La profundidad de tu Misterio

Bosque

Fr. Rafael Pascual Elías, OCD | Dios busca adoradores en espíritu y verdad, personas que se apasionen en la vida de oración, que busquen esos momentos, que vayan sin prisa, que profundicen lo que están diciendo porque están orando al mismo Dios que les ha dado la vida, la compañía en el camino y la vocación.

La oración tiene que brotar de forma viva desde las profundidades del alma. Es lo que espera nuestro Padre Dios que nos ama haciendo que entremos en las mismas entrañas de nuestro ser para darnos cuenta de la grandeza que hay en nuestro interior, esa fuente inagotable de vida que nos abre a otro modo de orar: la de la confianza y abandono en el Padre que se complace en cada uno de sus hijos.

Tenemos que asociar el cuerpo a la oración interior, es lo que hacía el Hijo, Jesucristo. Si leemos y oramos las escenas del Evangelio nos encontramos a Jesús de rodillas, sentado, en pie, elevando los ojos al cielo, etc. El mismo Cristo nos enseña con su vida a orar al Padre contando con nuestro cuerpo y poniendo en el corazón palabras concretas, directas y llenas de amor. Él lo hacía ¿y nosotros?

Y la oración nos lleva a ofrecer el homenaje perfecto a Dios cuando nos dejamos llevar por el fuego abrasador y de amor que es el Espíritu Santo. Él nos transforma para que la oración nos haga cambiar y seguir los pasos del Maestro, de Jesucristo, que nos enseña a orar y nos promete el Espíritu Santo que nos dirá todo. Si lo acogemos nuestra oración cambia de forma radical al descubrir nuestra vocación de orantes ilusionados.

Entonces podemos decir con Santa Isabel de la Trinidad: “¡Oh mis Tres, mi Todo, mi eterna Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad donde me pierdo! Yo me entrego a Ti como víctima. Escóndete en mí para que yo me esconda en Ti, hasta que vaya a contemplar en tu luz el abismo de tus grandezas”.

Esto es orar desde la propia vida, en compañía y con vocación de orante. Esto es oración vocal que nos abre al mismo Dios. Unamos nuestro corazón al de Sor Isabel y digamos juntos “que cada momento me sumerja más adentro en la profundidad de tu Misterio. Pacifica mi alma, haz en ella tu cielo, tu morada más querida y el lugar de tu descanso” (Elevación a la Santísima Trinidad).

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