos de San Juan de la Cruz que nos hacen vivir, pensar y orar desde esa Fonte que mana y corre!:

«Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,
aunque es de noche.

1. Aquella eterna fonte está escondida,
que bien sé yo do tiene su manida,
aunque es de noche.

2. Su origen no lo sé, pues no le tiene,
mas sé que todo origen de ella tiene,
aunque es de noche.

3. Sé que no puede ser cosa tan bella,
y que cielos y tierra beben de ella,
aunque es de noche.

4. Bien sé que suelo en ella no se halla,
y que ninguno puede vadealla,
aunque es de noche.

5. Su claridad nunca es oscurecida,
y sé que toda luz de ella es venida,
aunque es de noche.

6. Sé ser tan caudalosos sus corrientes.
que infiernos, cielos riegan y las gentes,
aunque es de noche.

7. El corriente que nace de esta fuente
bien sé que es tan capaz y omnipotente,
aunque es de noche.

8. El corriente que de estas dos procede
sé que ninguna de ellas le precede,
aunque es de noche.

9. Aquesta eterna fonte está escondida
en este vivo pan por darnos vida,
aunque es de noche.

10. Aquí se está llamando a las criaturas,
y de esta agua se hartan, aunque a oscuras
porque es de noche.

11. Aquesta viva fuente que deseo,
en este pan de vida yo la veo,
aunque es de noche.»

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