Isabel de la Trinidad, alabanza de Jesús
, Presbítero | El pasado 16 de Octubre, el Papa Francisco canonizó a 7 nuevos santos para la Iglesia católica. Dentro de esa lista, figuraba la Beata Isabel de la Santísima Trinidad. De ella queremos hablar en estas páginas, de manera que su testimonio y su ejemplo de vida cristiana nos impulsen a ser mejores cristianos cada día.
Lo que dijo el Papa Francisco
Al término de su homilía, el Santo Padre pronunció estas palabras: Los santos son hombres y mujeres que entran hasta el fondo del misterio de la oración. Hombres y mujeres que luchan con la oración, dejando al Espíritu Santo orar y luchar en ellos; luchan hasta el extremo, con todas sus fuerzas, y vencen, pero no solos: el Señor vence a través de ellos y con ellos. También estos siete testigos que hoy han sido canonizados, han combatido con la oración la buena batalla de la fe y del amor. Por ello han permanecido firmes en la fe con el corazón generoso y fiel. Que, con su ejemplo y su intercesión, Dios nos conceda también a nosotros ser hombres y mujeres de oración; gritar día y noche a Dios, sin cansarnos; dejar que el Espíritu Santo ore en nosotros, y orar sosteniéndonos unos a otros para permanecer con los brazos levantados, hasta que triunfe la Misericordia Divina.
Retazos de su vida
Una mañana del 18 de Julio de 1880 nació en un campo militar de Avor, cerca de Bourges, en Francia, la protagonista de nuestras páginas: Isabel de la Trinidad. Su familia, inquieta porque los médicos han dicho que el bebé no podría salvar su vida, rezaron y ofrecieron misas por la nueva criatura, y en contra de todos los pronósticos la niña llegó a este mundo “muy hermosa y vivaracha”, tal y como se nos cuenta en las crónicas de su vida. Cuatro días después, el 22 de julio, fiesta de María Magdalena, fue bautizada con el nombre de Isabel Josefina.
Desde pequeña destacó su talento musical. Fue inscrita en el Conservatorio y pasaba muchas horas en el piano. No iba a la escuela porque las instituciones del estado eran demasiado laicas, y optaron porque recibiera la formación más elemental en casa. El 19 de abril de 1891 recibió por primera vez a Jesús en su corazón. Sus cartas nos revelan la experiencia de ser amada y darse que ella experimentó ese día: Este gran día nos hemos dado por completo el uno al otro. Un verano especial en su vida fue el de 1894, cuando van a los Pirineos de vacaciones. Allí visitaron a sus tías y pasaron unos días con ellas. Isabel siempre recordará, también en sus cartas, el espectáculo cósmico de los Pirineos: ¿Te acuerdas de nuestros paseos por la sierra durante la noche, a la luz de la luna, mientras escuchábamos las alegres campanadas? ¡Oh, tía, qué bello estaba el valle a la luz de las estrellas, esa inmensidad, ese infinito, todo me hablaba de Dios. Así era Isabel humana y divina, centrada en el interior y viviendo las alegrías de la vida.
Esposa de Jesucristo
El 2 de agosto de 1901 entró en el Carmelo. Tan solo tenía 21 años. Una vida dedicada por entero a la oración, como señaló el Papa Francisco en la homilía de su canonización. Una comunidad de hermanas que viven el ideal de santa Teresa. Una sencillez en el uso de las cosas y en el trato con las personas. Un ideal apostólico que amplía sus horizontes al mundo entero. Su Epistolario refleja de una forma maravillosa sus primeras impresiones: No encuentro palabras para expresar mi dicha, aquí ya no hay nada, sólo Él…Se le encuentra en todas partes, lo mismo en la colada que en la oración. El 11 de enero de 1903, domingo y fiesta de la Epifanía, ante la comunidad carmelitana de Dijon, Isabel pronunció sus votos religiosos. Se sentía invadida por Dios.
El Nuevo Testamento tuvo siempre un lugar privilegiado en su mundo espiritual, muy especialmente las cartas de san Pablo, a quien llamará “padre de su alma”. Si hay algo especialmente conocido de la santa, es su oración de abandono en la Trinidad Santísima. El 21 de noviembre de 1904 Isabel pasó largos ratos ante el Santísimo. Por la noche redactó una oración, que es expresión de su entrega al Dios Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Algunas palabras de su oración son éstas: ¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro! Ayudadme a olvidarme enteramente para establecerme en Vos, inmóvil y tranquila, como si mi alma estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de vos, ¡mi Inmutable!, sino que cada minuto me haga penetrar más en profundidad de vuestro misterio. Pacificad mi alma, haced de ella vuestro cielo, vuestra morada amada y el lugar de vuestro reposo. Que no os deje allí jamás solo, sino que esté allí toda entera, completamente despierta en mi fe, en adoración total, completamente entregada a vuestra acción creadora.
Alabanza de su gloria
Isabel supo descubrir su vocación en la Iglesia: ser para Dios “una alabanza de su gloria”. El 9 de noviembre de 1906, con tan solo 26 años, entregó su alma al Señor con estas palabras: voy a la Luz, al Amor, a la Vida. Ahora, desde el cielo, intercede por todos nosotros y nos invita a seguir, como Ella lo hizo, las sendas del Maestro. Ojalá que su ejemplo de vida nos estimule a ser buenos cristianos, o mejor, a hacer realidad nuestra vocación a la santidad.