«El cura de los pobres, el padre de los pobres…»
| Así solían llamar los hondureños al sacerdote y misionero que hace 17 años llegó a Honduras, desde la Diócesis de Valladolid, para trabajar con Monseñor Ángel Garachana, obispo de la Diócesis de San Pedro Sula.
Saturnino Senis Mayordomo, nacido en Valdestillas, Valladolid. Fue el cuarto de los seis hijos de Mariano Senis y Consuelo Mayordomo. De familia humilde, fue un niño de pueblo. Su padre era campesino y en invierno arreglaba zapatos. Le tocó vivir una época de mucha necesidad, la posguerra civil española.
Cuando iba a la escuela entró de acólito en la parroquia con el sacerdote que atendía al pueblo. En contacto con él surgió en su corazón el deseo de ser sacerdote, de ser como él. “Íbamos a ver enfermos y yo me fijaba como hablaba él. Les daba ánimo y aun que era pobre debajo de la almohada les metía un billete”. “A los once años y medio le dije a mi padre que quería ser como Don Vicente, el sacerdote. Él me preparó. A los doce años hice el examen de ingreso al seminario y lo aprobé. El 17 de marzo cumplí 53 años de sacerdocio”.
“Cuando fui ordenado sacerdote estuve dos años en un pueblo y otros diez dando clases en el seminario de Valladolid. Después le pedí al Obispo que me mandara a un pueblo, pues a mí me gustó siempre el trato con la gente. Quedó vacante la parroquia de Tudela de Duero, un pueblo de cinco mil habitantes donde estuve 17 años. Cuando murieron mis padres vi que podía realizar mi sueño de ir a América. Me puse en contacto con un obispo de Panamá y estuve allí cuatro años; no obstante regresé a España. El obispo me dio la parroquia de Laguna de Duero pero yo añoraba América”.
En Panamá había conocido a Ángel Garachana cuando todavía no era obispo. “Llamé al obispo Garachana, le dije que quería ir con él a trabajar a Honduras. Me vino a ver, hablamos, me ofreció clases en la Universidad; pero yo quería una parroquia… y me dio la Catedral”. “El 30 de diciembre de 1997 viajé y el 31 de diciembre por la noche celebré la primera misa con el obispo”.
El padre Saturnino se incorporó al servicio de la Diócesis de San Pedro Sula como párroco de la catedral, ecónomo diocesano, profesor de teología en el Diplomado de la Universidad Católica de Honduras.
Pero toda su misión tuvo un hilo conductor: estar al servicio de los más desfavorecidos, de “los pobres”. Ha sido el instrumento de Dios para llegar a miles de personas pobres.
“Al estar en Honduras me fui dando cuenta de los serios problemas que había en mucha gente, no solo de la parroquia sino de otros barrios, y nos percatamos que hay gente que no come lo suficiente, por lo que buscamos alimentos para dar de comer a los que no tienen”. “Me di cuenta de niños que no iban a la escuela porque no tenían zapatos ni útiles escolares. Y eso me llegó al alma porque yo soy de familia pobre y fui a la escuela en 1942, recién terminada la guerra civil”.
Para mediar por estos niños habló con Directores de Escuela y les cuestionó por qué les exigían zapatos. “A mí nunca me exigieron zapatos ni mochilas. Mi madre me enviaba limpio a la escuela, pero recosido mil veces, y pobre, con zapatillas o zapatos si había, y nunca nos pusieron obstáculos en la escuela”.
Su labor no se quedó ahí sino que gestionó la entrega de zapatos. En un año brindó ayuda a 2.600 niños con zapatos y útiles escolares, y consiguió que 115 fueran beneficiarios de becas escolares. “Este dinero que se invierte no es mío porque yo no tengo dinero, es la gente que lo da. Hemos dicho a los que vienen a la catedral que no podemos celebrar la Eucaristía si nos desentendemos de los pobres, porque el Cristo que se hace presente en el pan y en el vino, es el mismo que está pasando hambre”.
También ayudó a los pobres, promoviendo campañas para dar 171 viviendas a los más necesitados y cada Navidad realizaba una campaña para dar canastas de alimentos a familias pobres.
Recién llegado a Honduras tuvo contacto con los niños que no tienen padres y viven en la calle, y también con los ancianos. “En un solar del Estado intenté hacer una casa para niños y ancianos, que también me duele que estén en la calle, durmiendo en el suelo. Pusimos la primera piedra, pero no pudimos poner la segunda…. Había 100 mil dólares pero ¿dónde han ido a parar?”
El padre Saturnino fue honrado por la alcaldía de San Pedro Sula con el nombramiento de hijo predilecto de la ciudad el 25 de marzo de 2015 como reconocimiento por su entrega a los más pobres de la región.
El miércoles 10 de junio fallecía por la tarde tras permanecer varios días en delicado estado de salud a causa de un cáncer que lo aquejaba desde hacía un año. Sus restos mortales fueron velados en la Catedral. Parece que Dios tuvo en cuenta su último deseo: “Estoy enamorado de Honduras y quiero que me entierren aquí. Mi familia ya lo sabe”. Como destacó su amigo el padre Najarro en una de las misas: su entrega hacia los más necesitados, hizo que el párroco Saturnino Senis se ganara el reconocimiento como “El padre de los pobres de Honduras”.