Guillermo Rovirosa, apóstol en el mundo de los trabajadores

Cruz

Mons. Francisco Cerro Chaves, Obispo de Coria-Cáceres | Hace muchos años que conocí la vida de este hombre, místico y trabajador, que supo aunar en su vida, a veces de un modo dramático mucha fidelidad. Una fidelidad que le hizo inmensamente feliz, muchas veces en medio de grandes dificultades y grandes incomprensiones, que no le hundieron en el camino de la fe..

Fue un encuentro con Jesús que le cambió lavida. Venía de una realidad donde Dios no aparecía por ningún sitio y, como André Frossard, pudo decir: “Dios existe, yo me lo encontré un día”. Rovirosa se encuentra con un Dios vivo que tiene un rostro concreto, Jesús deNazaret. Su fidelidad a Jesús y a la realidad en la que vivía, le llevó a cimas increíbles de amor, de entrega y sobre todo de esfuerzos inmensos por aunar lo que no fue nunca fácil y en aquellos momentos históricos, más, era martirial vivir fe y vida.

Sólo una personalidad como Rovirosa, supo vivir su fidelidad a la Iglesia y su gran fidelidad a sus compañeros de trabajo, a los hombres y mujeres que compartían la precariedad laboral y sobre todo los sufrimientos de los abandonados y empobrecidos de la historia.

En Cristo une este obrero apóstol la fidelidad al Dios de la vida y a la humanidad más necesitada de justicia y de paz. Su fidelidad la vivió como una verdadera pasión de amor y de dolor. Se lanzó por el camino de una santidad total, no apta para los mediocres.

No es fácil vivir con una presencia trinitaria, que desborda su vida espiritual con los pies en el suelo. No sólo no se olvida de sus hermanos obreros sino que además le mueve más a una caridad sin límites con todos. Participa como creyente en la aportación que está llamado a hacer el Evangelio en una sociedad sin corazón.

Desde su infancia Rovirosa no había conocido la fe. Las ideologías le habían llevado a un trabajo que no sólo cansaban su alma sino que le envolvía en una amargura. El encuentro con Cristo le llevó a una mayor fidelidad a las personas que Dios puso en su camino. Trabajó incansablemente desde dentro de la Iglesia, por ser hermano que codo a codo trabajaba por los que viven, en palabras del Papa Francisco en todas las periferias.

En su vida, nada fácil, potenció los movimientos especializados de la Acción Católica para trabajar por llevar a todos el Evangelio del trabajo y de la alegría. Cuando le llegó la noche oscura la atravesó con una profunda obediencia a la fe. Incomprendido no se amargó. En la oración y en el silencio supo digerir muchas incomprensiones y envidias que dicen de él que fue un hombre místico y, como dice el Papa Francisco, “itinerante contemplativo”

Estoy convencido que hombres como este, testigos en medio de sus compañeros de trabajo, son una ayuda en el camino de la santidad. El pasado 27 de febrero se cumplieron 50 años de la muerte de Rovirosa. Nacido en Vilanova y la Geltrú (Barcelona) el 4 de agosto de 1897. Hoy su proceso de canonización, como siervo de Dios, nos trae a la memoria el Amor de Cristo, él repetía: ”Por puro amor Jesús me ha colmado de toda clase de bienes”.

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