En comunión con la Santa Madre de Dios (XV)

Mujer mirando al mar

Mons. José Ignacio Munilla, Obispo de San Sebastián | Aplicando el hecho de que Dios no sólo nos ha sanado sino que nos ha elevado a la condición de Hijos de Dios a la Virgen María, decir que es ‘llena de gracia’, es recordar que ella es la perfectamente sanada porque fue preservada del pecado. Se dice que la sanación más perfecta es la de la medicina preventiva, pues aquí también pasa lo mismo. María es sanada porque es preservada, y es la perfectamente redimida. Y en cuanto a la gracia elevante, obviamente, ella entra en el seno de la Trinidad y tiene una relación personalísima con cada una de las tres personas de la Santísima Trinidad. De ella decimos que es Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa del Espíritu Santo. Tiene una relación personal porque ha sido elevada por la gracia. Ella está en medio de la Trinidad con esa relación tan personal con cada una de las tres personas, sin olvidar que ha sido coronada como Reina y Señora de cielos y tierra. Es decir, que la gracia elevante en María alcanza el máximo desiderátum de toda la humanidad. Ese es nuestro modelo: el modelo de la intimidad con Dios, al que todo hombre suspira o quiere alcanzar.

Todo esto en lo que estamos profundizando es lo que significa que María es llena de gracia. El Catecismo en este punto que estamos explicando viene a decir que, “para entender qué es ‘llena de gracia’ hay que entender la segunda frase ‘el Señor está contigo’”. María está llena de gracia porque el Señor está con ella. Obviamente ese es el motivo, la gracia –como decíamos antes– no es algo que Dios me da sino que es Dios mismo que se me da. Y por eso María está llena de gracia, y por eso lo confesamos así.

Me atrevo a hacer un pequeño matiz que es el siguiente: en Israel existía la creencia de que la venida del Mesías podía ser acelerada por la oración y las buenas obras de los justos que esperaban la llegada del Mesías. Este es el caso de Simeón y de Ana, que estaban en el Templo orando y ayunando, y esperaban la llegada del Mesías; y su oración (y la oración de todos los justos) “acelera” la llagada de Dios, su intervención. Su espera no es una espera pasiva, sino que con la acción de orar y una vida justa están adelantando su llegada. Igual pasa cuando la Sagrada Escritura en el libro del Apocalipsis acaba diciendo Maranatha= ‘Ven Señor Jesús’, la oración de los justos, la petición de que Dios venga a nuestras vidas, está adelantando la llegada del Señor. Podemos decir, por tanto, que cuando dice que es ‘llena de gracia’ lo es porque está Dios con ella, pero también que el Señor viene a ella porque está llena de gracia y su oración adelanta la llegada de Dios. Este es un matiz bueno a considerar, porque si no se nos puede quedar un poco lejano esto que estamos comentando, y hay que tener en cuenta que el pueblo de Israel así lo creía. Los justos con su oración estaban preparando la llegada del Mesías, igual que nosotros decimos que las almas de los santos están preparando la llegada del Reino, están adelantando su venida. María con su santidad y siendo de los pobres de Yahvé se convierte en la representante de aquellos que están preparando su llegada.

Este punto del Catecismo nos sigue diciendo que “María, en la que va a habitar el Señor, es en persona invocada como la Hija de Sion, el Arca de la Alianza, el lugar donde reside la gloria del Señor”. Este ‘llena de gracia, el Señor está contigo’ también se ve reflejado en estas expresiones o advocaciones de María. Fijémonos en algunas de ellas:

María, Arca de la Alianza. El Arca de la Alianza es la que trasportaba las Tablas de la Ley que eran llevadas en esa Arca de la Alianza que el pueblo de Israel llevaba sobre sus hombros y procesionalmente le acompañaba como compañera de camino allá por donde iba, abriendo su peregrinar por donde pasaba, en su vida. Por tanto, esta es imagen de la Virgen María. Santa María del camino que nos acompaña en el caminar, que la llevamos con nosotros y ella nos enseña a llevar a Jesús dentro de nosotros. Ella lleva dentro a Jesús y camina junto a nosotros para enseñarnos a ser portadores del don de Dios en nosotros.

Comentar un detalle significativo. Recordemos aquel momento cuando Jesús está enfrentándose a un sector de los judíos que le llegan acusándole de que iba a destruir el Templo, y Jesús dice que ese Templo será reconstruido en tres días, refiriéndose al Templo de su cuerpo. Fijémonos en lo que supone que el Templo de Jerusalén no haya sido, a lo largo de los siglos, reconstruido. Sorprendentemente, aquel Templo de Jerusalén, que representaba la presencia de Dios entre nosotros, no ha sido reconstruido, ni parece que pueda a llegar serlo; basta ver la situación de Medio Oriente, el conflicto de la explanada de las mezquitas, etc. Hay todo un símbolo en ello, porque el verdadero Templo es el Templo de Jesucristo, su humanidad, El es el Templo de Dios, en El habita la plenitud de la divinidad.

Algo así pasa con el Arca de la Alianza. Esa Arca de la Alianza desaparecida, que se hace motivo de película tantas veces. ¿Dónde estará el Arca de la Alianza? Y se hace motivo de búsqueda arqueológica (que no hay porqué no hacerse) pero nos referimos aquí a su significado espiritual; que esa Arca de la Alianza desaparecida que los arqueólogos tanto buscan, es María. Igual que algunos se equivocan cuando pretenden buscar a Dios en la reconstrucción del Templo de Jerusalén cuando el auténtico Templo es el cuerpo de Jesucristo, su humanidad. Nos dispersamos también y perdemos la noción hablando de una búsqueda de una Arca de la Alianza perdida cuando en María tenemos esa Arca de la Alianza. Un símbolo pero cargado de significado que el Catecismo nos ofrece para entender qué significa ‘llena de gracia’, al Arca que lleva en sí las Tablas de la Ley, que lleva al autor de la Ley, a Jesucristo.

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