La oración cristiana (IV)

Crucero

Luis Mª Mendizábal, Ex director Nacional del APOR | La fe es el ‘órgano’ mediante el cual el hombre entero entra en relación con la realidad Dios y la realidad de este mundo divino u horizonte divino. La fe tiene sus ojos, la vida de fe. No es que para creer tengamos que tener unos ojos especiales, sino que el hombre introducido en esta vida divina tiene sus propios ojos de fe para ver a Dios.

Nosotros en el orden espiritual podemos hablar de un cierto ver a Dios, no verlo con los ojos corporales porque Dios no es visible con los ojos corporales pero hay algo análogo, más profundo (como cuando decimos: ‘yo veo muy claro esto’ o ‘he visto que esa persona tenia tal intención’… ver qué hay dentro de nosotros) pues hay un ver espiritual para ver a Dios, hay unos oídos para escuchar su Palabra. Hay unos oídos por los cuales solemos decir que hemos oído lo que el Señor nos habla. No son los oídos corporales. Hay un tacto que tampoco son las manos del cuerpo.

Al hablar del conocimiento de Dios hay que recurrir a esta doctrina de los sentidos espirituales que garantizan su carácter vital y experimental. Vivir la vida de aquí abajo quiere decir entrar en relación a través de los sentidos con el mundo. Cuando decimos que yo vivo esta vida lo decimos porque entramos en relación con este mundo a través de los sentidos, y me quedo en ese nivel de los sentidos. Vivir la vida del cielo, vivir la vida celeste, ser familiar de Dios significa que, por la acción de Dios que nos ha invitado y llamado, hemos sido introducidos a entrar en relación con Dios a través de una experiencia de los sentidos espirituales. Y ya desde el principio, desde el momento de creer, hay una cierta inmediatez con el Señor que luego va creciendo a través de toda la ascesis a lo largo de la vida. Y así llega hasta los momentos cumbres con iluminaciones propias que el Señor se digna a conceder a sus almas predilectas.

Cuando nosotros, por ejemplo, en algunas frases decimos como en unos versos conocidos de santa Teresa ‘vea quien quisiere rosas y jazmines, que si yo te viere veré mil jardines’. Esto lo puede decir incluso un enamorado humano. Y es verdad que el disfrute del amado supera la satisfacción de los sentidos corporales. El disfrutar de ese amor es más que si viera mil jardines. Produce una satisfacción más honda, es otro sentido interior que ve, que gusta, que toca. Pues bien, este es el mundo en el cual nosotros hemos sido introducidos a esta vida. Y esta vida nosotros la vivimos con los sentidos espirituales y con un sentimiento espiritual también, profundo, que suele llamarse devoción en sentido teológico-espiritual. No esa devoción sensible de un momento de oración sino es esa especie de unción interior, que es esa presencia del Señor, porque ungiendo ilumina desde dentro y es el vivir en esa unción del Señor.

Un autor llamado Molina en el Comentario a la primera parte de santo Tomás dice que: “esta devoción, en sentido teológico, si es auténtica y verdadera, es como una iluminación del rostro divino sobre sus siervos, la cual el profeta real en el salmo 30 pedía con estas palabras ‘ilumina tu rostro sobre tu siervo’. Pero en esa devoción Dios se siente presente (esta es la presencia del Señor) para proteger y para ayudar. Uno nota esa presencia protectora y auxiliadora por esa unción interior que está calándole dentro, vive en la presencia del Señor y da testimonio a nuestro espíritu que nos ama y que somos sus hijos. Interiormente, nos hace sentirnos amados, sentirnos hijos. Es el Espíritu el que nos unge así. Por ella se abre la puerta para que podamos hablar a Dios como propicio a nosotros y presente a nosotros con reverencia y con valentía”, estas son las palabras de Molina que indica esta presencia del Señor. Hay que recordar siempre estas palabras: “Dios propicio, Dios protector, Dios auxiliador, Dios cercano, Dios amante, nos ama, somos hijos…”, esto es lo que queda como tono, como algo que cala dentro, porque es el valor supremo para quién vive en la presencia del Señor. No arrancado de la realidad pero redimensionando todas las realidades desde esta liberación. Ya la creación no me angustia, no me estrecha, no me ahoga porque hay un amor que a través de toda ella se transparenta. Vive en la presencia del Señor.

Otro de los puntos es que todo esto incluye ser llamado a la conversación de todo el orden espiritual, que es también lógico. No es una ficción ‘extra’ el que hablemos de la vida trinitaria, no es una ficción nuestra el que hablemos de la Virgen como madre, o hablemos de los santos como hermanos y auxiliadores nuestros, amigos de Cristo, ni es una ficción nuestra el que hablemos de los ángeles… pues todas estas realidades son tan reales como nosotros, como yo y como tu, y por lo tanto lo que se trata es de vivir en la presencia de Dios que conlleva vivir también todas las realidades divinas.

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