La oración cristiana (V)

Atardecer

Luis Mª Mendizábal, Ex director Nacional del APOR | No está reñida la presencia de Dios con esta presencia de su realidad creada que es la que constituye todo este mundo en el cual vivimos. Y por eso para nosotros todas estas realidades deben ser tan verdaderas como las que palpamos con los sentidos. Y por tanto la vida de oración serán momentos de este encuentro fuerte en determinadas circunstancias y vemos ello en ejemplos de los santos, donde ellos viven en su vida de oración esta realidad a la cual se abren. Es vivir la verdad, vivir de veras como lo hace la Iglesia en la Eucaristía, en el momento fuerte, cuando no hace invocar y sentirnos en comunión con la Virgen, los apóstoles, los mártires, los ángeles y los santos… Esto es vivir en cristiano, vivir bajo la mirada amorosa y bajo el amor omnipotente y cercano de Dios.

Es en este mundo en el que estamos llamados a la conversación en Cristo. En realidad Jesucristo resucitado vivo se nos comunica ahora, conversamos con El, nos comunicamos con El. La lección que nos dan los 40 días después de la resurrección es clara en este sentido. Durante esos días Jesús glorioso nos quiere dar una especie de introducción a lo que ha de ser la vida cristiana nuestra y así lo vemos a El, glorioso, que está ya con los apóstoles porque en el momento de las apariciones no es que entonces se hace presente sino que es entonces cuando se da a sentir de manera especial. Pero El está presente a ellos siempre. Y cuanto Tomás duda y no acepta el testimonio de los apóstoles, Jesús lo conoce porque está presente en medio de ellos, aun cuando no se manifiesta hasta el momento concreto determinado. Pero luego en determinados momento se da a sentir también incluso prefijados por El: “Id a Galilea y allí me veréis”, y entonces ellos tienen ese contacto particular, en fe, con Cristo resucitado vivo a través de sus sentidos corporales porque es una cesión del Señor, una condescendencia, que se les quiere mostrar a sí. Y así durante 40 días. De esta manera nos hace como una introducción, y así la presenta también San Lucas en los Hechos de los Apóstoles que antes de empezar a describir la vida que nosotros ahora vivimos con Cristo describe los 40 días: ‘durante 40 días se les mostró’ como indicando que esa fue la introducción para luego vivir como nosotros, con nosotros, ahora Cristo está presente a nosotros de una manera verdadera, no precisamente con la manera eucarística donde tenemos su presencia designable, que es el cuerpo de Cristo, que es otro tipo de presencia que nos envuelve pero está presente a nosotros Cristo siempre. Y en determinados momentos se nos comunica, no a través de los sentidos exteriores sino a través de los sentidos interiores.

Por eso para nosotros tiene que ser una evidencia no sólo racional por la fe (en el sentido de afirmación) sino que vivamos esta presencia verdadera de Jesucristo, esta presencia verdadera del Corazón de Cristo. Por esa expresión que utilizamos ‘Jesucristo haría hoy…’ es sospechosa. Sospechosa, en primer lugar, porque cada uno dice que Jesucristo haría lo que él piensa, Y segundo, es sospechosa porque parece que Jesucristo ahora no tiene nada que decir, que dijo ya todo lo que tenía que decir, mientras que la verdad es que Jesucristo ahora quiere de nosotros sus proyectos. Lo que Jesucristo quiere que yo haga ahora, eso es lo que tengo que buscar en esta vida, vivir así en la presencia del Señor.

Este mundo, pues, en el que estamos llamados a vivir así, dando gracias a Dios porque nos hace servirle en su presencia, porque El nos ha llamado a esta intimidad, y nos ha adentrado en el palacio divino, en las moradas divinas. Ésta, no puede ser menos que una vida experimental. Ahí está precisamente esa vida nueva y en eso consiste la vida nueva. Consiste en ese contacto con Cristo que se realiza precisamente en el resguardo de las miradas del mundo como dice el Señor, el mundo no ve al Espíritu ni le puede ver. En un vivir que se identifica con esa devoción infusa espiritualmente experimental. Hay una experimentación a través de los sentidos y hay otra experiencia íntima, profunda, espiritualmente experimental. Se identifica con la familiaridad divina, custodiada en la paz que supera todos los sentidos y que se manifiesta en un cierto modo en nosotros visible, histórico, en esa sociabilidad luminosa que distingue y caracteriza al cristiano lleno de Dios. Ese es el verdadero triunfo de Cristo.

Evidentemente se trata de algo que es experimental. Si nos decía Molina en la frase anterior ‘se siente a Dios cercano, protector, auxiliador…’ se trata, por lo tanto, de una verdadera experiencia pero muy lejos de esas experiencias que a veces se anhelan, propias de muchos de hoy y buscadas en escuelas de oración que son experiencias emotivas, conmovedoras, espeluznantes. No es ese tipo de experiencia. La espiritual le puede acompañar una emotividad pero ese no es el punto fuerte sino es esa experiencia honda, y además muy diversa. No solo experimentamos la cumbre de la unión con Dios, sino que se experimenta la presencia de muchas maneras por ejemplo, yo puedo sentir y experimentar que Dios me mueve hacia su abrazo íntimo, que no lo tengo todavía, pero siento que El me mueve a ello y que interiormente me impulsa y me llama. Es un sentir, un experimentar que no solo es el abrazo íntimo sino que estamos hablando de elementos diversos dentro del ámbito de la experiencia espiritual que tenemos que ir conociendo para realizar plenamente esta vida a la cual el Señor nos ha llamado.

Supuesta esta vida, la oración es un momento fuerte de la comunicación con Dios. Dentro de una vida vivida así hay momentos en los cuales uno deja todo lo demás para ocuparse en esa presencia de Dios. Y a esto llamamos oración, en sus formas más diversas. Pero en el fondo es dejarlo todo para ocupar la persona entera solo en ese trato de la presencia amorosa de Dios, que según la invitación que el Señor nos haga, tendrá unas formas u otras, dentro de la cual habrá una actividad nuestra, que podemos nosotros desarrollar movidos por la gracia escondida que en nosotros actúa y que podrá tener formas diversas. Eso es ya lo que nos ocupará cuando hablemos de la oración formal. Es el momento fuerte de la comunicación con Dios.

Es ese momento fuerte dónde se encuentra a Dios con la oración, como lo define la beata Angela de Follino: oración es donde se encuentra a Dios. Quiere decir donde uno se dedica solo a encontrar a Dios y dónde de hecho se encuentra con Dios, porque esa cercanía de Dios se presenta a nosotros de formas diversas, parece que a veces se aleja y otras se acerca en lo que es su repercusión en nosotros, y en esa dedicación total, en el momento de la oración, nos ocupamos sólo de esa presencia del Señor para ver si lo conseguimos encontrar. Encontrar si El nos descubre su rostro. Dios pues, conversa con el hombre a lo largo de toda su vida. Nos ha llamado esta conversación, a esa comunicación y revelación, y muy particularmente se puede decir que en el momento fuerte de la oración.

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