Mujeres en el Antiguo Testamento

Rut en el campo de Booz
Rut en el campo de Booz (Julius Schnorr von Carolsfeld)

Francisco Castro, Diácono permanente | En mi última colaboración reflexioné sobre las mujeres que, en el Nuevo Testamento habían tenido un contacto directo con Jesús durante su ministerio: María la madre del Señor, la suegra de Pedro, la hija de Jairo, María Magdalena, etc… Todas ellas de una forma u otra tuvieron el gran privilegio de disfrutar de la presencia real del Dios vivo, y de acrecentar su fe en el Señor gracias a ese contacto directo con Jesús. Pero ¿qué fue de las mujeres que vivieron antes de la llegada del Hijo de Dios? ¿Acaso no existieron?

Pues claro que sí existieron, y he aquí una breve mención de mi afirmación: La primera mujer de la que nos habla el Antiguo Testamento, es Eva. Ella fue creada según nos relata el Génesis (Gn. 2,21-23) de la costilla de Adán. Aunque si leemos unos versículos anteriores, el Génesis (1,27) nos dice que Dios creó al hombre y a la mujer a imagen suya. Todos conocemos el relato por el que Eva toma el fruto del árbol prohibido y se lo da a comer a Adán. La etimología del nombre de Eva, significa “la que da la vida”. Y ha sido ella el origen de la vida de los cristianos. Pero hay muchas más mujeres que tienen su propio protagonismo dentro del Antiguo Testamento: Sara la esposa de Abraham (Gn 11,29-30 ss); Rebeca madre de Esaú y Jacob (Gn 24; 25,20-28 ss); María, la hermana de Moisés y Aarón (Ex 15,21-21); Betsabé, de quien el rey David quedó prendado desde el primer momento en que la vio (2S 11; 1R.15); Dalila, a la que Sansón amó (Jue 4,4; 5.15); la reina de Saba, cuyo verdadero nombre era Makeda, coetánea del rey Salomón (1R 10,4). Sin olvidar a Judit, que con su valentía salvó a su pueblo de Holofernes el general de Nabucodonosor II, que quería arrasar la ciudad de Betunia. Todas ellas son Mujeres a las que les tocó vivir tiempos muy difíciles, en un entorno en que ellas y sus opiniones no tenían ninguna importancia en la mayoría de las ocasiones.

Y así podría seguir nombrando a mujeres que tienen su importancia en el Antiguo Testamento, pero voy a profundizar un personaje en concreto, que por motivos diferentes siempre me ha fascinado, sobre todo por su ternura y por la valentía de sus protagonistas. Me estoy refiriendo a la bella historia de Rut, la moabita.

El libro de Rut, es un relato encantador (de apenas cinco páginas) que está situado en la Biblia entre los libros de los Jueces y el primer libro de Samuel. Es una obra maestra del arte narrativo, es una especie de oasis entre tanta violencia en un tiempo de guerras y caudillismos. Después del libro de los Jueces, donde la violencia está muy presente, la Biblia nos trae un soplo de aire fresco, una historia de verdadera ternura, una conmovedora historia: la de Rut y su suegra Noemí.

Nos narra el libro de Rut que en esa época hubo una gran hambruna en el país y un hombre de Belén llamado Elimélec decidió mudarse con su esposa Noemí y sus hijos a los campos de Moab, situado al otro lado del rio Jordán, lo que hoy es Transjordania, porque parece ser que allí los campos eran más fértiles. Total que allí se fueron toda la familia: Elimélec, su esposa Noemí y sus dos hijos con sus respectivas esposas. Pero a los pocos años de estar por esas tierras murió Elimélec y sus dos hijos. Dejando viuda a Noemí y a sus dos nueras. Por aquella época cuando enviudaban las nueras éstas quedaban al cuidado de la suegra. Y Noemí ante esta grave situación en la que se encontraban las tres mujeres, decidió volver a Belén. Pero antes les dio la libertad a sus nueras para que se volvieran cada una a su pueblo natal. Una de ellas, Orfá, retornó a su hogar, mientras que Rut no quiso abandonar a su suegra.

Cuando llegaron a Belén era el tiempo de la siega y Rut le dijo a su suegra que le dejara ir a espigar junto a la gente humilde que no tenían forma de ganarse la vida. Y Rut se fue al campo, que resultó ser propiedad de un pariente del esposo de Noemí. Este hombre se llamaba Booz. Cuando Booz fue al campo preguntó a su capataz quien era aquella muchacha, a lo que el capataz respondió que era la moabita que había regresado con Noemí. Booz sabía que Rut no había abandonado a su suegra y no sólo le permitió que trabajase en el campo sino que dijo a sus sirvientes que la respetasen y a la hora de comer Booz la invitó a comer junto con los demás trabajadores.

Por entonces era costumbre quedarse a dormir en el campo junto a lo recogido para evitar robos. Noemí supo por boca de Rut el buen trato que le dispensó Booz. Entonces le dijo Noemí a Rut: ve esta noche y te acuestas a los pies de Booz y le tapas con la manta. Al despertar Booz, Rut le dijo que como pariente más cercano a su suegra, él tenía preferencia a la hora de recomprar un terreno que había pertenecido al difunto Elimélec. Y Booz aceptó, pero en aquellos tiempos la costumbre era que en el lote iba incluida la viuda. Al día siguiente Booz convocó a los ancianos y dijo: “Todos sois testigos de que le compro a Noemí, las propiedades de Elimélec, de Quilión y Mahlón (los hijos de Elimélec y Noemí). También sois testigos que tomo por esposa a Rut, para que se mantenga la propiedad a nombre de Mahlón, su difunto esposo”. Así fue como Booz se casó con Rut. Con el tiempo Noemí dio a luz un hijo al que pusieron por nombre Odeb, quien sería el abuelo del rey David.

¿Hay una historia más hermosa que esta?

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