En comunión con la Santa Madre de Dios (V)
Mons.
, Obispo de San Sebastián | Algo parecido (como a los de Emaus) es también lo que le ocurrió a la propia María. Se nos dice en los Evangelio varias veces que ‘María meditaba todas estas cosas y las rumiaba en su corazón’. María rumiaba en su corazón lo que le había acontecido cuando Jesús se pierde en el Templo, lo encuentran y les dice esa palabra misteriosa: “¿No sabíais que yo tenía que estar en la casa de mi padre?” Verdaderamente en esta situación María también sale de esa situación rumiando, meditando en su corazón.¿Qué significa la palabra rumiar o meditar? Algo parecido a lo que hacen los animales rumiantes que primeramente reciben una gran cantidad de alimentos porque no pueden digerir inmediatamente todo. Los rumiantes primeramente están comiendo la hierba que pasa a su estómago sin haber tenido la capacidad de asimilarla y después cuando están descansando, poco a poco, rumian lo que han comido. Algo así ocurre también en lo que es nuestra capacidad de recibir los Misterios de Dios. En nuestra vida podemos estar recibiendo una sobreabundancia de Palabra de Dios que se nos predica que no tenemos la capacidad de asimilar, o hay acontecimientos en la vida que los vemos pero que no tenemos la capacidad de verlos a la luz de la fe plenamente. Pero hay un segundo momento en el que, posteriormente, a la luz del Espíritu Santo y en compañía de María y desde los ojos de María, vamos entendiendo las cosas, vamos viendo como la mano de Dios ha estado en todo y vamos dejando que Dios deje su huella y está en las consecuencias de todo lo acontecido. Esta es la oración a María que dice este punto del Catecismo. Vamos comprendiendo los episodios de la vida de Cristo, incluso yo añadiría más, vamos comprendiendo los acontecimientos de nuestra vida, un poco a posteriori, asistidos por la luz del Espíritu Santo y mirándolos desde los ojos de la Virgen María. Así es y así ha sido la oración como lo son también, por ejemplo, los misterios gloriosos y los luminosos. Meditar la vida de Cristo desde los ojos de María.
En algunas tradiciones también se ha hecho muy viva otra oración: el Vía Crucis, que es un camino hacia el Calvario. Aquí también existe un retorno del Vía Crucis acompañados de la Virgen María. Retornamos al Calvario y es como ir viendo desde la persona de María los acontecimientos: como fue el encuentro con las mujeres, con la Verónica, las caídas, el momento en que Jesús es ayudado a llevar la cruz… es un retorno del Monte Calvario, marcha atrás, acompañados de María viéndolo todo y rumiándolo todo en compañía de ella. Así ha sido también la oración a María que lejos descentrarnos en el misterio de Jesús, nos centra en El y en su Pasión desde sus ojos.
Así pues, hasta ahora, el catecismo nos ha subrayado la singular colaboración que tuvo María con la acción del Espíritu Santo y la forma en la que nos hemos dirigido a María, en la que le hemos orado a ella centrándonos desde ella en los misterios de Jesucristo.
Continúa este punto 2675 diciendo así: ‘en los innumerables himnos y antífonas que expresa la oración a María se alternan habitualmente dos movimientos, uno engrandece al Señor por las maravillas que ha hecho en su fiel esclava y por medio de ella en todos los seres humanos y el segundo confía la madre de Jesús las súplicas y alabanzas de los hijos de Dios, ya que ella conoce ahora la humanidad que en ella ha sido desposada por el Hijo de Dios’. Por lo tanto la oración a María tiene principalmente esos dos movimientos, formas o matices, que son complementarios. Uno primero que está más dirigido a Dios mismo. Más que una oración dirigida a María es orar a través de María a Dios. Es decir, con María oro a Dios. Engrandecer a Dios por lo que ha hecho en María y a través de María pues descubrimos su obra de salvación. Engrandecer a Dios por lo que ha hecho en ella y por todos los dones que nos ha dado a través de ella.
El segundo tipo de oración está dirigido más explícitamente a ella, ya no es orar con María a Dios, sino orar directamente a ella. Es confiarle a ella las súplicas de nuestras necesidades, en virtud de que ella es conocedora y tiene una posición privilegiada estando junto a Dios. Estando cerca de El tiene una posición privilegiada para conocer nuestras necesidades por lo que recurrimos a ella porque las va a introducir y las va a presentar delante de Dios. Es lo que significa esa frase “Santa María Madre de Dios ruega por nosotros pecadores”. Caer en la cuenta de esa posición privilegiada que tiene ella, y que ya lo vemos por ejemplo en las bodas de Caná. Parece que no estaba pero sí estaba y además atenta a todo y ella se dio cuenta de que allí les faltaba vino. María tiene esa posición singular que Dios le ha dado, una atención muy especial para captar nuestras necesidades. Dios la ha puesto ahí. Ahí tienes a tu hijo, cuidad de él.
Vamos a introducirnos en el primer modelo de oración: engrandecemos a Dios por lo que ha hecho en María. Aquí tenemos especialmente un modelo de oración que es el del Magníficat. En el capítulo primero del Evangelio de San Lucas, justamente en cuanto que termina el pasaje de la Anunciación: “he aquí la esclava del Señor hágase en mi según tu palabra” y el ángel la dejó, y entonces el siguiente versículo dice: “en aquellos días se levantó María (en cuanto recibió la visitación del ángel, al momento de que ha tenido lugar la Encarnación). Acto seguido, sin punto y aparte, “en aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud (a prisa) a la región montañosa a una ciudad de Judá. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel, y sucedió que en cuanto Isabel escuchó el saludo de María saltó de gozo el niño en su seno e Isabel quedó llena del Espíritu Santo y exclamó con gran voz: “bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor me visite? Porque apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo saltó de gozo el niño en mi seno. Dichosa tú qué has creído porque se cumplirán las palabras que te ha dicho el Señor”, y María dijo (ahora viene aquí la oración del Magníficat) “proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el poderoso ha hecho obras grandes por mí, su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. El hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos, auxilia a Israel tu siervo acordándose de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.” María permaneció con Isabel unos tres meses y se volvió a su casa.