Corazón de Jesús, Horno ardiente de caridad

| Esta invocación se inspira directamente en las revelaciones de Jesús a santa Margarita Mª de Alacoque. En la primera revelación (1673) le dijo: «Mi corazón está tan apasionado de amor hacia los hombres que, al no poder contener ya en sí las llamas de su amor, está obligado a trasmitirlas a través de ti, a manifestarse a ellos para enriquecerlos de sus virtudes y sus méritos». La imagen dibujada por la santa, con las llamas brotando de la llaga abierta del corazón, manifiesta el amor y la bondad, y las llamas se pierden en el infinito como en la cumbre de un volcán cuyo interior provoca simbólicamente explosiones en cadena de bondad y amor.
Las imágenes y los contenidos, son, sin embargo, esencialmente bíblicos. Por ejemplo: «Fuerte es el amor como la muerte, pero sus llamas son llamas de fuego, una llama del Señor» (Cant 8,6-7).
Ante el fuego Israel tenía admiración y temor. En la Biblia tiene significados simbólicos: la presencia de Dios (Éx 13,21), su trascendencia (Gén 15,17), su acción purificadora (Is 1,25). Es un signo teofánico y de alianza en el Sinaí (Éx 3,2; Éx 19, 18). Manifiesta el celo divino ante la infidelidad (Éx 20,5), es signo del juicio divino que destruye al malvado (Gén 19,24-28) y del juicio escatológico que abolirá toda injusticia (Is 66,15). En el NT también se encuentra el mismo uso: intervención divina (Ap 20,9), transformación tras Pentecostés (Hch 2,34), juicio escatológico anunciado por Juan, por Jesús y por los apóstoles (Mt 3,10; 7,19; Lc 9,54). El fuego como luz manifiesta la gloria referida a Cristo (Ap 1,14-16).
«”Horno de caridad”. El horno arde. Al arder, quema todo lo material, sea leña u otra sustancia fácilmente combustible. El Corazón de Jesús, el Corazón humano de Jesús, quema con el amor que lo colma. Y éste es el amor al Eterno Padre y el amor a los hombres: a las hijas y los hijos adoptivos. El horno, quemando, poco a poco se apaga. El Corazón de Jesús, en cambio, es horno inextinguible. En esto se parece a la “zarza ardiente” del libro del Éxodo, en la que Dios se reveló a Moisés. La zarza que ardía con el fuego, pero… no se “consumía” (Éx 3, 2). Efectivamente, el amor que arde en el Corazón de Jesús es sobre todo el Espíritu Santo, en el que Dios-Hijo se une eternamente al Padre. El Corazón de Jesús, el Corazón humano de Dios-Hombre, está abrazado por la “llama viva”, del Amor trinitario, que jamás se extingue» (San Juan Pablo II, Ángelus, 23 de junio de 1985).
Desde el elemento material del fuego el creyente se eleva y se pierde en la dimensión espiritual a la que remite simbólicamente: la visión del Jesús salvador y su obra redentora sobre la humanidad.