Don de Ciencia (II)
Mons.
, Obispo de San Sebastián | Santo Tomas de Aquino da una definición en la Suma Teológica de este don en los siguientes términos: el don de ciencia es un hábito sobrenatural infundido por Dios en el entendimiento del hombre para que por obra del Espíritu Santo juzgue rectamente, con lucidez sobrehumana natural acerca de las cosas creadas refiriéndola siempre a su fin sobrenatural. Por lo tanto el don de ciencia perfecciona la virtud de la fe en la consideración del mundo visible. Los dones de Dios siempre perfeccionan las virtudes. Hay dones que son correlativos a virtudes concretas, por ejemplo, decíamos que el don de consejo perfecciona la virtud de la prudencia, pues el don de ciencia perfecciona, lleva a su cumbre, la virtud de la fe –la fe vivida a modo humano, y siendo una gracia de Dios, para poder ver el mundo a la luz del Señor pero como virtud–, sin embargo el don de ciencia es el mismo Espíritu Santo el que toma la rienda y perfecciona la fe llevándola a su plenitud. Nos da como una gran luminosidad para conocer el mundo al modo divino porque también hay que conocer el mundo visible, no solo los artículos del credo, también hay que conocer el mundo visible a la luz de Dios y para eso también la fe ilumina pero a nivel de don. El don de ciencia nos permite conocer el mundo visible al modo divino.Nos puede llamar la atención que este don se llame así, ‘ciencia’, pues nosotros la palabra ciencia la aplicamos a otra cosa. Por ejemplo aplicando este término a las ciencias naturales decimos que son aquellas que a la luz de la razón conocen las causas naturales. Una ciencia experimental a nivel de la razón o incluso a través de la experimentación es capaz de buscar las causas de las cosas. Pues bien, esta no es la aplicación, ni siquiera tampoco la aplicación que hacemos cuando hablamos de la ciencia teológica porque la ciencia teológica es aquella que discurre, utiliza la razón, para discurrir de las cosas de la fe, de las cosas de Dios. Pero con respecto al don no es este el caso porque el don de ciencia no es un discurso, es una luz especial del Espíritu Santo en las que nos permite conocer las cosas creadas sin trabajo ni discurso de la razón, sino más bien con cierta connaturalidad con Dios, con rapidez y seguridad, al modo divino. El Espíritu Santo nos permite conocer interiormente las cosas. Es tal y como el Señor conocía a Natanael, le conocía por dentro, conocía el pensamiento de los hombres. También el don de ciencia nos permite, sin el concurso de la razón, tener esa intuición de conocer la razón íntima de las cosas creadas, ver y entender con facilidad las cosas de la vida en referencia a la vida eterna.
El don de ciencia trae consigo dos efectos que son complementarios, por una parte nos hace entender que la vida presente es una ocasión de gracia especial. La vida presente tiene una dignidad muy grande pues las criaturas se convierten en ventanas abiertas a la contemplación de Dios y todos los acontecimientos de esta vida que nos pueden parecer tontos, triviales, rutinarios… sin embargo en ellos está teniendo lugar el escenario de la salvación eterna. Cualquier ‘cosita’, una tarea que tengamos que hacer, el don de ciencia nos permite ver que esas pequeñeces de nuestra vida nos están produciendo efectos eternos, nos están preparando para la vida eterna. El don de ciencia te hace valorar mucho esta vida pues tiene una dignidad muy grande porque es el escenario que nos introduce en la vida eterna, es el prologo de la vida eterna. Por tanto esta vida hay que estimarla mucho y tomársela muy en serio porque las opciones que hagamos en esta vida nos están preparando para la vida eterna. Es verdad que esta vida es pasajera pero tiene un gran valor. Nada de lo que ocurre en esta vida es insignificante todo ello nos están preparando para disposición de los valores eternos que Dios quiere ofrecernos, por eso por una parte el don de ciencia nos lleva a valorar mucho esta vida.
Por otro lado también muestra la vanidad de todas las criaturas y de todas las vicisitudes temporales, es decir, que muchas cosas que en esta vida nos quitan la paz y nos lo hacen pasar muy mal, pues a la luz del don de ciencia uno dice: ‘¡yo no voy a sufrir por esto! Me está quitando la paz una cosa que no va en ningún lado’. Lo que me tiene que preocupar y preparar es hasta qué punto esta situación me está preparando para tener un corazón más libre y más dispuesto para recibir los dones de Dios, pero no que las criaturas o su posesión o su pérdida me estén quitando la paz, ¡que son las vicisitudes o las situaciones tan temporales o tan transitorias comparado con la plenitud de Dios! El don de ciencia, que perfecciona la fe, nos libera de muchas fascinaciones con que el mundo engaña y que nos tienen obnubilados. El hombre está fascinado por este mundo que ejerce sobre el un poder de atracción que parece que le hipnotiza. Hay un texto del Ap. 13,3 que dice: ‘toda la tierra seguía maravillada a la bestia’, se refiere a la bestia como el maligno como esa capacidad que tiene el mundo de atracción, de estarnos absorbiendo, apartando nuestro corazón y nuestra atención de tenerlo puesto en Dios. Este mundo puede tener un influjo de atracción que nos está secuestrando la atención y nos la está quitando del Autor de la Vida y de nuestro Padre que nos ama. De tal manera que te puedes encontrar corazones humanos totalmente fascinados y entregados a determinadas cosas que ciertamente son maravillas de la técnica o de la creación pero que son capaces de secuestrarle y de robarle al corazón el don de Dios. He aquí lo que nos permite el don de ciencia.
El don de ciencia esta también recordando que este mundo tiene una vanidad y una capacidad de seducción de la cual nos quiere liberar. Jer.4, 22 dice: ‘mi pueblo está loco, me han desconocido, son necios no ven, son sabios para el mal e ignorantes para el bien’. Este es el gran poder de seducción que tiene el mundo del cual el don de ciencia nos quiere liberar; por lo tanto dos efectos no opuestos sino complementarios: por una parte el don de ciencia dignifica el escenario de esta vida porque es el prologo de la vida eterna y por otra parte nos recuerda y nos quiere liberar de ese poder de seducción que tiene este mundo que nos puede robar la atención, nos puede quitar el corazón de ponerlo en Dios, nos enseña la verdad del mundo liberándonos de la mentira del mundo.